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El desengalgadero de los zánganos en Monforte de la Sierra

29 diciembre, 2018 13:47

La ruptura de la continuidad, aquello que se sale de lo común, pero no por ello correcto, siempre es considerado como extraño. En la conciencia de los hombres primitivos, y hasta no hace muchas décadas, lo abrupto era un símbolo del maligno. Así se ha difundido durante siglos por vía oral de abuelos a niños, cuya inocencia quedaba marcada para toda la vida a la espera de transmitir esta experiencia adquirida. No es de extrañar, por tanto, que en las irracionales mentes de los rudos campesinos aquellos parajes con una peculiar orografía estuvieran asociados a alguna historia del demonio, como el Tranco del Diablo en la comarca de Béjar, o a relatos de brujería. Éste es el caso del desengalgadero de los zánganos, entre los términos municipales de Mogarraz y Monforte, en plena Sierra de Francia, donde la profunda vegetación y la ubicación de los núcleos de población, entre escarpados senderos, dan pie a numerosos relatos fantásticos.

Cuenta la leyenda que en Monforte de la Sierra había dos clanes cuya rivalidad trascendía lo humanamente comprensible. Raro era el día en que alguno de sus miembros no terminaba intentando sacar de quicio al contrario o viceversa, e incluso terminando por los suelos cual animales enrabietados por demostrar su superioridad brutal. Como si el mismísimo Shakespeare hubiera ideado su Romeo y Julieta durante una estancia en esta localidad serrana, la disputa tenía todos los ingredientes para regurgitar las efervescentes pasiones humanas. Dos mozas anhelaban conseguir de sus padres la autorización para poder casarse con sus novios. Pero el destino había querido que sus amantes fueran de la familia rival. Así, capuletos y montescos serranos se debatían entre la protección de sus hijas y hermanas, y el dolor que podrían causarles por atacar a sus queridos.

Las astutas mozas, hastiadas por el sinsentido diario de encontrarse entre la espada del amor pasional y la pared del cariño fraternal, se las idearon para intentar dejar en un segundo plano a sus familias. En aquel tiempo, cualquier persona tenía relación con algún conocedor del mundo que traspasa la línea del empirismo y la comprensión. Así, convocaron a todos los clanes brujeriles de la comarca, que no habían permanecido ajenos al entuerto, ideando mientras tanto dañinas pócimas y conjuros con los que atacar a sus contrarios en busca de la supremacía mágica de una zona no apta para pavorosos incrédulos.

El vuelo de una simple mosca era capaz de rasgar la tensión que manaba a borbotones y se esparcía por un aire cada vez más contaminado de odio. Sin embargo, según cuentan los más viejos del lugar, tuvo que ser un zapatero de Mogarraz, de nombre Rabirones, bribón y caracolero, quien avivara la llama del enfrentamiento y azuzara la rabia contenida para hacer estallar la madre de todas las batallas brujeriles. Hechiceras y zánganos se enzarzaron en feroces ataques en la cabecera de las Breñas, muy cerca del puente del camino de Monforte, conocido hoy como Camino del Agua. Allí dieron rienda suelta a la maldad que contenían sus entrañas, pero tan ensimismados permanecían en dañar al contrario que no se preocuparon de protegerse a sí mismos y cayeron hacia la profunda depresión que se abre en esta zona, perdiendo así todos sus instintos y poderes mágicos para siempre. No quedó hechicero alguno. Todos se despeñaron.

Desde entonces, a este lugar se le conoce como el desengalgadero de los zánganos o el desengalgadero de las brujas, una historia que describe las costumbres de la España más profunda, cuando astrólogos, adivinos y nigromantes sobrevivían a costa de la incultura de los lugareños. Pero su avaricia de poder desembocó en su propia destrucción y terminaron arrastrados hacia las entrañas de la tierra, como las piedras, árboles y todo tipo de ramas utilizadas durante la batalla brujeril, que fueron arrastradas hacia Extremadura por una gran riada que se formó. Pero, ¿qué pasó con los clanes monforteños enfrentados por amores opuestos correspondidos? Nadie sabe qué fue de ellos, pues, como suele ocurrir con estas historias, al final lo importante es una moraleja que a buen seguro el lector podrá extraer de este fantástico relato.