Un misterioso paseo por Las Batuecas hasta el monasterio carmelitano
La puerta del coche cerrándose atrás es el inmediato pero ya antiguo vestigio de una vida pasada. Los pulmones reverdecen plenos de juventud y el resto de sentidos, detrás del olfato, cambian de registro. La vista del valle, profundo, imperial. El contacto de las ramas, intrigante y rugoso. El sabor silvestre de los madroños recolectados in situ. El susurro del arroyo. Las Batuecas impone su ley e invade el espíritu del caminante que se adentra en un confortable paseo con tintes de lujo.
El sendero de madera suspendido sobre el bosque deja atrás el aparcamiento y se adentra en plena naturaleza. En el corazón de la Sierra de Francia, término municipal de La Alberca y patrimonio de la Pachamama. Accesible como pocos, el sendero discurre al margen del arroyo y se abre a los corazones del visitante sin importar edad ni condición. Ancianos y niños, personas con movilidad reducida, atletas de exuberante poderío. Todos pueden disfrutarlo.
Y conocerlo. Los paneles informativos a ambos lados del camino hacen del paseo una experiencia de conocimiento. Sobre la fauna y la flora, la historia y la ciencia. Ciencia que gestan las trampas para insectos que sirven para ahondar en estudios universitarios. Paraíso de la biodiversidad. Con el águila real y el buitre negro sobrevolando el páramo. La cabra y el jabalí danzando a sus anchas entre pinos, alcornoques, encinas y jaras. La lavanda. Una dimensión extrasensorial.
En el vértice del cañón, el río Batuecas abre paso hacia destino con sus aguas cristalinas. Hogar de la trucha y el bermejuelo, abreva mamíferos y aves, acuna reptiles y anfibios. Apenas unos cientos de metros recorridos y el entorno embriagador desemboca en la férrea piedra que contempla incólume el tiempo. Los árboles centenarios custodian ya con celo la oración y el recogimiento, la paz del monasterio. El Santuario de San José es origen y destino. Es tiempo de volver.