Luis M. Torres
“No creo que esto se haya producido nunca en la historia política: hemos pasado de plantear un domingo una moción de censura a entrar un jueves en el mismo Gobierno al que queríamos censurar”. El autor de esta confidencia es Daniel de Fernando, el factotum de aquel CDS que exhibía triunfante en 1988 hasta 18 procuradores en las Cortes de Fuensaldaña que tenían en su mano mantener al entonces presidente de la Junta, José María Aznar o enviarlo a la papelera de la historia. Estaban en la idea de optar por lo segundo y cuatro días después dos de los centristas juraban sus cargos como consejeros de ese Ejecutivo del que pretendían pasar página. Una vez más, los designios de Madrid se cruzaron en las voluntades de los políticos de Castilla y León. Esta es la historia de unos días en los que todo pudo cambiar.
Las elecciones de 1987 habían deparado un empate a 32 escaños entre el candidato socialista, Juan José Laborda, lastrado por una legislatura de luchas intestinas, y un casi desconocido José María Aznar que encabezaba las listas de Alianza Popular. En medio, 18 procuradores del CDS encabezados por Daniel de Fernando que tenían en su mano la Presidencia de la Junta y otros dos parlamentarios en la órbita de la derecha. No sin reticencias, los centristas decidieron abstenerse en la investidura lo que, en la práctica, daba la Presidencia de la Junta a los ‘populares’.
Una vez al frente del Ejecutivo autonómico, Aznar empezó en Castilla y León a poner en marcha el proyecto de unión de todas las derechas que culminaría ya en los años 90 con la refundación de Alianza Popular con el nombre de PP. “Empezaron en los pueblos a tocar a alcaldes y cargos públicos del CDS diciendo que el partido no tenía futuro y que estarían mejor en el PP”, rememora uno de los testigos, “y, claro, eso molestó mucho a los dirigentes”. El aviso más contundente de este enfado no tardaría en llegar, en forma de enmienda a la totalidad de los presupuestos que presentó el Gobierno. Por primera, y única vez en la historia de la Comunidad, unas cuentas eran devueltas y tuvieron que ser reformadas.
Los tiras y aflojas entre populares y centristas se sucedieron durante todo este tiempo y, a la vista de que las cosas no cambiaban, el Comité Regional del CDS se reunió en Zamora con el tema de la moción de censura encima de la mesa y en la que se expresaron posturas favorables a ella, aunque no se llegó a votar nada ni a tomar una decisión efectiva. “Al PSOE no nos lo plantearon ni a (Juan José) Laborda ni a mí, ni de forma oficial ni oficiosa; a posteriori me lo contó Daniel de Fernando, con quien mantenía una relación estrecha por ser ambos portavoces”, relata Jesús Quijano entonces vicesecretario general del PSOE de Castilla y León y portavoz en las Cortes.
Con la moción en mente, los acontecimientos en Madrid se precipitaron. El CDS, necesitado de visibilidad, presenta una moción de censura en el Ayuntamiento de Madrid para aupar al abulense Agustín Rodríguez Sahagún a la Alcaldía. Conocedor de su debilidad, Aznar exigió a Antonio Hernández Mancha la estabilidad de su Gobierno a cambio del apoyo ‘popular’ al movimiento centrista. Eso pasaba, fundamentalmente, por compartir responsabilidad en la Junta, lo que dio como resultado el primer – y hasta 2019 único – Ejecutivo de coalición de Castilla y León. Dos miembros de la formación centrista -José María Monforte y José Luis Sagredo– se hicieron cargo de las áreas de Fomento y de Medio Ambiente en el Gobierno y se hizo realidad esa paradoja de pasar a formar parte del Gobierno que se iba a censurar. En el juego de nombres de aquellos días, se barajó también como consejero el de Luis Aznar, una de las figuras centristas más sobresalientes. Hay quien dice que fue vetado por el presidente que no quería dos apellidos similares en la misma mesa de Gobierno. Eso sólo Aznar (José María) podrá confirmarlo.
Finalmente, la carambola en la Villa y Corte desarticuló una moción de censura que no pasó nunca del debate interno del CDS. Es así como en pocos días, los centristas se plantearon censurar al Ejecutivo de Aznar a formar parte de él. “La entrada en la Junta les vino impuesta de Madrid; le dijeron a Daniel de Fernando arregladlo con Aznar y entrar en el Gobierno. No sé que hubiera pasado si no se hubiera cruzado por medio el tema madrileño o si hubiéramos tenido más tiempo para plantear formalmente unas negociaciones”, señala Quijano. La operación funcionó y, en pocas semanas, aquel presiente de la Junta que estuvo en el filo de la navaja mandó a la misma papelera al líder nacional de su partido, Antonio Hernández Mancha, y asumió el liderazgo en el PP y de la derecha. Pero eso ya es otra historia.