La lluvia ha tomado un inesperado protagonismo esta noche en la Semana Santa de Toro, en uno de los momentos más emblemáticos de la Pasión zamorana: la procesión del Vía Crucis, con el sobrecogedor canto de las 'Cinco Llagas' en la Colegiata al finalizar la procesión y la adoración de Jesús Yacente, uno de los instantes mágicos y de mayor belleza de la Semana de Pasión. Debido a la lluvia, se ha suspendido el desfile procesional, y se ha celebrado un bello viacrucis en el interior de la Colegiata, a la que ha seguido el tradicional ritual.
La jornada penitencial de este Miércoles Santo comenzaba esta tarde con el acto conocido como ‘Vestir santos’ en la iglesia de Santa Catalina. Ya de noche, el Vía Crucis procesional se preparaba para sumergirse en el fervor y el recogimiento de las históricas calles de la ciudad. El desfile, organizado por la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad, cuenta con alrededor de 600 cofrades. Los hermanos visten, en esta ocasión, los hombres túnica y caperuz de paño blanco ceñida con cordón de cáñamo. El caperuz, en su parte delantera lleva en paño rojo la cruz de Malta. Y las mujeres visten igual pero el ceñidor es de seda blanco y la cruz más pequeña y no va en el centro sino a la altura de su clavícula izquierda.
Tradicionalmente, todos los cofrades realizan el ‘juramento del silencio’ ante ‘Cristo al Expirar” (una imagen restaurada, cuyos orígenes datan del siglo XVII, siendo sus autores conocidos Esteban Rueda y Sebastián Ducete), en el atrio de la Colegiata. A continuación, el alcalde de Toro deposita el bastón de mando a los pies de la Cruz pidiendo el ‘juramento del silencio’, comenzando la Procesión del Vía Crucis (organizada por la Asociación del Santo Sepulcro y la Soledad) desfilando en silencio, solo interrumpido por el sonido distanciado de las trompetas, de los tambores destemplados y del lúgubre tañer de una campana.
Así pues, la lluvia no ha podido vencer a la Pasión toresana, que se ha resguardado en su templo más icónico para salvaguardar sus tradiciones más emblemáticas y de raíces más profundas.
VISITAR LA CIUDAD DE TORO
A unos treinta kilómetros de la capital, la que fuera sede real y capital de provincia conserva numerosos vestigios de su pasado esplendor. Declarado Conjunto Histórico Artístico, Toro posee una magnífica situación sobre el valle del Duero al que merece la pena asomarse desde el mirador de El Espolón. Al lado, la Colegiata de Santa María, del siglo XII, es uno de los más bellos ejemplos del románico, rematada por una original cúpula en cuyo interior destaca el Pórtico de la Majestad, impresionante conjunto escultórico policromado del XIII.
Imprescindible es también visitar las numerosas iglesias románicas de ladrillo, de influencia mudéjar, así como los antiguos palacios – en el de las Leyes se celebraron las Cortes en 1505- y casas señoriales que jalonan la ciudad, junto a monasterios y conventos. Todos ellos guardan importantes obras de arte bajo su aparente sobriedad.
Como también su ampia, variada y exquisita gastronomía, con productos de la huerta toresana y, cómo no, el vino. El Vino de Toro. El viejo entramado urbano de Toro ofrece al viajero una cálida acogida.
MUCHA SEMANA SANTA DE TORO POR VIVIR (CONSULTAR PROGRAMA)
La Semana Santa de Toro fue declarada de Interés Turístico Regional en diciembre de 2007. Ello fue posible al valorar su antigüedad, sus momentos singulares y únicos, la imaginería de incalculable valor artístico y los desfiles procesionales que guardan sabor añejo, la herencia legada por los ancestros.
El protagonismo de la Semana Santa corresponde a sus cofradías. Desde aquellos primeros tiempos, allá por el siglo XV, se celebra en Toro la Semana de Pasión, al más puro y austero estilo castellano. Lo más importante de un pueblo son sus raíces, a las cuales se aferran con firmeza los toresanos, porque saben que no existe futuro sin poner la vista en el pasado.
La Semana Santa de Toro es perceptible por los cinco sentidos. Sus imágenes mecidas cadenciosamente por los esforzados cargadores; cientos de nazarenos y penitentes dando luz y color con sus túnicas, hachones y caperuces; marchas procesionales y tambores destemplados que llegan hasta el último rincón de la ciudad.
Aromas de incienso, cera y flores al paso de las imágenes en sus pesadas mesas; y el abrazo esperado de familiares que, cada año, llegan al lugar para vivir en familia estos días de Pasión. Todo en estos días tiene sabor a lo de antes, a lo que nos contaron nuestros abuelos, a todo lo vivido intensamente en familia. El momento de abrir los baúles para sacar las viejas túnicas con el olor persistente a naftalina. La preparación anticipada y ritual de todo lo que precede a la salida de casa… al amanecer del Viernes Santo. Cada cofradía tiene sus pasos e imágenes que saca a la calle en los diferentes días de la Semana Santa, respetando lo preceptivo de las Ordenanzas, o la costumbre sabida por todos, de cada una de ellas.
La Semana Santa de Toro cuenta con momentos de gran singularidad, belleza y emotividad como la bendición de los Conqueros que tiene lugar el Jueves Santo en la iglesia-museo de Santa Catalina o el rezo de las “Cinco llagas” que congrega a numeroso público.
La procesión del Viernes Santo, “Nuestro Padre Jesús y Ánimas de la Campanilla”, destaca además por ser considerada como una de las más largas de España y ser tradicional la degustación de bacalao.
La imaginería de Toro es muy rica y abarca varias épocas, con tallas del siglo XVI de la escuela renacentista como el Santísimo Cristo del Amparo; del siglo XVIII como el Cristo de la Expiación, una talla barroca de los talleres toresanos de Esteban Rueda y Sebastián Ducete.
También obras más modernas de autores zamoranos como Jesús del Perdón de 1991 de Ricardo Flecha o Nuestra Señora La Santísima Virgen de las Angustias Soledad (1958) de Hipólito Pérez.