Regresa la víspera de Todos los Santos. Si bien antes era momento para el recogimiento y la reflexión, hoy se ha convertido en motivo de celebración. Disfraces, copas baratas, juergas y ganas de pasarlo bien pasando miedo, supuestamente. O eso dicen. Este jueves Halloween invade cada rincón de la ciudad con su decoración estrafalaria y sus 'llamadas' al más allá. Una parafernalia impostada que anima el comercio y la hostelería días antes de ir a visitar a los allegados que ya no están. El Día de Muertos. En origen, más acción de gracias que otra cosa. Al menos, estamos de este lado.

Sin embargo, la proliferación del modo 'yankee' de entender esta fiesta, importado de los Celtas, y propagado por las películas, contempla otras opciones para pasar estos días. Celebrar fiestas de disfraces, el popular 'truco o trato' para los más pequeños, o para los más atrevidos, visitar lugares malditos, encantados, fantasmagóricos. Donde el bien se difumina en el manto oscuro del mal que lo impregna todo. Donde el pasado grita de dolor y trasciende el paso del tiempo. Sí, en Salamanca también existen. Algunos donde se percibe más lo que se oye que lo que se ve. Y sobre todo lo que de ellos dicen.

En pleno centro de Salamanca, en la calle Bordadores, se yergue un histórico edificio diseñado por el afamado arquitecto Juan de Álava. En lo alto, cuatro calaveras talladas en piedra de Villamayor anuncian que algo en el interior no está bien. Es La Casa de las Muertes, por todos conocida. Su nombre describe a la perfección los sucesos acaecidos intramuros, donde la leyenda se mezcla con la historia y, sobre todo, con la sangre. Allí perdieron su vida un buen puñado de personas a lo largo de los siglos, según recoge la tradición oral.

El primer suceso sanguinario se remonta a los tiempos en que Don Diego y Doña Mencía vivían su amor en la casa. Él, soldado de cuna, marchó a hacer la guerra dejando a su esposa en casa. Cuentan que las infidelidades de Doña Mencía, cacareadas en la época, llegaron a oídos de Don Diego que hurdió un terrible plan para emboscar a sus tres amantes y los asesino a todos. El último, sin embargo, le dejó herido de muerte, pero con su último aliento estranguló a Doña Mencía y los dos yacieron en la Casa de las Muertes para siempre.

Además, en los albores del siglo XIX una familia de cuatro miembros apareció asesinada dando alas a los rumores que engrandecían el apelativo de La Casa de las Muertes. Años después, en 1835, una señora que habitaba entonces la casa tuvo a bien despedir a sus criados. Meses después, cuando se la hacía en su retiro, apareció muerta en el pozo de la casa, quien sabe si en venganza por aquel despido improcedente. Los salmantinos dejaron en paz la casa hasta pasado más de un siglo, cuando volvió a estar habitada.

La Cueva de Salamanca

Otro de los lugares malditos por excelencia en la capital del Tormes es La Cueva de Salamanca. Lugar donde se encuentra la cripta de la ya desaparecida iglesia de San Cebrián y que también ha dado lugar a numerosos escritos y relatos que han pervivido con el paso del tiempo. La cara B de la ciudad universitaria por excelencia, ya que, cuenta la leyenda, que allí impartía clases el mismísimo Satanás llegado de los infiernos. Aleccionó a siete alumnos durante siete años sobre ciencias ocultas, adivinación, astrología y magia.

En la provincia, en el término municipal de Topas, aparece imponente el Castillo de Villanueva del Cañedo, más conocido como el Castillo del Buen Amor por el romance que, supuestamente, allí vivió el Arzobispo de Fonseca con María de Ulloa. Lugar que hospedó a los Reyes Católicos y otros habituales palaciegos, fue construido por la Casa de Alba. Hoy ha sido reconvertido en hotel y es destino predilecto de buscadores de psicofonías, que reciben encantados las historias paranormales de los huéspedes y de los propios recepcionistas, que a menudo reciben llamadas de habitaciones vacías.

Interior del Castillo del Buen Amor