Kristina Dolgova se encuentra entre los abulenses de adopción que viven con "angustia" e "impotencia" todo lo que ocurre cerca de su casa. No en vano, la conocida profesora de ballet de Ávila proviene de la región de Dombás, donde viven en la actualidad su madre, su hermano, su cuñada y su sobrino de sólo dos años.
"Estoy súper preocupada", comienza a contar Kristina, que vive estos días colgada del teléfono, "para ver si siguen vivos". Así de duro. Kristina no pone paños calientes a la situación que los suyos, vecinos de la ciudad de Donetsk, en zona pro rusa, sufren a diario.
"Ellos escuchan los bombardeos y escuchan disparos en la ciudad", cuenta Kristina lo que, a su vez, le cuentan sus familiares. "Lo peor, dicen, son las noches. Dicen que es horrible, que suena mucho, que tiemblan las ventanas", se entristece la bailarina.
Kristina, que, conoció Ávila gracias a sus visitas con el Ballet Donvas, cuenta también que su hermano, de 45 años, no ha sido reclutado por encontrarse ingresado en el hospital por una dolencia en el corazón. "Pero los hombres no salen a las calles porque, si les ven, les llevan a la guerra", explica Kristina, que habla también de como, pese a todo lo que allí está ocurriendo, la gente trata de hacer una vida lo más "normal" posible. "Pueden salir a hacer la compra y poco más", prosigue describiendo Kristina una situación que, por otra parte, quiere dejar claro que no es nueva.
"Nosotros llevamos así desde 2014", subraya Kristina, que desde ese año no puede viajar a su casa por miedo a la guerra.
Ahora la situación ha empeorado aún más. "Es una impotencia total", lamenta, y sufre hasta el infinito no poder hacer nada por ayudar a quien más quiere. ¿Querría traerlos a España?, le preguntamos. Claro, nos dice. "Pero ellos tampoco quieren salir de allí, es su casa", plantea una situación en cierta medida comprensible. Y aunque quisieran, lo cierto es que tampoco podrían hacer nada. "El tráfico aéreo está cerrado. Los trenes tampoco funcionan...", comparte lo que su familia le cuenta en primera persona.
"La gente lleva allí ocho años escondiéndose y guardándose", prosigue Kristina hilvanando un relato en el que habla también de cómo la relación personal entre rusos y ucranianos nunca ha sido mala. Ella, nos dice, tiene muchos amigos rusos. "Y nunca hemos tenido un problema con ellos. Ellos hablan ucraniano, nosotros ruso... Lo que se ha hecho ahora es poner en contra a unos y otros, es horrible", se duele Kristina, que queda pendiente de las noticias. "Pero sigo las que llegan de allí. Con las de aquí no sabes quiénes son los buenos y quiénes los malos". Pendientes de Nadia y María.
Valle Trincado y Felipe Silvela, propietarios de la Ganadería Cardiel de Ávila, tienen dos preciosas preocupaciones en Ucrania. Porque ellos llevan varios años acogiendo en Ávila de forma temporal a María y Nadia, dos hermanas gemelas a las que quieren como si fueran sus hijas y de las que están pendientes las 24 horas del día.
María y Nadia, que pasaron la última Navidad en Ávila, viven en un orfanato en la ciudad de Kiev, la capital de Ucrania. "Ellas están muertas de miedo", comienza a contarnos una "angustiada" Valle, que al menos, dice, ha podido hablar con las niñas a diario en estos días. La última vez, este mismo jueves. "Para nosotros nuestra mayor preocupación ahora es poder contactar con ellas, saber que están bien", nos dice la madre abulense de estas dos pequeñas de once años, cuya ‘banda sonora’ ahora son "los helicópteros que sobrevuelan Kiev muy bajo".
Ahora mismo, María y Nadia, como tantos otros niños, no acuden a clase. "Les dicen que es por el covid", se entristece Valle al pensar las mentiras piadosas que los padres y profesores tienen que decir a los niños para no asustarles. Pero la realidad es que las niñas ven cómo en su residencia se está vaciando el sótano para, llegado el caso, cobijar allí a los pequeños.
Ante esta situación, Valle y Felipe están haciendo todo lo que está en su mano por poder traer a España a sus niñas. "Varias asociaciones de España e Italia están trabajando juntas para aunar esfuerzos", explica Valle. La idea sería poder trasladar a los niños por carretera a la frontera con Polonia para que, allí, ellos mismos pudieran recogerlas en persona. "Pero está súper difícil", reconoce esta joven ganadera, que habla de Kiev como una ciudad "colapsada".
"No nos queda otra que esperar. Rezar. Intentar tranquilizarlas y tratar de mantenernos nosotros tranquilos", se despide serena Valle.
Los ucranianos residentes en Burgos no saben "qué hacer ni cómo ayudar"
“No sabemos qué hacer ni cómo ayudar”. Así resumen tres ucranianos residentes en Burgos capital y provincia la situación que se vive actualmente en Ucrania, tras la invasión rusa de esta madrugada. La preocupación por sus familiares y amigos, que continúan en el país y el miedo a lo que pueda ocurrir en las próximas horas, mantiene en vela y a la espera constante de noticias sobre su situación.
Victoria Iermachenko nació en Ucrania, sin embargo desde hace 12 años vive en Burgos. Desde hace varios días está pendiente de las informaciones que aparecen en los medios de comunicación sobre la situación en Ucrania ante la amenaza rusa, pero no se imaginaba que finalmente pasaría lo que hoy se desató. “Esta mañana me ha llamado mi madre llorando y diciendo que habían empezado a bombardear un pueblo a 40 kilómetros”, explica en declaraciones a la Agencia Ical. Sus padres y su hermano residen actualmente en Kirovogrado, una ciudad ubicada en el centro de Ucrania. Su hermano además es militar, y cuenta que de madrugada fueron a buscarlo y desde entonces no han podido contactar con él.
“Les habían dicho que en cualquier momento los podían llamar. Ahora no sabemos nada de él”, explica. Con quien sí mantiene comunicación es con su madre, con la que habla cada hora y que le va explicando la situación allí, donde por ejemplo se han parado las fábricas y empieza a haber escasez de algunos productos en las tiendas.
“No podemos hacer nada”, lamenta, dado que, aunque su familia quisiese salir, “las fronteras están cerradas y desde ayer no hay aviones”. Pese a ello, mantiene la esperanza, y está en contacto constante con sus seres queridos.
Desde Villagonzalo Pedernales, en el alfoz de Burgos, Ruslán Akatrinii también vela por la seguridad de su familia y amigos, aunque asegura que está muy “preocupado”, dado que su familia reside en un pueblo y no está siendo fácil contactar con ellos, por la falta de cobertura. “Recibí la noticia sin esperanzas, porque sabía que la situación estaba tensa”, cuenta.
En su caso, Yuliya Nosova , residente en Aranda de Duero (Burgos) desde hace ocho años, apunta que sí pensaba que iban a atacar, y para ella la situación era “clara” desde hace una semana, aunque afirma estar llevando “muy mal” esta situación por los familiares que aún residen en la zona. “Mi padre tiene 82 años y no quiere salir de su casa”, explica, a la vez que lamenta que se encuentra en un sitio “muy peligroso”, dado que están lanzando bombas.
Por el momento pueden mantener las comunicaciones con sus familiares por medio de Internet y las llamadas telefónicas, aunque temen que esta situación cambie y no poder hablar con ellos. Yuliya espera poder participar en las manifestaciones que se están llevando a cabo para condenar estos ataques y recuerda que la población ucraniana necesita ayuda no solo material, sino también “moral.