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Salamanca criminal: yonquis esclavizados por camellos en Buenos Aires

23 septiembre, 2018 10:19

La crónica de sucesos está impregnada cada vez más con hechos delictivos hasta no hace mucho tiempo más propios de grandes urbes, de otras latitudes donde la delincuencia está a la orden del día. Pero la globalización también conlleva la expansión del delito y sus nuevas vertientes, que NOTICIASCYL les detalla cada domingo en una serie, acercándoles los detalles sobre prácticas cada vez más comunes en Salamanca.

Es el caso de los vigilantes zombies del narcotráfico, yonquis esclavizados por camellos que pasan día y noche a su servicio para avisar si llega la Policía, viviendo en condiciones infrahumanas en un mismo lugar a cambio de pequeñas dosis que apaciguan su mono y mantienen su solicitado colocón. Así ocurre cada día en el barrio Buenos Aires.

Considerado como el granero de la droga de Castilla y León, y uno de los puntos más conflictivos de España (ni los repartidores entran ya allí a entregar paquetes), este barrio se ha convertido en un gueto donde la exclusión social campa a sus anchas. Semanas atrás vimos la situación de los camellos de alquiler con ‘teledroga’, jóvenes que los grandes narcotraficantes utilizan para menudear con las sustancias estupefacientes y no exponerse así a la vigilancia policial. Además, cuentan con una serie de vigilantes que puedan avisar de la presencia de los agentes en Buenos Aires.

El primer cinturón de esta singular guardia pretoriana se encuentra en el perímetro del barrio, con drogodependientes apostados en bancos y jardines para alertar de cualquier presencia sospechosa. Allí pasan las horas muertas, al igual que quienes están en el interior de coches de las calles Villanueva de la Serena, Almendralejo y Coria. Tal es su situación que llegan a orinar o defecar dentro del vehículo con tal de no salir a riesgo de ser visto por el camello de turno y recibir una paliza o quedarse sin sus dosis diarias por el ‘trabajo’ encomendado.

Pero todavía hay quienes padecen una situación más infrahumana. Son aquellos drogodependientes que pasan todo el día sin salir de los portales de la plaza de Extremadura. Son el último cinturón de la vigilancia, el encargado no sólo de dar la voz de alerta si llegara la Policía hasta el edificio, sino también intentar hacerles perder el tiempo, empleando la violencia si fuera necesario, para que los camellos tengan valiosos segundos de sobra para esconder la droga o deshacerse de ella.

Son, por tanto, los nuevos esclavos del siglo XXI, despojos humanos al servicio del narcotraficante, a su antojo, 24 horas de vigilancia sin aseo, casi sin comida y apenas conocimiento. Y todo por unos gramos de droga que mientras les mantienen en vida les acercan más hacia la muerte.