El ciclismo es un deporte especial, no sólo por la dureza para sus protagonistas, los corredores, sino también por la pasión que levanta entre sus aficionados, tanto o más en una etapa de montaña como la de La Covatilla que en una final de la Champions League de fútbol.

Tal es esa pasión que no importan los kilómetros de distancia para seguir al corredor preferido. En la cima de la estación de esquí bejarana había por ejemplo una despedida de soltero llegados desde Badajoz, todo por poder disfrutar en primera fila de la serpiente multicolor.

Sobre todo había aficionados de los pueblos junto a la comarca de Béjar, llegados desde Ávila y desde Extremadura, tanto Cáceres como Badajoz. Incluso desde Portugal había aficionados para disfrutar del ciclismo.

Pero la palma se la llevaban unos colombianos compatriotas de Nairo Quintana. Habían marcado en rojo en el calendario esta etapa de La Covatilla, esperando que su paisano también hiciera lo propio, vestirse de rojo. Pero no llegaban desde Salamanca, ni siquiera desde Madrid, no, desde la mismísima Colombia habían viajado y mañana cruzarán el océano Atlántico para regresar a su país. Porque la pasión por el ciclismo no entiende de kilómetros ni de horas de espera para ver a sus ídolos aunque sea unos segundos.