Busque un pato bien cebado
que sea fresco y jugoso,
y por más apetitoso,
leonés o castellano.
Examínese enseguida
cuál es la salud del ave,
por si padece una grave
dolencia desconocida
que hay pato que sufre no poco
volando tras de las ocas,
que no solo hay vacas locas
que también hay... patos locos.
Si está sano por fortuna,
se le lleva a la cocina
y ya allí, se le asesina
sin contemplación ninguna,
y cono empuje y con brío,
con ruda saña inclemente
se le despluma en caliente
y se le deshuesa en frío.
Triturado el animal
se le pone a fuego lento
para que sufra el tormento
terrible, inquisitorial,
y en salsa de pepitoria
cuando el pato esté sofrito
se le rehoga un poquito
con mantequilla de Soria
Por encima y sin tamiz
se esparcen unos piñones
que han de ser, sin concesiones,
piñón de Valladolid
y por mejor aderezo
del pato en su palidez
se cubre su desnudez
con un pimiento del Bierzo
En redor una lanchada
muy fina, muy bicoca,
de ese jamón de bellota
del campo de Salamanca.
Se hace pasta castellana:
el huevo de Ávila es,
queso fresco burgalés
y adobo a la segoviana,
Sobre tartera de barro
de Pereruela (Zamora)
se tiene una media hora
tapado bien el cacharro.
Unas gotas de limón
y una pizquita de miel
y ya está el mejor pastel
que se ha inventado en León.
Así con mayor paciencia,
listo está para servir
tras dos minutos cubrir
con mantita de Palencia.
Claro, al hacer este plato,
téngase idea cabal
del sexo del animal
y si es pata y no pato,
porque si es ella y no él
lo que se mete en la lata
ha metido usted la pata,
y se estropea el pastel.
¡¡FELIZ AÑO 2020!!