Iván Heras, el ave fénix que renació para volar más alto
Quedamos con Iván Heras en una cafetería del centro que, además, le patrocina. Llega con ganas, con energía, con la pasión que le pone a todo en la vida y con mucho que contar, y es que para él no existen barreras, aunque muchos las pongan. Esfuerzo y sinceridad lo caracterizan, con las cosas claras y la felicidad por delante. Pasan los minutos y comprobamos que no solo es un gran profesional, sino también un gran hombre…
P.- Has sido invitado en los últimos días a participar en el Skechers Performance Marathon Los Ángeles, ¿Qué se siente?
R.- Es uno de los diez maratones más importantes del mundo y estoy muy satisfecho. En parte me lo esperaba porque ellos buscan calidad y gente con mucho nivel para que 60 sillas vayan muy fuerte y sea un carrerón. Yo me había puesto en contacto con ellos hace tiempo pero finalmente ha sido la organización la que ha decidido invitarme y hacerse cargo de todos los gastos a excepción del avión.
Has cerrado una gran temporada proclamándote subcampeón de Europa de duatlón, ¿se puede ir a más?
Sí, claro, este año voy a ir a un Mundial, está complicado porque hay mucho nivel, pero bueno, hace un año si me dicen que iba a ser subcampeón de Europa también hubiese dicho que no.
Además, este año seguramente deje el ciclismo y me dedicaré más al triatlón y al atletismo puro y duro, sobretodo maratón.
Has recorrido un duro camino hasta llegar aquí, ¿compensa el esfuerzo realmente?
Depende, compensa porque yo entreno para esto pero la vida de deportista de élite es complicada. A la gente tú le dices esto y piensa en un futbolista, un futbolista no es un deportista de élite, entrenan una o dos horas al día y ya está, pero la vida de un deportista de resistencia es muy dura.
Yo no soy el modelo, todavía no me he pasado un año encerrado en mi vida aunque tengo amigos en la élite mundial del atletismo que se levantan, entrenan y al sofá, y esa es su vida, entonces a mí una parte del año no me importa, pero también necesitas vivir un poco.
Si tú no disfrutas de todo el proceso desde que empiezas a entrenar en la temporada hasta que ganas, la victoria es efímera, si no sabes disfrutar de los entrenos, de los propios sacrificios, de las mejoras, la victoria es efímera. Por eso, merece la pena si sabes entenderlo, porque si te olvidas de tu vida para vivir la vida de deportista, la vida de deportista se acaba y te ves con 40 años perdido en la vida, no sabes qué hacer, a dónde ir, vivir, relacionarte…
En qué momento te diste cuenta de que tenías que continuar haciendo lo mismo que hacías antes de tener el accidente?
El primer día. Viví en una incertidumbre total, nadie te explica directamente lo que te pasa, tardaron en decirme que iba a andar en silla unos diez días, yo me intentaba mover y no sabía lo que me pasaba, me decían de primeras que era por el golpe, ¿cómo que es por el golpe?, estaba en la UCI pero estaba consciente, hablaba poco porque no tenía fuelle pero escuchaba todo y no sabía si meaba o no, yo no tenía ganas de mear nunca y aquello me traía loco y ahí es donde me empecé a dar cuenta de que algo no iba bien.
Yo salí de allí y qué iba a hacer, seguir con mi vida. Lo primero que hice es buscar cómo va la gente en silla y en bici en ‘San Google’ y vi todas las posibilidades, me puse en contacto con gente de paratriatlón y no, no fue un punto de inflexión, yo seguí viendo los beneficios, puesto que ahora tienes mucho más tiempo para entrenar.
Yo no he sido nunca de ir llorando por las esquinas, no he llorado nunca por estar en silla aunque la gente me decía ‘¡Es que tienes que llorar!’ pero es que no me provoca ganas de llorar, y no es que te des cuenta, es que te pase lo que te pase la vida sigue.
¿Crees que el deporte adaptado no está suficientemente valorado?
Está muy infravalorado, nadie tiene ni idea de lo que una persona con una discapacidad puede llegar a hacer. Esto es un problema de España, esto solo pasa aquí, tú vas a otros países como Italia o Francia y la gente te respeta y te trata como lo que eres, un deportista de élite, aquí sienten lástima y dicen ‘ay pobre’, ¡cómo que ay pobre, a ti te doy mil vueltas!.
En España hay un montón de deportistas con discapacidad que son unas auténticas ‘bestias pardas’ y lo único que se siente por esa gente es lástima, es que no lo puedo entender, es un estigma social, creen que un deportista con discapacidad no puede ser un buen deportista.
¿A qué crees que se debe esa actitud?
Creo que es cultural. Ha habido una época muy larga en este país en la que el discapacitado era un ciudadano de segunda, alguien que no podía aportar nada a la sociedad, esas generaciones que han vivido esa época siguen ancladas, no pueden entender que yo tenga un mérito deportivo, aunque eso está cambiando y los jóvenes sí que te ven como un igual, ello sí te ven como un deportista de élite.
La gente de mi edad ya ve que hay un trabajo. Es curioso, pero sólo me patrocina gente de mi edad, la gente mayor no cree que haya visibilidad. Ojalá que cambie y que siga cambiando, la gente te ve y se aparta, te facilita la vida pero es desagradable, a mí no me molesta si le tengo que decir a alguien ‘quítate’, lo que me parece mal es que pase y que todo el mundo se pegue a la pared como si fuera a explotar. Es triste porque España es una potencia mundial en deporte adaptado en todas las disciplinas y la gente no lo sabe, es un problema de información.
Esa actitud frente al deporte adaptado, ¿se extrapola a la vida cotidiana de las personas con discapacidad?
Un ejemplo muy claro, tú no me conoces y al verme lo primero que piensas es que soy un chico triste, luego te conocen y se sorprenden. Yo soy el primero que antes del accidente igual también era así, entiendo que lo desconocido es lo desconocido, pero es lo mismo que alguien que supera el cáncer y diez años después nadie la juzga porque ha tenido cáncer, yo no estoy enfermo, voy en silla porque no puedo caminar, pero el hecho de la discapacidad ya te predispone a que hay tristeza, hay debilidad… es complicado cambiar eso.
Si echas la vista atrás, ¿cambiarías algo?
Evidentemente nadie quiere vivir con una discapacidad, hay gente que me dice que ahora vivo mejor que antes, puede ser, pero yo tenía mi vida construida ya y tenía la vida que yo había elegido, que eso no le pasa a mucha gente, tenía el trabajo que yo quería, tenía mi empresa que funcionaba muy bien, tenía a mi chica… y me quede sin nada de un momento para otro, eso no lo quiere nadie y no se lo deseo a nadie, yo sufrí mucho, soy un chico feliz pero sufrí mucho, sufrimiento de verdad, tu vida entera tal y como la conoces ha cambiado.
A nivel personal, cuando la gente te empezó a ver en silla de ruedas ¿cambió su actitud contigo?
Gente que no me hablaba empezó a hablarme cuando me vio en silla, gente que me ha hecho mucho mal, a nivel profesional por ejemplo, que ha dicho de mi verdaderas barbaridades se paraba a preguntarme, a uno de ellos le dije ‘no tienes vergüenza’, aunque a todos los niveles, y hay a gente que le tienes que decir ‘soy el mismo, si te caía fatal hace mes y medio’.
Las ganas de cambio, de una sociedad menos hipócrita, rechazar las primeras impresiones y valorar el esfuerzo. Con estas reflexiones cerramos una conversación que da que pensar y en la que muchos se habrán visto reflejados. Cambiamos de escenario para hacer unas fotos: la plaza del Maestro, y automáticamente nos viene a la cabeza el paralelismo. Porque Iván no es sólo un superviviente que se ha crecido en la adversidad. Es, "sin pretenderlo", un maestro de la vida. Solo nos queda decir que la sociedad zamorana debe estar orgullosa de contar con un deportista de élite como tú que además defiende grandes valores. ‘Sigue volando alto, Iván’.