Voces, carreras, algún que otro balonazo. La jovial algarabía que acompaña indefectiblemente a cualquier reunión infantil, masiva o íntima. Algunos niños pueblan el campo de fútbol, algo irregular, pero de césped natural. El partido es un ‘correcalles’, como mandan los cánones del patio. Otros pelotean en la cancha exterior de fútbol sala y, más allá, otros pocos lanzan a canasta, aprovechando un pequeño tramo asfaltado que queda en sombra. Mientras, al filo del mediodía, el cielo del Campo Charro irradia un brillo primaveral que invita a comerse el hornazo en pleno Lunes de Aguas. Eso sí, nada del ensordecedor ruido de las bombas rusas, ni de la lluvia de metralla que aún pronostica 'la meteorología' tras las fronteras ucranianas.
“El rescate fue rápido. Unos 30 minutos. Estaban dispuestos en fila y los metimos a todos en autobuses para escapar hacia la frontera”. Son palabras de Conrado Giménez, fundador y presidente de la Fundación Madrina, artífice del rescate de 87 niños que residían en un orfanato ucraniano, en pleno asedio de los bombardeos por parte de tropas rusas. “Llevábamos el pensamiento de que era posible que algunos de nosotros no sobreviviéramos”, relata Giménez, confesando que, en el seno de la misión, acordaron que "quien lograra salir con vida" de Ucrania, prometía llevarse consigo a los niños. Tras un largo y peligroso viaje hasta los confines del país, un avión militar, fletado por el Ministerio de Defensa, les llevó a bordo hasta suelo español.
Hoy, 25 de abril, se celebra la Pascua ucraniana. “Es un día de resurrección”, comenta el presidente de Madrina. Los 87 niños disfrutan ahora de la paz de un pequeño pueblo salmantino donde se erige el Colegio La Inmaculada, en cuyas instalaciones ya residen. También juegan y aprenden junto a otros muchos niños de procedencias muy diversas: brasileños, guineanos, senegaleses. La integración, según dicen, está marchando sobre ruedas. “¡Sííííí!”, habría gritado el resto al ser preguntado si quería que un puñado de pequeños que huían de la guerra en el este de Europa se convirtieran pronto en sus compañeros. La Fundación, por su parte, ya lleva 19 convoyes que han traído a más de 1.500 refugiados desde las fronteras ucranianas.
Este lunes, que lo es ‘de Aguas’ en Salamanca, resulta especial en La Inmaculada. Los niños ucranianos reciben la visita del presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco, quien cuenta en su 'patria chica' con la compañía de otras autoridades, como la de la consejera de Familia e Igualdad de Oportunidades, Isabel Blanco; el delegado territorial de la Junta en Salamanca, Eloy Ruiz, y el presidente de la Diputación Provincial, Javier Iglesias. El mandatario, vestido de sport, se anima incluso a compartir un rato de balón con los pequeños ucranianos lanzando a canasta. Marra su tiro el presidente autonómico, aunque su presencia en Armenteros sirve para impulsar la labor de cuantos trabajan por dotar de una infancia libre y segura a los niños que huyen de la guerra.
Según Giménez, cuando aterrizaron en Torrejón de Ardoz, ya recibieron los parabienes de los miembros de la Unidad Militar de Emergencia, que jugaron con ellos y les ayudaron a parar el golpe emocional. “Se ponían muy nerviosos al ver un avión o hasta un globo. Pero están felices ahora”, celebra en el Colegio La Inmaculada. “La primera vez que lo visitamos, pensamos: aquí es”, rememora. “Para mi es un honor estar aquí. La conclusión que saco de todo esto es que, hasta en mitad de la guerra, Dios todavía no ha perdido la esperanza en el hombre. Gracias por este pequeño milagro. Lo hemos llamado, un pequeño paraíso”, finaliza.
Mediante un esforzado español, una representante rusa de la Fundación Milagros del Corazón agradece también a quienes han hecho posible el viaje. “Gracias a las autoridades ucranianas por el permiso para que este grupo viaje a España. La situación en Ucrania es muy peligrosa. Estamos muy felices de estar aquí. Tenemos el permiso del Ministerio de Política Social de Ucrania y del Departamento de Educación de Donestk. Muchas gracias a la Fundacional Madrina y a las otras entidades que participan en este proyecto”, manifiesta ante los medios de comunicación desplazados a Armenteros. También un miembro de la Embajada ucraniana toma la palabra para, brevemente, dar “mil gracias” a las organizaciones por “abrir sus manos y sus corazones” a estos chicos.
Por su parte, el coordinador del Colegio La Inmaculada, Blas Rodríguez, invita a guardar silencio. “Esto es vida”, manifiesta ante la algarabía de los niños jugando. Se acuerda de “Don Juan”, el impulsor del proyecto en el colegio, quien “quería que esto fuera un hogar y un taller para que los alumnos hicieran de acero sus cuerpos y de oro sus almas”. Apela a la vocación de “universalidad” del centro y reclama ante el presidente de la Junta “apoyo institucional” para ser "un motor desarrollo en la zona". “Aquí no hay vallas. Esto es un oasis de libertad en medio de esta naturaleza tan bella”, comenta. Los chicos, según dice, estarán bien. “Aquí no hay escaparates. O estudian y hacen deporte, o se aburren”.