El 23 de abril de este año se cumplen quinientos años de la derrota y posterior decapitación en Villalar (Valladolid) de los principales cabecillas de la denominada Guerra de las Comunidades de Castilla: Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado.
La revuelta co
Fue aquella una revolución en pleno Renacimiento español, secundada por los llamados ‘comuneros’, cuyas cabezas más visibles fueron Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado, aunque también Antonio de Acuña, el famoso obispo comunero, amigo de César Borgia, acaso el más radical de los cuatro. Acuña se libró de la decapitación en Villalar por su condición de clérigo, pero fue recluido en el castillo de Simancas. En 1526, tratando de escapar de su prisión, acabó con la vida del alcaide, por lo que, finalmente, fue condenado a muerte por garrote vil.
Mucho se ha escrito sobre la importancia histórica de esta compleja sublevación y sobre sus causas profundas. Algunos historiadores la consideran incluso la primera revolución de la Edad Moderna. Una revolución muy adelantada a su tiempo, pues estalla casi 300 años antes que la Revolución Francesa (1789), nutrida por los principios filosóficos aristotélicos que esparcían desde los púlpitos frailes y clérigos de diverso jaez, muy especialmente los dominicos que enseñaban en la Universidad de Salamanca.
Esto explica, sin duda, la importancia que en la revuelta tuvieron los llamados “comuneros universitarios”, profesores, estudiantes y autoridades relacionados con la Universidad de Salamanca nucleados en torno a importantes familias, entre las cuales se repetía el apellido Maldonado, como demuestra que dos primos, Francisco y Pedro Maldonado, si situaran entre los principales líderes de la revolución.
¿Guerra civil, revolución, movimiento antiimperialista, movimiento democrático, movimiento municipalista, sublevación nobiliaria, sublevación republicana a favor de implantar un modelo oligárquico al estilo de las repúblicas de Florencia y Génova, movimiento reaccionario temeroso de los desórdenes del momento, como los acaecidos en Segovia, que presagiaban lo sucedido en Florencia con Girolamo Savonarola?
Las interpretaciones que se han dado a este acontecimiento histórico han sido muy diversas, condicionadas casi siempre por la ideología e intereses de cada cual y por el momento histórico.
Para las tendencias políticas de izquierda, la revolución comunera fue sobre todo un movimiento liberador y democrático que se alzó contra el poder absoluto del emperador Carlos. Esto explica quizás su apoyo entusiasta a que el Día de Castilla y León tuviera como epicentro la localidad de Villalar, lugar donde se produjo el dramático desenlace, y éste se celebre un 23 de abril.
Los partidos de ideología conservadora se mantuvieron distantes de esta celebración durante muchos años. No veían con buenos ojos la paradoja de que la fiesta de la Comunidad Autónoma festejara una derrota. José María Aznar y Juan José Lucas siempre evitaron acudir a la campa de Villalar, donde se congregaban alegremente las fuerzas de izquierda, republicanos, castellanistas, etc.
Para contrarrestar el interés mediático de Villalar se idearon los Premios Castilla y León, cuya entrega se convirtió en la fiesta oficial del Día de la Comunidad, mientras que Villalar se erigía en el foco de la celebración popular.
Fue con la llegada de Juan Vicente Herrera a la presidencia de la Junta de Castilla y León cuando se solventó esta extraña dicotomía. Se creó entonces la Fundación Villalar, ahora Fundación de Castilla y León, encargada de dar a los actos del Día de la Comunidad la pátina institucional que precisaba para que la fiesta de la autonomía fuera asumida por todos como algo propio.
He aquí la idea que late este año 2021, cuando se cumple el quinto centenario de aquella lejana derrota. La Fundación Castilla y León desarrollará un importante y variado elenco de actividades culturales para conmemorar dicha efeméride, tratando de exhumar ante la ciudadanía la importancia histórica y el alcance de aquellos hechos.
Los hombres suelen acaparar casi siempre el protagonismo en los hechos históricos. En la Guerra de las Comunidades de Castilla no ha sido diferente. Sin embargo, en los últimos años ha comenzado a prestarse atención al papel que también tuvieron las mujeres. Papel muy relevante el de algunas, como se pondrá de manifiesto en la serie de artículos que comenzaremos a publicar a partir de hoy y que tendrán continuidad todos los domingos hasta el 23 de abril, Día de Castilla y León.
Hay dos mujeres que, sin duda, destacan entre las demás: María Pacheco (María López de Mendoza y Pacheco), la “hembra brava”, perteneciente a la poderosa casa de los Mendoza, a la que la posteridad se refirió luego como “la leona de Castilla”, y la reina Juana, la “Excelente Señora”, a la que la Historia conoce mayormente como ‘la Loca’, cautiva en Tordesillas durante casi cincuenta años.
María Pacheco desempeñó un papel muy activo en la Guerra de las Comunidades de Castilla, prolongando la revuelta durante nueve meses en Toledo. Entre otros apodos, se le dio el de “el último comunero”. Su huida a Portugal la salvó de la muerte segura a la que la había condenado Carlos I, quien la excluyó del perdón real.
Se refugió en Portugal, amparada por la casa real portuguesa y el obispo de Oporto, ciudad donde acabó relegada al olvido hasta que su persona y su gesta fueron rescatadas por los románticos. El espíritu de rebeldía de María Pacheco nutrió los dramas de Martínez de la Rosa, Zorrilla, Francisco Villaespesa, y un siglo más tarde la película de Juan de Orduña.
El papel de la reina Juana no fue de acción, sino de omisión. Los sublevados se entrevistaron con ella para proponerle que hiciera valer su condición de reina legítima de Castilla y diera los pasos oportunos junto a los comuneros para asumir el trono. Pero su posición era tremendamente difícil, la dicotomía madre/reina, pues el otro bando, el de los imperiales, era el de su propio hijo, Carlos.
Acaso esta entrevista y la proposición para que para que hiciese valer su condición de reina permiten esclarecer la verdadera naturaleza de la revolución comunera. Una revolución impulsada por la nobleza de segundo nivel y por las clases medias, que no pretendían cambiar el orden establecido, sino que solo defendían sus intereses económicos. No en vano eran los principales perjudicados en la política de recaudación de impuestos de Carlos I para sufragar sus guerras en Europa, impuestos de los que se libraba la alta nobleza y las clases menestrales, privadas prácticamente de recursos.
El modelo oligárquico de Florencia y la república de Génova era tal vez el que anidaba en las mentes de los comuneros, es decir, un modelo en el que las ciudades gozaran de una mayor autonomía para decidir e invertir los impuestos que en ellas se recaudaban.
Junto a María Pacheco y Juana de Castilla, desfilan por el teatro de esta peculiar y madrugadora revolución otras mujeres: Juana Pimentel, madre de Pedro Maldonado; Ana Abarca, esposa de Francisco Maldonado; María Coronel, segunda esposa de Juan Bravo; María de Mendoza, hermana de María Pacheco…
La contribución de las mujeres en la Guerra de las Comunidades se detalla ampliamente en el libro colectivo “Mujeres de Armas” y en los sucesivos simposios anuales sobre la historia comunera.
Noticiascyl quiere continuar esa estela y contribuir a los actos del V Centenario de la Guerra de las Comunidades con una serie de artículos divulgativos sobre el papel que en ella tuvieron algunas mujeres, mujeres de armas, sí, mujeres de armas tomar.
Patrocinado por las Cortes de Castilla y León a través de la Fundación de Castilla y León