Castilla y León ha sido la gran perjudicada en el reparto de cargos tras la elección de Alberto Núñez Feijóo como nuevo líder del Partido Popular, este sábado en el Congreso de Sevilla. El incómodo pacto del presidente en funciones de la Junta, Alfonso Fernández Mañueco, con Vox ha relegado a la Comunidad a un segundo plano en el 'núcleo duro' del flamante nuevo dirigente.
A pesar de la buena relación del líder gallego con Mañueco, que presuponía un peso importante del PP de Castilla y León en la nueva cúpula, el presidente en funciones ha terminado siendo el gran perjudicado en un reparto de puestos que ha beneficiado a Galicia y Andalucía y que también ha penalizado a la Comunidad de Madrid, ante la incómoda situación que también tiene Isabel Díaz Ayuso desde que estalló la guerra interna en la formación.
Feijóo y Vox: una relación imposible
El nuevo dirigente del PP mostró –desde su acceso de facto al liderazgo del partido después de la caída en desgracia de Pablo Casado– una intención de descentralizar la formación y dar vía libre a los barones regionales para negociar con libertad sus pactos, según las circunstancias que más beneficiaran al partido en cada territorio. Este cambio de estrategia supuso, a su vez, dar luz verde a Mañueco para negociar con Vox y puso la semilla del acuerdo que ambas formaciones anunciaron en Castilla y León el pasado 10 de marzo, poco antes de constituirse las nuevas Cortes. Pero a pesar de haberlo tolerado, este pacto nunca entusiasmó a Feijóo.
El dirigente gallego ha sido siempre uno de los barones populares más contrarios a cualquier tipo de acuerdo con la formación de Santiago Abascal. Su gestión al frente de la Xunta de Galicia se ha caracterizado siempre por la moderación, la apuesta por el diálogo y los grandes pactos y una defensa férrea de la identidad y la lengua gallega, una posición que se encuentra en las antípodas del centralismo que propugna Vox. En varias entrevistas ha definido al PP de Galicia como "un partido de centro" e incluso reconoció haber votado al PSOE de Felipe González en los años 80.
Desde la irrupción del partido de Santiago Abascal, tras las elecciones andaluzas de diciembre de 2018, Feijóo marcó distancias claras con Vox. Desde un inicio apostó por mantener "a raya" a la formación y solo cuatro meses después de la irrupción del partido cargó duramente contra ellos. "Aquí somos gallegos y somos españoles. No necesitamos ni el carné de gallegos que reparten los nacionalistas ni el carné de españoles que reparte Vox", unas declaraciones muy similares a las que pronunció este fin de semana, tras ser elegido líder del PP. "Guarden sus carnés de patriotas, de demócratas, de españoles. Empecemos a trabajar como adultos. ¡Aquí cabemos todos!", afirmaba, mostrando de forma poco velada el giro al centro y a la apuesta por las mayorías que pretende para el partido.
Un acuerdo que siempre incomodó a Feijóo
A pesar de haber dado luz verde a que Mañueco tuviera las manos libres para negociar, en esa intención descentralizadora, el nuevo líder del PP siempre dejó entrever su incomodidad con ese hipotético pacto. Tras conocerse los resultados electorales del pasado 13 de febrero en Castilla y León, Feijóo pidió a Génova que dejara negociar el futuro Gobierno a Mañueco "sin tutelas" pero, a su vez, hizo una velada petición al PSOE de que se abstuvieran para evitar a Vox.
"Entiendo que hablará con el PSOE y le dirá si está dispuesto a hacer lo que hacen los grandes partidos en Europa: si hay alguna posibilidad de favorecer la investidura del partido más votado", afirmó, poniendo como ejemplo otros pactos de "Gran Coalición" entre centroderecha y centroizquierda que se han producido en Europa, como es el caso de Alemania. Un modelo de pacto que es previsible que intente importar a España, y ya ha mostrado su voluntad de tratar de alcanzar grandes pactos de Estado con el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.
Después de conocerse el acuerdo, el pasado 10 de marzo, Feijóo acusó al PSOE de haber abocado a Mañueco a los brazos de Vox. "Mañueco propuso algo tan democrático como dejar gobernar a la lista más votada. La respuesta del PSOE fue soberbia: ni siquiera se sentó a negociar. El PSOE sólo dejó una posibilidad: elegir entre lista más votada o Vox", afirmó, volviendo a dejar entrever cual hubiera sido su preferencia de acuerdo y acusando a los socialistas de no haberles dejado otra opción que optar por el pacto que a él, personalmente, menos le convencía.
Una buena relación tensada por el pacto con Vox
Mañueco mantiene una relación muy fluida con el líder gallego con quien le une una gran amistad. "Yo creo que Feijóo es un referente. Tiene un liderazgo moral que es incuestionable", aseguraba el presidente en funciones poco después de que empezara a rumorearse que podía optar al liderazgo. Los dos dirigentes han compartido, además, desde sus Gobiernos autonómicos, una serie de proyectos como la defensa del Corredor Atlántico Noroeste o la Declaración de Santiago en defensa de una financiación más justa para sus regiones.
Por otro lado, el PP de Castilla y León ha tenido siempre en común con el PP de Galicia una línea política centrada y moderada, apoyada en una gran implantación territorial ya que ambas formaciones cuentan con más de tres décadas de Gobierno autonómico a sus espaldas. Prueba de ello es la legislación en materia de memoria histórica o violencia de género que han impulsado los populares en la Castilla y León, y que han sido precisamente el mayor punto de fricción con Vox a la hora de llegar a un acuerdo. El propio Feijóo hizo gala de esa histórica relación en el Congreso del PP en Sevilla, calificando al expresidente Juan Vicente Herrera (2001-2019) como "un gran político" y "un castellano y leonés de raza".
Una fluida relación que se ha visto tensada tras el incómodo acuerdo de Mañueco con la formación de Juan García-Gallardo en la Comunidad. Desde el PP nacional, aunque entienden que Mañueco no tenía otra opción que pactar con Vox tras la negativa del PSOE a abstenerse, consideran que el presidente en funciones ha cedido en exceso, al haber entregado a los de García-Gallardo todos y cada uno de los puestos que exigían en el nuevo Ejecutivo: la vicepresidencia, tres consejerías y la presidencia de las Cortes.
Un descontento que ha llevado a que Castilla y León haya sido relegada a un segundo plano en la nueva dirección nacional del partido. Solo tres de los 40 vocales del Comité Ejecutivo Nacional son de la Comunidad. Concretamente, se trata de la presidenta del PP en Segovia, Paloma Sanz, el senador leonés Antonio Silván y la presidenta del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Valladolid, Pilar del Olmo. Lo mismo sucede en la Junta Directiva Nacional. Entre los 25 miembros, solo han sido incluidos, por parte del PPCyL, la consejera de Familia en funciones, Isabel Blanco, y al consejero de Agricultura en funciones, Jesús Julio Carnero.
Feijóo ha premiado, en cambio, al PP de Galicia –formación que el nuevo líder ha dirigido durante 16 años, desde que sucediera a Manuel Fraga en 2006– y al PP de Andalucía de Juan Manuel Moreno. El líder andaluz ha sido el gran beneficiado en la configuración de los nuevos órganos del partido ya que también se ha caracterizado siempre por la moderación y, en su caso, dirige el único Gobierno que el PP mantiene con Ciudadanos –tras las rupturas en la Comunidad de Madrid, Murcia y Castilla y León– aunque requiriera del apoyo de Vox para su investidura en enero de 2019. El transcurrrir de los acontecimientos determinará si las relaciones entre Feijóo y Mañueco vuelven a su cauce, y el incómodo pacto se olvida, o si, por el contrario, el acuerdo con Vox lastra definitivamente una histórica amistad.