Salmantinos en Cataluña: la fractura social, desde dentro
Cataluña ha vivido su quinta noche consecutiva envuelta en graves altercados violentos. Barricadas incendiadas, cargas policiales contra manifestantes, heridos y detenidos. Una situación dantesca provocada por la reacción a la sentencia conocida el pasado lunes que condena a los líderes políticos del 'Procés' a penas de prisión por delitos de sedición y malversación de fondos públicos. La reacción en la comunidad catalana ha tenido dos vertientes, una pacífica y otra violenta.
La jornada del viernes tuvo, en este sentido, dos partes bien diferenciadas. Las cinco columnas humanas que marcharon hacia Barcelona llegaron a la capital y se concentraron de forma pacífica dejando espectaculares imágenes en las calles del centro. La otra cara, los disturbios que arrancaron en la vía Laietana y han terminado con numerosos heridos y detenidos. Una imagen no menos impactante que ha dado la vuelta al mundo, y que muestra las calles de la Ciudad Condal arrasadas por el fuego en contenedores y coches, con mobiliario urbano destruido y convertidas en un auténtico campo de batalla.
Una disputa territorial con trasfondo político que los dirigentes no han sabido gestionar a día de hoy y que ha provocado una profunda fractura social en Cataluña de difícil regeneración. Con una doble vertiente, además, entre independentistas y contrarios a la escisión; y catalanes y ciudadanos del resto del país. Una situación que cientos de salmantinos residentes en la comunidad catalana viven en primera persona y que afrontan de modos distintos. NOTICIASCYL SALAMANCA ha charlado con tres de ellos: María, Paula y Sergio.
María: “La solución pasa por el diálogo”
Ocho años lleva María en la Ciudad Condal, allí vive junto a su marido y espera un bebé. Empezó en la investigación y ahora trabaja como profesora, es bióloga. Germina un ilusionante proyecto vital que ahora atraviesa un proceso de “incertidumbre” y de “pena en algunos momentos”. Reconoce que aún alberga la esperanza de que esto encuentre una solución que necesariamente ha de pasar, en su opinión, por “el diálogo, el entendimiento y, sobre todo, la empatía”. Para María, está faltando a ambos lados del conflicto quien se ponga en el lugar del otro. Y así es difícil alcanzar una entente cordial.
Explica que no se ha topado de frente el conflicto porque "Barcelona es muy grande" y “si no vives en el centro”, como es su caso, “tampoco lo ves”. “No me he encontrado con ningún jaleo y tampoco he ido a buscarlo, así que en mi día a día no me ha afectado demasiado. La gente hace su vida normal, los conflictos se dan en lugares aislados y aumentan por la noche. No es una guerra, de momento, y espero que no acabe así”, sonríe nerviosa. Sin embargo, reconoce que ha vivido en primera persona la evolución del conflicto desde “ser una cosa totalmente residual”, a estar “muy polarizado”.
En este sentido, la profesora salmantina, casada con un catalán, recuerda que si hay algo que une a la inmensa mayoría es que la vía para alcanzar una solución sea el diálogo indefectiblemente. En su entorno, no se ha visto envuelta en conflictos personales. “Lo puedes hablar más o menos en función de cómo estén los ánimos. Es como en las cenas de Navidad”, comenta, y reconoce que tiene amigos de todas las ideologías. “En estos años, a lo mejor he recibido algún comentario un poco desafortunado, pero mi pareja en Salamanca lo mismo. Siempre hay alguno que no sabe mirar más allá de sus fronteras”.
Destaca, sin embargo, que la gente en general es muy educada y siempre cambia al castellano cuando ven que es tu lengua. Bromeando recuerda que eso incluso le impedía al principio progresar con su aprendizaje. “Les pedía que siguieran en catalán, que me venía bien”. Por eso no se plantea abandonar Barcelona de momento. “No sabes nunca dónde te llevará la vida, pero aquí estamos bien. Me gusta mucho el mar. Si encontrara un lugar como Salamanca, con esa cultura, pero en la costa sería perfecto”, anhela.
Paula: “Me siento muy incómoda ahora mismo”
Algún año más, doce, lleva Paula en Barcelona. Es terapeuta ocupacional y vive con su pareja, un zamorano, y sus mascotas, en el barrio de Poble-Sec. Recuerda que al principio no vivía el llamado conflicto catalán como algo "desagradable", aunque con el tiempo eso cambió. “Entendía que los catalanes reivindicaran su independencia y lo veía desde el respeto. Allá donde fueres haz lo que vieres. Ahora, desde hace dos años, la cuestión se ha empezado a agravar y ha pasado de ser una mera ideología a un enfrentamiento social”.
Paula habla el catalán perfectamente y nunca ha tenido ningún problema, pero confiesa que esta situación le ha hecho empezar a sentirse “incómoda”. “A partir del '1 de octubre' se evidenció más quién estaba a favor y quién en contra, y eso se ha manifestado tanto en un sentido pacífico como en otro violento. A día de hoy se está retomando ese ambiente complicado”, afirma sobre los acontecimientos que se han desencadenado a raíz de la sentencia a los líderes políticos.
Circunstancias que, confiesa, sí le han afectado, en cierto modo, en el día a día porque ha tenido que cambiar su ruta para volver del trabajo al estar cortadas las principales avenidas de la ciudad, pero sobre todo se queja porque afecta a su plano social. “Uno de los grandes problemas es que se tergiversa mucho la información. Tanto dentro como fuera de Cataluña se hace un uso amarillista de la situación. Fuera se exagera la visión bélica y dentro también se ensalza todo lo relacionado con lo que los independentistas llaman los fachas. Se crea esa rivalidad social que es lo que a mí me resulta más incómodo. Es un enfrentamiento social impuesto”, lamenta.
Reconoce la complejidad que encierra la solución del conflicto ahora mismo, aunque su apuesta por el diálogo es nítida. “Desde arriba está claro que no son capaces de dialogar, pero es que muchas veces no somos capaces de dialogar tampoco entre vecinos. Hay muchos intereses”. Por eso, sí se plantea con su pareja dejar la ciudad si la situación no mejora. Y, de hecho, ahora mismo es su deseo.
Sergio: “No solo se pide la independencia, se protesta por la clase política”
Sergio lleva apenas dos años en Barcelona, desde enero de 2018. Trabaja como educador social en un proyecto de acogida a personas refugiadas. “Vine a Barcelona con el objetivo de dedicarme a esto y aquí ha sido relativamente fácil”, reconoce. Dejó a sus padres y su hermana en Salamanca, donde "tienen cierta estabilidad", y carece de familia en la Ciudad Condal, aunque sí tiene primos y tíos en otros lugares de Cataluña. Comparte piso.
Llegó a Barcelona en un momento crucial, cuando habían pasado pocos meses del '1 de octubre' y desde entonces ha tenido “bastante presente”el independentismo. No obstante, para él nunca ha supuesto un problema el “no simpatizar” con el movimiento, o el hecho de no hablar catalán. “En todo momento me he sentido acogido por la gente de aquí y he mantenido debates interesantes con personas de convicción nacionalista e independentista, siempre desde el respeto y el intercambio de ideas”, confiesa.
El joven salmantino reconoce que los últimos meses la cosa estaba tranquila, aunque la sentencia ha encendido mucho los ánimos. “Hay una sensación general de que las condenas a los líderes independentistas han sido desproporcionadas y una forma de escarmiento, incluso amigos míos que no son independentistas han salido a la calle a protestar porque lo perciben como una amenaza a las libertades de toda la sociedad”. Apunta que también existe gente que encuentra en estas movilizaciones un pretexto para canalizar otro tipo de malestar, no relacionado con el independentismo. “El hartazgo con las clases políticas de nuestro país, la precariedad, la desigualdad cada vez mayor o la falta de perspectivas de futuro”.
Por su trabajo, Sergio se mueve mucho por Barcelona y transita por algunos de los puntos de la ciudad donde ha habido concentraciones de esta semana, pero reconoce que en ningún momento se ha visto afectado, “principalmente porque los altercados han tenido lugar por la noche y en zonas muy concretas”. “Es patente que hay un clima algo alterado, pero uno puede llevar su vida con normalidad. Obviamente la cosa ha sido algo distinta este viernes, como se puede esperar de una jornada de huelga general”. No se plantea, por tanto, abandonar Cataluña porque “es un lugar que ofrece bastantes oportunidades”.