Vivimos en un mundo en el que la perfección es sumamente peligrosa. El patrón narcisista se ha elevado a la enésima potencia con el efecto de las redes sociales y de aplicaciones como Instagram en la que uno se puede encontrar con los estereotipos perfectos de superficialidad en los que los cuerpos 10 “triunfan”, con millones de likes y comentarios que refuerzan el ego del que lo publica.

En cambio, en la sociedad de a pie, también nos podemos encontrar con personas como Ana Mínguez Pices, una joven vallisoletana de solo 21 años de edad, amante del teatro y la repostería, que ha padecido bulimia primero y anorexia después tras sufrir bullying y ha vivido una auténtica pesadilla con la comida motivado también, y en parte, por la acción de redes sociales y páginas que encubren en una comunidad los destructivos efectos de estas patologías.

“Como asociación damos tratamiento ambulatorio pero también apoyo emocional. Es importante la parte clínica pero también la asociativa. El atender a la persona y darle apoyo personalmente nos diferencia de otros centros”, asegura Vinda González, dietista, nutricionista, trabajadora social, terapeuta familiar y coordinadora de prevención de CETRAS, que acumula casi 18 años en ACLAFEBA y que se ha convertido en uno de los pilares de Ana para salir de su suplicio.

Del bullying a los trastornos alimentarios

“Comienzo con bulimia en el instituto, nada más entrar con 11 años. Después sufro anorexia. Mi trastorno alimenticio es el resultado del bullying al que estaba sometida. Se metían conmigo por el sobrepeso que tenía. La situación tanto en el colegio como en casa eran tan malas que no veía forma de salir del problema y caí en esto”, nos confiesa Ana, poniéndonos en situación y haciendo un esfuerzo por lo que supone emocionalmente para ella recordar estos momentos.

La vallisoletana y residente en el municipio vallisoletano de Tudela de Duero añade además que “en los comienzos no pensaba que estaba enferma de bulimia o anorexia” y asevera que creía que “controlaba y que nunca se le iba a ir de las manos”, como finalmente ocurrió, acrecentado además el problema por las páginas protrastorno de la conducta alimentaria que existen en Internet.

Me adentré en la enfermedad por estas páginas. Cuando buscas información sobre la bulimia o la anorexia lo primero que te sale es la Wikipeda y luego estos portales. Crean una especie de comunidad y hacen sentir que estás en familia y que te entienden. Al final te acaban metiendo ideas horribles en la cabeza. Este es el problema de dichas páginas”, apunta nuestra entrevistada.

Con 17 años, y arrastrando durante cinco años una bulimia que se tornó en anorexia, Ana tuvo que ser ingresada “por un intento de suicidio”. Fue entonces y en el hospital cuando contó a su familia, que no era consciente del problema, lo que le ocurría para intentar encontrar una solución.

“Cuando una persona sufre una enfermedad mental mucho tiempo, ya sea depresión, ansiedad o un trastorno de alimentación como el mío lo toma como algo normal porque se acostumbra a ese malestar. Por eso resulta más difícil la recuperación”, afirma la joven.

Un día a día que giraba en torno a la comida

“Desde el punto de vista de la experiencia definiría anorexia y bulimia como dos maneras de autodestruirse. Tanto en el plano de la alimentación como en el de la autoestima, imagen, estudios… te acaba destruyendo en todos los aspectos de tu vida pero no solo a ti, también a tu familia y amigos”, añade Ana.

Nuestra protagonista, como les ocurre a un porcentaje amplio de las personas que sufren estos trastornos de la alimentación, añade que al verse frente al espejo “sentía asco y vergüenza” y además “rabia” de verse “gorda” lo que le “llevaba a autolesionarse” por no conseguir “cambiar esa imagen”.

“Toque fondo en varias ocasiones. En esos cuatro o cinco años tuve siete ingresos hospitalarios en planta psiquiátrica y estuve un año en una unidad de rehabilitación psiquiátrica. En total ocho ingresos. Era levantarme por la mañana y pensar en comida. Una pesadilla”, asegura.

Estos problemas le llevaron “al absentismo escolar” sobre todo en el comienzo del bachillerato en una rutina que pasaba por pensar si iba a clase o no. “Si iba, estaba poco tiempo y solo pensaba en volver a casa para darme un atracón y vomitarlo o autolesionarme. Si no iba, lo mismo, me quedaba en casa comiendo para vomitarlo de nuevo”.

Una salvación llamada ACLAFEBA

En el año 1999 surge ACLAFEBA. El objetivo final de nuestra asociación, creada por el doctor Bombín, era conseguir que las personas que padecen un trastorno de la conducta alimentaria sean tratados adecuadamente con un equipo terapéutico y multidisciplinar como el que tenemos, con dietistas, psicólogos y psiquiatras”, nos cuenta la presidenta de la institución, Isabel León.

Ana Mínguez recuerda perfectamente el día que llegó hasta la Asociación Castellano Leonesa De Ayuda A Familiares y Enfermos de Bulimia y Anorexia. Fue un 9 de junio de 2015 (ya lleva casi cuatro). Tras su primer ingreso y después de que una chica se lo recomendara para luchar contra su calvario.

“Cuando llegas a ACLAFEBA te orientan muy bien. Descubres lo que te está pasando realmente. Salí del hospital diagnosticada de un trastorno de personalidad límite y otro alimentario no especificado. En la asociación fue todo más preciso y más claro para trabajar sobre el problema”, asegura Ana.

Vinda González mantiene que desde la institución en la que trabaja, y por la que han pasado ya 1.222 personas junto a sus familias, “no solo llevan un tratamiento clínico” sino que “acogen, apoyan y crean una red” con la persona que llega y sufre un problema de este tipo “lo que les hace ser diferentes y especiales” y ayuda a que mujeres como Ana sufran un poco menos para sortear tan difícil conflicto.

Una nueva vida con muchos proyectos por delante

“No cambiaría nada de lo que he pasado porque he aprendido muchísimo y he conocido a mucha gente. Al final acaban siendo experiencias y esto es la vida”, añade Ana que afirma que tras sufrir bulimia y anorexia “ha experimentado un deterioro muy grande a nivel de aprendizaje y memoria” y además “ha padecido problemas de corazón tras provocarse los vómitos”.

“Lo primero que le diría a una persona que tenga un problema como el mío sería que se lo comenten a algún profesional, en cuanto se den cuenta de que algo no marcha bien. También, ya hablando de la sociedad en general, diría que intentemos fijarnos un poco menos en el físico, en lo que comemos y demás”, asegura nuestra entrevistada.

Ana es un ejemplo de esfuerzo y superación. A sus 21 años sigue luchando fuerte para salir definitivamente de un problema que le ha marcado la vida pero que quiere dejar atrás para seguir cumpliendo sueños y disfrutando de sus pasiones. Entre ellas la repostería y el teatro. Seguro que a base de seguir luchando lo consigue, con creces.

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