El Partido Popular se encuentra ante una encrucijada histórica. Las elecciones de Castilla y León del próximo 13 de febrero pueden suponer el primer experimento de un Gobierno de los populares con Vox, después de tres años recibiendo su apoyo externo en diferentes comunidades autónomas. Todas las encuestas coinciden: la formación de Santiago Abascal podría multiplicar por diez su número de escaños y sería necesaria su presencia en una mayoría que mantuviera a Alfonso Fernández Mañueco en el poder. Y esta vez Vox no se conformará con apoyar desde fuera, quiere formar parte del Ejecutivo. "Será la primera vez que el PP se enfrente a la realidad", aseguró el vicepresidente político de Vox, Jorge Buxadé, el pasado 20 de diciembre.
De este modo, no se cumplirían los pronósticos que llevaron a Mañueco a adelantar elecciones el pasado mes de diciembre. La intención del dirigente popular era dejar atrás los 29 escaños de la cita electoral de 2019 –el peor resultado histórico del PP en la región– y acercarse o incluso lograr la mayoría absoluta de la que gozaron ininterrumpidamente en Castilla y León entre 1991 y 2015. Mañueco quiere repetir así el “efecto Ayuso” que en la convocatoria anticipada de mayo de 2021 permitió a la presidencia madrileña lograr una amplia victoria y hacer desaparecer a su exsocio, Ciudadanos, de la Asamblea de Madrid. Pero la situación en Castilla y León parece diferente.
Las últimas encuestas muestran cada vez más un desgaste del PP, que podría quedarse a una distancia de casi 10 escaños de la mayoría absoluta, con lo que irremediablemente necesitaría a Vox. La opción intermedia, que pasaría por apoyarse en su escisión Por Ávila –si repiten su resultado de 2019, que les otorgó un escaño– y Unión del Pueblo Leonés (UPL) requeriría que los populares lograran 38 escaños, algo que no anticipan las encuestas ni en sus horquillas más altas cuando queda menos de una semana para las elecciones. Otra posibilidad sería contar con los votos de la España Vaciada –que ha anticipado que apoyará a la formación con más opciones de gobernar– pero las encuestas más optimistas les conceden solo tres escaños. Vox, por tanto, será previsiblemente necesario en una ecuación de Gobierno.
Una relación cada vez más distante
La situación es incómoda no solo para Mañueco si no también para la dirección nacional del PP. Desde la moción de censura fallida de Vox en octubre de 2020, en la que el líder popular Pablo Casado pronunció un duro discurso contra la formación de Abascal en el Congreso de los Diputados y el PP votó en contra, la relación entre ambas formaciones se ha deteriorado. Este distanciamiento se ha reflejado en el último año en hitos como la no aprobación de los Presupuestos de Andalucía, con el voto contrario de Vox –que en diciembre de 2018 aupó a Juanma Moreno a la presidencia– o el rechazo a las cuentas del Ayuntamiento de Madrid en el mes de diciembre por parte de los concejales de Vox, que fueron claves en la investidura de José Luis Martínez Almeida como alcalde en 2019.
La problemática relación con Vox se ha convertido en un verdadero dolor de muelas para el líder popular que ve como en los últimos meses los sondeos muestran cada vez más un ascenso de los de Abascal y un retroceso de su partido. Casado se ha mostrado contrario en varias ocasiones a la entrada de Vox en sus Ejecutivos autonómicos y confía en poder mantener su apoyo externo. “Nuestro objetivo pasa por no depender de otros partidos políticos, gobernar con las manos libres”, aseguró el presidente del PP el pasado mes de diciembre. Pero el contexto es muy distinto a mayo de 2019, cuando se conformaron esos acuerdos.
En aquel momento, Vox acababa de entrar por primera vez en el Congreso de los Diputados con 24 escaños –un buen resultado pero modesto en cuanto a potencia parlamentaria– y se enfrentaba a sus primeras elecciones autonómicas con opciones de lograr representación. La simple entrada en los Parlamentos autonómicos parecía un éxito. La situación cambió tras el éxito en las generales de noviembre de 2019, en las que obtuvieron 52 escaños y se convirtieron en la tercera fuerza política a nivel nacional. Este resultado envalentonó a la formación de Abascal y sus exigencias en los lugares en los que apoyaban a Gobiernos del PP comenzaron a ser mayores, y la cuerda empezó a tensarse. El duro enfrentamiento en la moción de octubre de 2020 supuso un antes y un después, y se produjo además en un momento de cambio de estrategia de los populares: solo dos meses antes Casado había destituido a Cayetana Álvarez de Toledo como portavoz parlamentaria en un intento por dar una nueva imagen de moderación.
Castilla y León: laboratorio para Vox de cara a las generales de 2023
Vox se encuentra en un momento dulce, disparado en las encuestas a nivel nacional y con serias posibilidades de ser determinante también en varios Gobiernos autonómicos. En este contexto, los de Abascal tienen la intención de entrar en el Ejecutivo de Castilla y León, y que esto suponga el inicio de un cambio de estrategia. "Es el momento de entrar en los Gobiernos y ejecutar nuestro programa", afirmó la portavoz de Vox en la Asamblea de Madrid, Rocío Monasterio, a finales de enero. La entrada en Castilla y León serviría así como experimento de cara a su objetivo principal en este año electoral: participar en el Gobierno de Andalucía. Los de Abascal han mostrado en varias ocasiones su apoyo a un adelanto electoral en esa comunidad, en la que sondeos internos les otorgan una subida aún mayor que en Castilla y León, y que tiene un valor simbólico para el partido al ser la primera comunidad en la que irrumpieron con fuerza.
La participación en estos Ejecutivos, además, permitiría a Vox afrontar las elecciones generales de diciembre de 2023 con un legado de experiencia de gestión del que presumir y en el que poder apoyarse en esa campaña electoral. La formación de Abascal seguiría de este modo la misma estrategia que siguió Ciudadanos hace tres años: en 2015 apostaron por apoyar Gobiernos autonómicos desde fuera –salvo en el caso de Andalucía– y en 2019 dieron el paso de participar en Ejecutivos con el PP, en un momento de auge del partido tras el éxito en las generales de abril, en las que rozaron el sorpasso a los populares y obtuvieron 57 escaños. Tres años después es la formación de Abascal la que quiere dar el paso para obtener experiencia de gestión y más visibilidad pública.
El próximo 13 de febrero, si las encuestas aciertan, Alfonso Fernández Mañueco se encontrará ante la encrucijada de integrar a Vox por primera vez en un Gobierno o tratar de buscar alternativas. La opción de buscar la abstención o el apoyo del PSOE parece lejana ya que, suponiendo que los socialistas quedaran detrás de Mañueco en escaños, el presidente de Castilla y León ha basado gran parte de su campaña en presentar al sanchismo como la fuente de todos los males, y a Luis Tudanca como el mayor representante de este en la región. La otra posibilidad sería repetir las elecciones, algo difícilmente justificable ante los electores tras la sorpresiva convocatoria anticipada del mes de diciembre. Los resultados del próximo domingo determinarán la fuerza de cada partido de cara a las negociaciones para posibles pactos y la posible entrada o no de Vox por primera vez en un Gobierno.
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