Las anécdotas más curiosas de enterradores y sepultureros
Hoy es 1 de noviembre, el Día de Todos los Santos. Miles de personas pasarán por los cementerios para visitar a sus difuntos y la mayoría será la única jornada que lo hagan durante el año. Pero hay quienes, para ellos, es Día de los Santos todo el año, pues su trabajo les obliga a estar permanentemente en contacto con lápidas y nichos. Son los enterradores y sepultureros, quienes atesoran todo un catálogo de anécdotas y curiosidades, sobre todo con los familiares de los difuntos, capaces de protagonizar escenas tan surrealistas como cómicas en ocasiones.
Por ejemplo, están quienes no tienen respecto por el difunto de cuerpo presente y comienzan a discutir durante el propio entierro por la herencia. Porque hay quienes carecen de conciencia y escrúpulos. En alguna ocasión incluso varios familiares llegaron a las manos. Y en otra uno se metió en un nicho y no quería salir hasta que no le confirmaran la parte que le habían prometido en el reparto.
Ser enterrador puede ser una profesión de riesgo, máxime cuando se pierde el equilibrio y se termina en el propio hoyo sobre el féretro. En una ocasión el ataúd quedó destrozado y el muerto a la vista de todos, una situación muy embarazosa que requirió de paciencia y comprensión por los familiares, esperando a la llegada de un ataúd de repuesto, porque no estaban dispuestos a que el cadáver quedara a la intemperie.
Pero el enterrador también puede tener otras funciones, por ejemplo celestino. Así ocurrió una vez con una mujer que acudía a visitar con frecuencia a sus padres ya fallecidos y un hombre que hacía lo propio a escasos metros. El destino, o más bien la repetición de verse las caras, terminó por unirles en pareja amorosa, eso sí, tras un empujón del improvisado alcahuete… para que hablaran, no hay la lápida.
Y, en una sociedad informatizada como la actual, no faltan quienes al llegar al camposanto preguntan si hay wifi o si hay alguna aplicación en el teléfono móvil para poder localizar las tumbas. Tampoco quienes no respectan ni a los muertos y se apropian de lo ajeno, por ejemplo flores de una lápida cercana para colocarlas en las de su familiar. No es la primera vez, ni será la última, que los enterradores tienen que llamar la atención a alguien.