Con esta pregunta llena de profundidad quiero empezar mi artículo de hoy. Hace tan sólo unas fechas consiguió por primera vez representación parlamentaria en una comunidad autónoma una formación que ha ofrecido una visión completamente distinta en todo lo relacionado con la violencia de género, esa lacra social que afecta a diario a mujeres, hombres y niños, si bien es cierto que azota con más crueldad, al menos en lo que va de año, a las mujeres.
Esta formación política defiende una ampliación de la ley de violencia de género en la que tengan cabida todas las personas, y no sólo las mujeres. Esta fue la principal razón que esgrimieron las asociaciones extremistas feministas para realizar un escrache, casualmente a las puertas del Parlamento de Andalucía, el mismo día que el señor Juan Manuel Moreno tomaba posesión como presidente de Andalucía relevando a la señora Susana Díaz.
Estos grupos de mujeres feministas tienen a bien el hacerse oír en favor de los derechos de algunas mujeres, que no todas, como trataré de exponer en este artículo.
Tomaremos como referencia el primer caso.
Juan Carlos Quer, padre de Diana Quer. “¿Dónde estaban las feministas cuando apareció el cadáver de mi hija?”
Como todos sabemos, cuándo apareció el cadáver de Diana Quer, los grupos feministas no salieron a la calle. El movimiento feminista, que se moviliza en España para defender los derechos de la mujer, hace preguntarse a Juan Carlos Quer: “¿Dónde estaban las feministas cuando apareció el cadáver de mi hija Diana Quer tras ser violada y asesinada?”
Seguimos con lo que ocurrió un 4 de junio 2016. Dos mujeres estaban montando una carpa junto a la estación de metro de Fabra y Puig, en el barrio de Sant Andreu de Barcelona y, cuando repartían publicidad a favor de La Roja, fueron agredidas. El suceso se produjo en dos secuencias, según explicó el consejero de Interior.
Pasadas las siete de la tarde, varias personas se acercaron a la carpa, la rompieron y golpearon a las jóvenes. Una hora más tarde, otro vehículo aparcó delante, el conductor se bajó y vejó e insultó a las jóvenes.
Como todo esto sucedió en Barcelona, y llevaba el sello de la hispanofobia, los grupos feministas lo dieron por bueno y no salieron a la calle.
Otro de los casos más sonados fue el de Mariló Montero, presentadora del magacín ‘La Mañana’, de TVE, que realizó en agosto de 2014 unas polémicas declaraciones en las que afirmó que Pablo Iglesias “es un hombre oscuro, no es el estandarte del 15M ni el prototipo del macho ibérico. El macho ibérico defiende y protege a la mujer, yo no me veo para nada defendida por su discurso”.
La contestación de Pablo Iglesias fue: “La azotaría hasta que sangrase… Esa es la cara B de lo nacional popular”, fue la réplica de un ‘machista’ llamado Pablo Iglesias. Las mujeres que se dicen feministas y que defienden los intereses de las mismas, corrieron un tupido velo, para no herir la sensibilidad del líder de la formación morada.
Y para no alargarnos mucho en el artículo, y así dejar a nuestros lectores pinceladas de las actuaciones del feminismo radical en España, retrocedemos al año 2015, cuando el exministro socialista Juan Fernando López Aguilar, quien precisamente fue el promotor de la Ley contra la Violencia de Género, fue apartado del Grupo Socialista en el Parlamento europeo cuando un juzgado de Canarias trasladó al Tribunal Supremo una denuncia por un presunto delito de violencia de género presentado por su exesposa, Natalia de la Nuez.
Casualmente, al exministro no se le aplicó el protocolo de violencia de género, es decir, no fue detenido, no pasó por los calabozos y fue al único español que, aun con la multitud de declaraciones que hizo diciendo que “no existían las denuncias falsas”, se le creyó y en este caso concretamente manifestó rotundamente, que fue víctima de una denuncia falsa.
Como no podría ser de otra manera, ahora tampoco salieron las feministas radicales a manifestarse en defensa de la exesposa del señor López Aguilar.
Hagamos examen de conciencia y pongamos cada uno de nuestra parte, y en su justa medida, para acabar con la lacra social de la violencia de genero, que afecta a mujeres, hombres y niños.