La vida no es igual de 'fácil' para todos. A los problemas cotidianos que pueda tener un ciudadano medio de Salamanca se pueden sumar otros muchos, además ajenos, que impliquen un cambio de vida. Esto, que es complicado para un mayor de edad, puede ser determinante para alguien menor de 18 años, mucho más si el límite de estos de seis.

En ello trabaja Cruz Roja con el programa de Acogimiento Familiar de la Junta de Castilla y León, los que tutelan a los menores y deciden las medidas. La organización, a través de un convenio de colaboración, es la que completa este proceso a través de los diferentes equipos existentes en las diferentes provincias.

Elena Pulido es una de las técnicas que trabajan en esta importante labor social, no solo para el presente de los niños y familias de acogida, sino también para el futuro de la sociedad. Y es que, como ella misma recuerda, los niños de hoy son los mayores del mañana, y toda la facilidad en la formación y estabilidad que se le pueda dar repercutirá, por lógica, en que lleguen a ser parte activa de la sociedad.

"El acogimiento es una buena oportunidad positiva para que los niños se desarrollen de la mejor forma posible y que en un futuro sean unos adultos que les vaya bien en la vida, que al final repercute en la sociedad. Es también mirar hacia el futuro", insiste Pulido. "Al final repetimos modelos. Si no vemos más que modelos negativos, repetimos otra vez. Yo he visto niños en acogimiento que los padres habían estado en sistema de protección".

El funcionamiento

Durante doce meses al año, Cruz Roja tiene sus puertas abiertas para todas aquellas familias que busquen este crecimiento. Se concierta una cita con los interesados para ofrecerles una información personal y una formación en el caso de que quieran seguir hacia adelante. Esta se basa en cuatro sesiones con un total de 12 horas que se realiza durante un mes.

Estos pasos previos se complementan con la idoneidad de la familia y los menores. Se hace un emparejamiento según las características de ambos buscando el equilibrio necesario para el buen desarrollo del menor, lo importante en estos casos, aunque también enriquezca a su vez a las propias familias.

El proceso, por ello, es tardío, de en torno a los seis meses, pese a hacerse con la mayor agilidad posible. No en vano, es un tema sensible que requiere de dedicación y así la propia familia puede reflexionar. Y es que las características familiares deben ser, evidentemente, las adecuadas.

De esta manera, lo más importante sea quizás tener la motivación adecuada. Y es que hay que tener muy en cuenta que se trata de un acogimiento temporal de un máximo de dos años y no de una adopción definitiva, aunque la separación nunca sea fácil. "Esto es temporal y las familias lo tienen que tener muy claro. Se trata de apoyar a que el niño pueda vivir de la manera más tranquila posible para que luego pueda volver a retornar".

Pero además de ello deben ser personas flexibles ante un panorama incierto, ya que también depende la familia de origen y sus progresos, que no se deben juzgar. "Hay que ser cauto y eliminar el juicio a la familia de origen. No hay que crearle más conflictos al niño", asegura Pulido. "Ellos no son culpables de tener esas dificultades. Ayudar a los niños a encajar esa realidad de sus padres es importante".

Beneficios

Los beneficios de la acogida para un menor con problemas en la familia de origen "está más que comprobado". Este hecho le permite a estos crecer y aprender cosas que no ha tenido la oportunidad de ver, así como aprender en otros ambientes familiares, algo que se lleva consigo al futuro.

Pero a ello, que parece evidente, se suma el crecimiento de los adultos, que se sienten "muy satisfechos". "Siempre dicen que reciben más que el niño", comenta Pulido que, además, insiste en que en el caso de familias con hijos, los que más acuden, lo ven incluso más positivo para educar también a sus hijos en la solidaridad y en valores que "de otra manera es difícil que conozcan".

Así, la mayor parte de las familias que acuden a participar en el programa son de una variante entre 40 y 50 años, con estabilidad e hijos, si bien las composiciones pueden ser muy variadas y, de hecho, cada vez acuden más jóvenes. No hay límite en ello y también pueden acoger familias monoparentales o del mismo sexo. Lo único es tener la mentalidad idónea para que el niño pueda crecer en un buen ambiente mientras se solucionan sus problemas familiares.

Y lo cierto es que se consigue un ambiente sano entre las familias apuntadas al programa, tanto que muchas de ellas repiten. Pese a ello a veces se puede producir un déficit teniendo en cuenta la cantidad de niños que necesitan un acogimiento. De hecho, hay pocas y desde Cruz Roja realizan un llamamiento para mejorar el mundo en el que se vive.