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La tradición de los cabezudos se mantiene viva a la carrera

8 septiembre, 2018 01:28

Las Ferias y Fiestas de Salamanca son días para la juerga y el desenfreno, pero también para las tradiciones, para la exaltación de una cultura popular que se mantiene viva con el paso de los años y las generaciones. En el caso de los cabezudos, a la carrera, porque no podría ser de otra forma en ese pulso entre las populares figuras y los chavales que los desafían.

Este viernes, en el inicio oficial de las Ferias, no faltaron a su cita desde el parque de La Alamedilla hasta el parque de los Jesuítas. Un recorrido que realizarán hasta el domingo a las 18:00 horas, acompañados de las charangas La Clave, Los Valientes y La Caridad, para disfrute de niños y adolescentes, pero también de los más pequeños que acuden con sus padres para conocer a los populares cabezudos antes de iniciarse el singular ‘encierro’ y hacerse unas fotos de recuerdo.

Son catorce imágenes entre las que destacan ‘La bruja’, ‘El negro’ y ‘El bombero’, siempre tan ‘temidos’ por los corredores y siempre portados por quienes tienen más velocidad para poder propiciar buenas carreras y, de paso, dar algún varazo a quien lo merezca. Pero también están ‘El charro’, ‘El padre putas’ y ‘El toro’, tan típicos de Salamanca, o ‘El payaso’ y ‘La lechera’. Imágenes por las que no pasa el tiempo, este año menos tras ser sometidas a una restauración y contar con nuevos trajes (el payaso ahora es del Barça, bromeaban algunos niños).

El origen de los cabezudos en España data de la Edad Media. Las tierras de la Península en la zona musulmana tenían prohibido por el Corán representar seres vivos, pero al avanzar la Reconquista, era costumbre sacarlos en procesión junto con pasacalles y charangas en pueblos. Una forma de festejar la victoria, que posteriormente se transformó en recuerdo cuando se celebraban las fiestas patronales.

En algunos lugares son gigantes, con varios metros de altura, y simplemente desfilan y bailan, pero en otros, como ocurre en Salamanca, son bustos que portan personas a la carrera, propiciando un juego del ratón y el gato. Con el descubrimiento de América, la tradición se expandió por todo el mundo y cada país, cada región, tiene su propia variante de gigantes y cabezudos, con imágenes adaptadas a su cultura y con un singular contexto.