Autenticidad es hacer coincidir lo que uno piensa, con lo que dices y con lo que haces. No sirve de nada predicar aquello que tú no practicas o hacer algo que en absoluto coincide con lo que piensas. Hay demasiada gente a nuestro alrededor a la que escuchamos declaraciones o aseveraciones que en absoluto coinciden con sus acciones.
Muchas veces les digo a mis hijos que “hechos son amores y no buenas razones”. No me gustan las afirmaciones o las palabras huecas que no vienen acompañadas de hechos. Escuchamos demasiados compromisos de personas que sólo hablan, pero cuando se marchan ya no se acuerdan de lo que dijeron. Esto es especialmente típico en época electoral: muchas promesas que después de olvidan.
La autenticidad y la coherencia son hermanas gemelas, muy importantes para transmitir credibilidad. Las personas que ostentan posiciones de liderazgo ya sea político o empresarial deberían ser siempre auténticas y coherentes. Me parece una condición imprescindible.
Fran Chuan en su libro “Autenticidad” nos cuenta a través del dialogo de dos hombres, como es posible desarrollar la innovación en el ámbito empresarial y garantizar su crecimiento a través del buen gobierno, confiando en las personas y siendo auténtico.
En demasiadas ocasiones asistimos y somos testigos directos de acciones de lideres políticos que están vacías, huecas, son solo una pose que no supone el ejercicio de lo que se ha comprometido o declarado.
NO TODO ES VERDAD
En “El nuevo traje del emperador” todos los que están alrededor le siguen la farsa de que va vestido, aunque realmente esta desnudo, y nadie se atreve a decírselo. Solo un niño se atrevió a hacerlo. Este cuento de Hans Christian Andersen tiene variantes en diferentes lugares del mundo y ha dado lugar a utilizar sus moralejas en múltiples ocasiones.
En este sentido, una de ellas, es que no todo lo que se dice o sostiene en determinados grupos de interés es verdad, ni tampoco se puede pensar que existen preguntas estúpidas.
Asistimos en demasiadas ocasiones a “verdades” que pretenden ser impuestas por aquellos que ocupan posiciones de liderazgo o de poder.
Hay ocasiones que llegamos a pensar que quizás algunos nos toman por tontos. Esto resulta especialmente llamativo cuando en privado y de manera individual se comenta un determinado hecho en el que se califica o interpreta un gesto que de manera clara no tiene otro sentido para cualquiera que lo haya presenciado.
Ahora bien, cuando la calificación tiene que ser compartida en público o de manera global no se expone abiertamente.
RESPETO A LOS DEMÁS
La autenticidad y la realidad deben ir siempre acompañadas del respeto al prójimo. Podemos disentir en las posiciones tanto desde un punto de vista intelectual como ideológico, pero siempre se debe de hacer desde el máximo RESPETO. El respeto implica no causar daño al otro, no ofender gratuitamente.
El respeto y la educación son la base de la convivencia. Discrepar desde el respeto, oponerse al otro con educación. Siempre he pensado que sin estas dos premisas no se puede andar por la vida.
Cada vez en mayor medida las personas se pierden el respeto y la educación. Ahora bien, cuando quien lo tiene que acreditar ostenta un cargo público, la necesidad de mantener siempre el respeto y la educación se convierten en una obligación ineludible. Más aún si estas en sede parlamentaria, dónde se expresa la voluntad popular recibida en las urnas y delegada por todos los ciudadanos. Se trata de dar ejemplo, de mostrar a la sociedad que desde el respeto se puede defender cualquier posición. Sin respeto, hasta los argumentos más sólidos pierden valor por muy fundados que estén.
En un tiempo en el que cada vez asistimos a más exhibiciones de falta de autenticidad, de falta de respeto o de la más elemental educación, me parece importante traer esta reflexión en domingo, que estamos todos más tranquilos y hacer una llamada para que en una sociedad desarrollada y evolucionada no olvidemos nunca que el RESPETO Y LA EDUCACIÓN son la base de nuestra convivencia.