Suelo acudir a la cita venteña de San Isidro un par de días, porque realmente desde casa y a través de la tele se ve magníficamente todo el serial. Y además lo redifunden por la noche.
Y desde hace unos años acudo a la llamada de mi amiga Ángeles para compartir los abonos que heredó de su padre y que conserva con pasión.
Ángeles Sánchez, madrileña con procedencia de Montemayor de Pililla -obviamente pertenece a la gran familia de La Empalizada- y con su marido, Chema Gutiérrez Cuellar, alcalde de Montemayor en la década de los 90, compartí una tarde de toros. Aunque realmente solo fue a la salida del festejo: Ángeles es taquillera de Las ventas y Chema tenía curro por la tarde.
Lo cierto es que me incliné por la tarde de los “valdellanes”. Tanto Fernando Álvarez como Jesús Martínez (ganadero y administrador del hierro respectivamente) son buenos amigos.
Desde el tendido 4 de la solanera (tras el paseíllo se pone la sombra, ventajas de tener amigas taquilleras) y en primera fila vi todo el desarrollo de un festejo interesantísimo por lo que se refiere al toro. Decía Victorino el viejo que si el toro se cae la fiesta se cae.
Expectación con los “gracilianos leoneses” después del éxito obtenido en los “desafíos ganaderos” del pasado mes de septiembre donde “Navarro” y su lidiador, Robleño, se llevaron los galardones. No voy a detallar las faenas por no molestar a los toreros, que bastante tienen con ponerse delante en una plaza de tanta responsabilidad como es Las Ventas del Espíritu Santo.
Simplemente decir que la terna actuante no sumó más de 13 festejos durante la temporada 2018…
Pero sí voy a magnificar la excelente presentación de la corrida de Valdellán y el juego del tercero de la tarde: Carasucia. Como un tejón se iba a la muleta de Cristian Escribano, que hay que reconocer que le pegó tres tandas con la derecha sonando los olés en el tendido. Pero luego el de Valdellán se hizo el dueño de la situación y ahí quedó todo. En fin…
Ni que decir tiene que el público le tributó una gran ovación a Carasucia que con su bravura, acometividad, codicia y fijeza dignificó al toro bravo. Otras tres ovaciones recibieron sus hermanos de camada. Toros serios, con cara, encastados y acudiendo al caballo con franqueza como hizo el sexto que, aún con sus 666 kilos, tuvo gran movilidad.
Los dos primeros de Valdellán sacaron el genio de la casta santacolomeña y enfrente tuvieron a dos auténticos guerrilleros con oficio sobrado, sobre todo Robleño. Iván Vicente estuvo por debajo de sus posibilidades.
Éxito pues de Valdellán, que en dos temporadas se ha ganado a pulso su presencia en Las Ventas. El sábado están anunciados en Sahagún, tierra donde pastan estos gracilianos desde 2002. Enhorabuena, ganadero.
Por cierto, que hay una controversia respecto a los orígenes. Fernando Álvarez compró vacas y sementales a Hoyo de la Gitana con procedencia del Conde de Santa Coloma por la vía de Joaquín Buendía Peña y Graciliano Pérez-Tabernero. Está bien claro que son auténticos gracilianos y además nacidos en tierras leonesas.
Antes de acceder al tendido di una vuelta por las distintas salas donde exponen diversos pintores, además de los pasillos que están plagados de cultura en forma de fotografías, murales, etc. Y es que Las Ventas, a través del Centro de Asuntos Taurinos de la Comunidad de Madrid, cuida al detalle la cultura del toro.
Por parte de la empresa (Plaza 1) han editado un buen y bien cuidado libro sobre este San Isidro bajo la dirección de Joserra Lozano. Ángeles me proporcionó un ejemplar que añadiré a mi colección.
En la Sala Cossío expone estos días mi paisano José Angel Ramírez al que me presentó el Dr. Márquez (Fundación Juan José Márquez). Ramírez tiene varias obras en esta sala, pero luce en el mismo pasillo una monumental obra que llama poderosamente la atención. Por cierto, que mi amigo Fermín del Prado está preparando una exposición de Ramírez en mi querido Villarrobledo.
Tarde deliciosa pues en lo taurino y mejor la noche con Ángeles y Chema, con quién compartí tapas y amistad. Luego su generosidad salió a relucir cuando me trasladaron en su coche a la estación de autobuses, donde me embarqué hacia Pucela.
Viaje largo en la nocturnidad, aunque sorteé joven y deslumbrante compañía en el asiento de al lado…pero en mi mente seguía perenne Carasucia. ¡¡¡Qué toro!!!