Sheila Barrero murió el 25 de enero de 2004. Fue asesinada. Su caso quedó archivado tras la incapacidad de probar, con los medios de entonces, la relación de su verdugo con el crimen. Ahora, quince años después, según publica el periodista Nacho Abad en el digital El Confidencial, la Guardia Civil está en disposición de señalar a su exnovio, B.V.G., como el autor material e inequívoco del disparo que cercenó la vida de la joven.
Los investigadores han podido determinar que Borja, con quien había mantenido una relación la fallecida, tenía restos del arma homicida en su ropa. Entonces, utilizó como subterfugio una supuesta cacería en la que había participado una semana antes, pero ahora el Instituto Armado puede afirmar que esos restos corresponden a un único tiro, el que terminó con Shelia, detonado con un arma de escasa potencia y cuyo casquillo no pudo ni atravesar el parabrisas. Quedó en el coche.
La otra prueba que incrimina a Borja es un tejido de su ropa que apareció sobre una bufanda que estaba en el interior del vehículo. En 2004 se determinó que aquel tejido podía corresponder a cualquier prenda de las fabricadas en serie de ese modelo. Sin embargo, ahora han podido aislarlo y dibujar la trazabilidad de la prenda. Para no ser la de Borja, debía ser una con su misma 'vida' tras haberla comprado.
Además, hay otros indicios que señalan al joven, como los problemas de ansiedad que atravesó poco después del crimen, y que atribuyó al examen de conducir. Pero mintió porque le dijo a la Guardia Civil que lo había suspendido seis veces y lo hizo tan solo dos. Tampoco sirve, por interesada, la coartada que le proporcionaron entonces sus padres, asegurando que estuvo en casa a la hora del asesinato, sobre las 8:15 horas de la madrugada.
Sheila Barrero, de 22 años, trabajaba en un establecimiento de ocio nocturno de la leonesa localidad de Villablino. La noche de su asesinato, según el relato recogido en El Confidencial, cerró el negocio cerca de las 7:00 de la mañana y se reunió con unos amigos. Poco después, sobre las 8:00 horas, tomó su coche para irse a su casa en la localidad asturiana de Deaña. Por el camino debía atravesar el Alto del Cerrelo, puerto que separa amabas provincias, y donde su asesino, al que conocía, la conminó a detener la marcha.