Castilla y León y la localidad vallisoletana de Villalar de los Comuneros afrontan este viernes, 23 de abril, un Día de la Comunidad diferente marcado por la pandemia cuando precisamente se cumplen cinco siglos de la batalla que marcaría el fin de la Guerra de las Comunidades entre las tropas de la Santa Junta y las huestes leales al emperador Carlos V.
En otra circunstancia, y más en un año de tan redonda efeméride, la Campa de Villalar debería estar este viernes abarrotada de personas para celebrar la festividad en un ambiente lúdico y, a la vez, reivindicativo, con las tradicionales marchas de protesta de diversos colectivos; las carpas de partidos políticos, sindicatos u organizaciones agrarias; los puestos de venta, e incluso el habitual escenario para conciertos.
Así ha ocurrido desde la Transición y el inicio de la autonomía castellanoleonesa. Sin embargo, el año en que se conmemora el V Centenario de la Batalla de Villalar, la pandemia impedirá, por segundo año consecutivo, el festejo tal como se acostumbraba.
Si bien las restricciones impuestas por la situación sanitaria no impedirán este año acudir a Villalar, cosa que sí ocurrió en 2020, tampoco este 2021 podrá ser como los precedentes, lo que obligará a celebrar de una manera distinta esta efeméride.
El alcalde del municipio, Luis Alonso Laguna, se ha mostrado contento de que, a pesar de estas circunstancias, Villalar pueda albergar algún tipo de homenaje a los comuneros y, de esta forma, "mantener vivo" el "espíritu comunero".
Entre las iniciativas para celebrar de una forma diferente el aniversario más emblemático de la Batalla de Villalar, Alonso Laguna ha destacado, en declaraciones a Europa Press, la llamada a participar en una ofrenda floral a los tres héroes comuneros decapitados en Villalar --Juan de Padilla, Juan Bravo y Francisco Maldonado-- que los ciudadanos podrán hacer sin bajarse del coche frente al monolito que recuerda la ejecución en la Plaza Mayor de la localidad.
POSPUESTOS ACTOS MASIVOS
Se trata de iniciativas diferentes a las habituales y adaptadas a la situación sanitaria, pero que buscan mantener la reivindicación y el recuerdo propios de cada 23 de abril, sin que ello sea óbice, como ha recalcado el primer edil, para que una vez pase la pandemia puedan llevarse a cabo los actos masivos que el virus ha impedido en 2021.
"Tenemos cien años, hasta el próximo centenario, para celebrarlo", ha subrayado Luis Alonso Laguna, quien ha recordado que también el IV Centenario, en 1921, coincidió con los últimos coletazos de otra terrible pandemia como fue la de la mal llamada gripe española.
En cualquier caso, ha asegurado que cada centenario debe servir, a pesar de las circunstancias, para dar paso a "una nueva época de esperanza" que espera que se inicie a partir de este año.
En cuanto a la afluencia que pueda darse este viernes en el municipio vallisoletano, su alcalde se ha mostrado "tranquilo" ante las múltiples opciones para acudir a Villalar de forma segura y conmemorar el culto a este día sin aglomeraciones.
Luis Alonso Laguna ha defendido su localidad como un "lugar de encuentro" donde pueden confluir "todas las ideas" en torno a un "símbolo" que las una y ha comparado lo que, a su juicio, debería representar Villalar de los Comuneros en Castilla y León con lo que supone Guernica en el País Vasco.
"Allí la palabra Guernica es sagrada, Villalar tiene que ser lo mismo aquí", ha subrayado el regidor, quien aspira a que en el futuro, cada vez que alguien tenga que ponerse de acuerdo en Castilla y León, acuda a Villalar para conseguirlo.
ESCENARIO PARA LA HISTORIA
Hace 500 años, el 23 de abril de 1521, los campos próximos a Villalar acogieron el enfrenamiento definitivo entre las tropas comuneras, comandas por el capitán toledano Juan de Padilla, y las huestes leales al emperador.
Los acontecimientos se precipitaron el día anterior, cuando el ejército comunero, que tras las toma de Torrelobatón en febrero de ese año había perdido la iniciativa frente a el ejército de Carlos V y la alta nobleza, abandonó esta plaza fortificada arrebatada al almirante Enríquez para dirigirse hacia Toro (Zamora), partidaria también de las Comunidades.
En la vecina localidad de Peñaflor de Hornija, distante once kilómetros de Torrelobatón y protegido por su elevación en los Montes Torozos sobre el valle del Hornija, permanecía acantonado el ejército realista, el cual dejó también sus posiciones en persecución de Padilla y sus cerca de 6.000 hombres.
Ante la cercanía del enemigo, Padilla dispuso la necesidad de presentar batalla apenas diez kilómetros después de dejar Torrelobatón en su camino hacia Toro, si bien la noche y el fuerte aguacero que soportaban los comuneros hizo imposible al capitán toledano coordinar sus mesnadas, cuya vanguardia continuó camino a Villalar, pasadas las localidades de Vega de Valdetronco y Marzales, donde un mural de Carlos Adeva recuerda desde este 2021 el V Centenario Comunero a la entrada de la misma.
A fin de buscar la protección del casco urbano de Villalar, intentaron instalar en sus calles las piezas de artillería con las que enfrentarse a las tropas del rey, pero la caballería enemiga los alcanzó en un arroyuelo afluente del Hornija en la llanura que se extendía frente a la villa.
LA BATALLA
El efecto sorpresa, unido a la inclemencia meteorológica y el cansacio que arrastraban los soldados comuneros provocó la desbandada entre sus filas, mientras que otros muchos cayeron en el combate, que dejó los campos de la zona sembrados de cadáveres, cuya cifra oscila entre los 400 y 1.000 según las versiones. Actualmente, un monumento recuerda esta batalla en la carretera entre Villalar y Vega de Valdetronco, a la altura del arroyo de los Molinos.
Derribado de su caballo por Pedro de Bazán, Juan de Padilla fue hecho prisionero junto con Bravo y Maldonado, con los que compartiría cadalso al día siguiente, 24 de abril, en la plaza de Villalar, donde fueron decapitados y donde a día de hoy un monolito honra la memoria de los ejecutados.
Si bien los enfrentamientos continuarían en los meses siguientes, la Batalla de Villalar marcaría el fin de la revuelta comunera, que se certificaría en febrero del año siguiente, una vez sofocado el último levantamiento en Toledo.