Roca Rey se adueña de Valladolid… y del toreo
Excelente ambiente en las inmensas colas para acceder al coso del Paseo de Zorrilla que luego se trasladó a los tendidos con un casi lleno. Tal y como se esperaba de este cartel de relumbrón. Pero no nos engañemos, quien lleva gente a los toros es el de Lima.
Buena corrida, con matices, de Domingo Hernández- Garcigrande. En algunos faltó fuerza, presencia… y pitones.
Y Roca Rey, un peruano que se ha hecho el rey de la fiesta taurina del mundo mundial, se merendó a dos españoles en una tarde pletórica, llena de garra, de ambición torera, de valor espartano y enseñando al público lo que le piden: novedad y frescura en el ruedo. Y el peruano, que brindó su segundo al paisano Vargas Llosa, complació a la concurrencia ofreciendo una tarde para recordar. Ojalá abundaran los rocasrey en el escalafón.
Medias verónicas de recibo, y luego con el capote a la espalda y luego chicuelinas. En fin, todo un recital de buen hacer de un torero que, en breve, marcará la pauta en el toreo por su insultante juventud…y por su valor. “Lo de valor a mandar y los de arte a acompañar”, dice una máxima taurina desde tiempos inmemoriales.
El garcigrande fue un toro que, sin clase, repetía en la muleta de Roca Rey y este lo aprovechó al máximo luciéndolo, luciéndose y entregándose a un público que cualquier gesto era correspondido con una gran ovación. El toro no fue un carretón, lo que enfatiza la actitud del joven peruano.
En el platillo, a donde lo sacó para que no se defendiera, se lo pasó por la espalda con un ceñimiento que asustaba. El remate con bernadinas fueron precisos y preciosos, pero con el ay en la boca de los espectadores. Por ambos pitones sacó pases preciosistas muy ceñidos y muy bien rematados.
Un volapié rotundo y la plaza fue un estallido de júbilo. Cayeron las dos orejas y el toro recibió una merecida ovación.
Con el sexto, un manso que se fue enseguida a los tableros, supo robarle pases en su alocada huida, incluso algunos naturales para finalizar con un toreo en redondo. La espada otra vez fue efectiva y le concedieron otra oreja.
El segundo de la tarde fue un toro flojo y además inundó el ruedo de sosería y de protestas en el tendido por su escasa presencia. Manzanares lo intentó sacando algunos derechazos, pero enseguida abrevió y lo mató de estocada. Ovación para el alicantino.
En el quinto se desquitó el torero dinástico frente un toro manejable que se dejó por ambos pitones. No fue una faena redonda de las que nos tiene acostumbrados José María Manzanares. No es su mejor temporada y se notó. En otros momentos de su carrera a este toro le hubiera sacado mucho más partido. Mató recibiendo y el premio fue doble.
Nadie va a dudar de El Juli a estas alturas y con veinte años de alternativa. Con el primero, un toro mansurrón y sin fuelle, estuvo por encima del animal, pero sin apenas lucimiento. Brilló con un quite por chicuelinas y con la muleta le instrumentó alguna tanda de mérito. Enterró la espada tras pinchar y fue ovacionado. Brindó el Juli a Vargas Llosa.
Con el cuarto, un toro que nunca se entregó a las telas del madrileño. Con la franela pudo lucir por momentos su clase, que no la del toro, y ofreció al público varias tandas que gustaron y fueron muy jaleadas. Sobre todo Julián mostró su capacidad lidiadora. Pero con la espada no convenció. Ovación para el torero y pitos al toro.
La salida a hombros de ambos diestros fue, otra vez, un hervidero de chiquillos que quieren vivir ampliamente y en libertad la fiesta de los toros.
Uno también la vivió intensamente en el callejón junto a mi amigo y compañero Carlos Martín Santoyo. Luego visité el burladero de los que velan por la fiesta desde el palco y callejón, nuestros amigos del Cuerpo Superior de Policía.
Notas al margen: A Roca Rey le está pasando lo que, hace 20 años, hacía El Juli: ambos incontestables, cada uno con su estilo y sus formas toreras.