La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, se ha convertido este martes en la principal valedora del pacto de Gobierno entre PP y Vox en Castilla y León, el primero del que forma parte el partido de Santiago Abascal. La dirigente madrileña ha sido la protagonista en la toma de posesión de Alfonso Fernández Mañueco como presidente de la Junta, en un acto que ha estado marcado por la ausencia del presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo, que ha querido evitar a toda costa la foto con Vox y ha enviado a su número dos, Cuca Gamarra, como representación de la dirección nacional.
Ayuso y Mañueco han configurado en los últimos dos meses un auténtico tándem dentro del PP y se han significado como los dos dirigentes más favorables a pactar con Vox e incluir a esa formación en Ejecutivos de coalición, aunque por motivos diferentes. En el caso de Ayuso por afinidad ideológica, en el de Mañueco ha sido más bien la conveniencia y la necesidad impuesta por la aritmética parlamentaria la que le ha echado en brazos de la formación dirigida en la región por Juan García-Gallardo. No obstante, la buena sintonía entre Ayuso y Mañueco es un fenómeno reciente.
De un inicio político paralelo a las tensiones por la pandemia
El presidente de la Junta y la presidenta de la Comunidad de Madrid han compartido caminos políticos paralelos ya que ambos fueron investidos casi al unísono en un momento muy complicado para su partido. Mañueco accedió al cargo en julio de 2019, tras lograr un acuerdo con Ciudadanos, y Ayuso en agosto de ese mismo año, tras un pacto análogo con la formación liberal.
En ese momento, ambos eran candidatos nuevos y relativamente desconocidos y compartían tener que gestionar situaciones complicadas para el PP en dos regiones que habían sido un auténtico feudo de los populares durante las últimas dos décadas. Tanto en Castilla y León como en la Comunidad de Madrid los populares se vieron sobrepasados en las urnas por el PSOE en aquella cita electoral y fue tan solo a través de los acuerdos con Ciudadanos como estos dos nuevos gobernantes pudieron salvar los muebles y evitar que el PP fuera desalojado del poder.
Pero los caminos entre ambos se distanciarían pronto. El estallido de la pandemia de la covid-19 en marzo de 2020, y la aprobación del estado de alarma, inició un período de desencuentros entre los Ejecutivos de ambas comunidades autónomas. Ayuso se convirtió en la dirigente autonómica más crítica con la gestión del Gobierno central mientras que Mañueco optó por mantenerse leal al Ejecutivo en ese momento excepcional. Unas posiciones que casaban con la tradicional tendencia moderada del PP de Castilla y León y la defensa del 'ala dura' por parte del PP de Madrid.
Una vez que la gestión de las restricciones pasó a las comunidades autónomas, y aprobado el segundo estado de alarma de octubre de 2020 que, entre otras medidas, establecía los toques de queda, el distanciamiento entre Mañueco y Ayuso se hizo aún más visible. Castilla y León se consagró como una de las regiones partidarias de imponer medidas más duras –si bien es cierto que la batuta de esas restricciones la llevaron el vicepresidente, Francisco Igea, y la consejera de Sanidad, Verónica Casado, de Ciudadanos– mientras que Madrid optaba por restringir al mínimo y hacer de la "libertad" su lema.
Castilla y León mantuvo el toque de queda a las 22:00 de la noche –y llegaría a imponerlo a las 20:00 hasta que esa medida fue tumbada por el Tribunal Supremo en febrero de 2021– mientras que la Comunidad de Madrid lo mantuvo a las 00.00 horas durante la mayor parte de la pandemia. Además, la cuestión de las restricciones a la movilidad entre comunidades generó tensiones ya que Ayuso siempre fue partidaria de abrir su región, algo que afectaba directamente a Castilla y León que cuenta con una gran cantidad de ciudadanos que van a trabajar a esa comunidad.
De hecho, el 7 de marzo de 2021, cuando se debatían las restricciones a la movilidad durante la Semana Santa y Ayuso era la única dirigente partidaria de mantener su comunidad abierta, Mañueco le lanzaba un dardo. El presidente de la Junta insistía en que "se tiene que hacer el esfuerzo del diálogo, de entendimiento y de lograr una postura común" y aunque consideraba que Ayuso pensaba "en las peculiaridades y circunstancias" de su región aseguraba que "esta pandemia supera una ciudad o una comunidad autónoma por grande que pueda ser en población o superficie".
Fin de las restricciones, proyección de Ayuso y elecciones anticipadas
El mes de mayo de 2021 marcó un antes y un después en las relaciones entre ambos dirigentes. El final del estado de alarma y de los toques de queda y las restricciones a la movilidad relajó las tensiones entre ambos dirigentes al desaparecer uno de los principales puntos de fricción entre ambos Gobiernos autonómicos. Además, la relajación de las restricciones coincidió con la arrolladora victoria de Ayuso en las elecciones madrileñas del día 4, que comenzó a proyectarla como una de las figuras en auge del PP a nivel nacional.
Mañueco tomó nota de la estrategia de Ayuso –disolver el Gobierno, destituir a los consejeros de Ciudadanos y convocar elecciones anticipadas– y utilizó el mismo mecanismo meses después para anticipar las elecciones en Castilla y León, el 20 de diciembre. Al igual que su homóloga madrileña, acusó a Ciudadanos de estar tramando una moción de censura con el PSOE y anticipó las elecciones con el objetivo de neutralizar a su otrora rival político en el espacio del centroderecha, en ese momento en horas bajas.
Durante la campaña electoral de los comicios autonómicos ya comenzó a vislumbrarse de forma clara el acercamiento de Mañueco a una Ayuso con cada vez mayor proyección en el seno del partido. El pasado 10 de enero, el presidente de la Junta aseguraba que Ayuso era "un modelo de éxito" para el PP y que "sus políticas" eran las que él quería llevar a cabo en Castilla y León.
Tras los resultados electorales del pasado 13 de febrero, que daban como única opción a Mañueco para gobernar el pacto con Vox -una vez el PSOE descartó su abstención si el PP no hacía un cordón sanitario a los de Abascal en toda España, algo inasumible por los populares- Ayuso fue la única dirigente que se mostró abiertamente partidaria de incluir a Vox en el Ejecutivo autonómico.
El entonces presidente del partido, Pablo Casado, ató en corto a Mañueco, que horas posteriores a conocerse los resultados no descartaba ningún posible pacto o escenario, y aseguró que el Gobierno debía ser "fuerte y en solitario", algo que el presidente en funciones de Castilla y León asumió sin rechistar. Desde ese momento, todos los cargos del partido y pesos pesados históricos como José María Aznar comenzaron a entonar ese discurso al unísono, pero una voz discrepó: Isabel Díaz Ayuso.
La presidenta madrileña pidió a Mañueco un pacto con Vox que buscara "con otros" lo que les une. "Que no nos importe lo que piense la izquierda de nuestros pactos", afirmó con rotundidad Ayuso, lanzando la acusación velada a Casado de estar rechazando el pacto con Vox por miedo a la opinión pública de izquierdas. "Espero que haya pronto un gobierno basado en la suma de intereses frente a este proyecto totalitario que está destrozando España", añadía la presidenta madrileña, enmendando así la posición de la dirección nacional.
La caída en desgracia de Pablo Casado tras la guerra interna desatada en el PP por el presunto espionaje de la dirección a Ayuso dio vía libre a Mañueco para alcanzar el acuerdo con Vox, que sería rubricado el pasado 10 de marzo, tras la sesión constitutiva de las Cortes. Se cumplían de esta manera los deseos de Ayuso y el presidente de Castilla y León y la dirigente madrileña unían aún más sus destinos políticos.
El nuevo presidente del partido, Alberto Núñez Feijóo, decidió, tras su encumbramiento, no poner palos en las ruedas a ese acuerdo y dejó las manos libres a Mañueco para pactar, mostrando su intención de descentralizar el partido y dar más libertad a los barones regionales. No obstante, nunca ocultó su incomodidad con el pacto con una formación a la que Feijóo había abogado por mantener "a raya" desde su irrupción en la política nacional en diciembre de 2018.
Una incomodidad demostrada cuando, tras la configuración de la nueva dirección nacional del PP después del Congreso de los días 1 y 2 de abril, Castilla y León y la Comunidad de Madrid fueron relegadas a un segundo plano a pesar de ser dos de los feudos históricos del partido. Un tándem entre Ayuso y Mañueco que parece estar asentándose como punta de lanza del visto bueno a los acuerdos con Vox, frente a un Feijóo poco partidario de optar por esa vía para gobernar.