William Randolph Hearst era un gran acaparador de obras de arte. En los años 20 del siglo pasado se produjo el momento de máximo apogeo en lo que al mercado de antigüedades españolas en Estados Unidos se refiere y él se convirtió en el coleccionista con la cuenta más abultada. Era uno de los más ricos del mundo, de los que más dinero tenía. Los vendedores sabían que él era el comprador que más alto precio iba a ofrecer por sus joyas patrimoniales y se beneficiaban de ello”, explica en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León, María José Martínez Ruiz, profesora titular de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid.

Ella es, también, la coautora, junto a José Miguel Merino de Cáceres, de la publicación que lleva por nombre: ‘La destrucción del patrimonio artístico español. William Randolph Hearst: ‘El gran acaparador’’. Una obra única y un estudio espectacular de más de 700 páginas en el que se mira al detalle la figura de uno de los más febriles coleccionistas de arte de todos los tiempos con un análisis exhaustivo de sus compras y adquisiciones en toda España, también en Castilla y León.

William Randolph Hearst nació en San Francisco el 29 de abril de 1863. Fue uno de los más grandes magnates de la historia de la comunicación en el siglo XX. Además, un coleccionista de arte sin límites. De los más importantes de todos los tiempos. De hecho, Castilla y León lo sufrió en sus propias carnes. El estadounidense se llevó de nuestras tierras joyas de valor incalculable como la reja de la Catedral de Valladolid, las dependencias monacales del Monasterio de Sacramenia, tapices de la Catedral de Palencia, y algunos elementos del Castillo de Benavente, en la provincia de Zamora. También del Convento de San Francisco en Cuéllar. 

Ciudadano Kane de Orson Welles y la muerte de su madre en 1919

Fue el 1 de mayo de 1941 en el RKO Palace de Broadway, en Nueva York, cuando nació la leyenda de Kane, la de Hearst, y, quizás, la de ambos. Fue ese día cuando se estrenó una de las mejores películas de la historia del cine: ‘Ciudadano Kane’. Orson Welles, el director del largometraje, brindó a Hearst un personaje que se ha vuelto ya inmortal. Consiguió convertir en espectáculo la vida de alguien que había construido su imperio mudando la vida pública en una gran representación.

La faceta como coleccionista de arte de Hearst, en la película Ciudadano Kane, recibió una gran atención en el largometraje de Welles. No pasan desapercibidas ni la grandiosidad de la residencia californiana de Kane, Xanadú (en la película), ni los cientos de obras artísticas o cajas que contenían piezas de diversa procedencia acumuladas en dicha residencia”, nos confiesa María José Martínez Ruiz.

De hecho, algunas frases de la película de Welles tienden a caracterizar a Kane-Hearst como un auténtico acaparador. Por ejemplo, cuando Bernstein le dice: “Aún le queda mucho arte por comprar en Europa” y el magnate responde: “No es culpa mía, Mr. Bernstein, llevan dos mil años haciendo estatuas y yo solo cinco años comprándolas”.

La profesora de la Universidad de Valladolid añade que la faceta de Hearst como comprador empieza “desde niño”. Su madre, Phoebe Apperson Hearst fue “una de las grandes filántropas” y “mecenas y benefactora de la Universidad de Berkeley”. Desde poco después del 1863 ambos realizaron diversos viajes por Europa en los que compraban ya objetos de gran valor.

“Su padre, George Hearst, murió el 28 de febrero de 1891 y le dejó un medio para formarse como periodista y forjar su gran holding. Fue coleccionista desde joven, pero cuando fallece también su madre en 1919 comenzó a comprar compulsivamente”, asegura nuestra entrevistada.

Fue un punto de inflexión para el que es Ciudadano Kane en la gran pantalla. Ahí arrancó con la construcción del Castillo Hearst. Un complejo residencial que fue encargado por el gran magnate de la prensa a la arquitecta Julia Morgan, su mano derecha. Situado cerca de San Simeón en California y dentro de los Estados Unidos. Un conjunto arquitectónico que fue incluido en el Registro Nacional de los Lugares Históricos.

Se construyó entre 1919, año del fallecimiento de su madre, y el 1947. Allí, el protagonista de este reportaje invitó a grandes estrellas de Hollywood como Charles Chaplin, Joan Crawford o Cary Grant. Terminó de construirse en 1947 con incesantes obras y reformas, pero Hearst apenas pudo disfrutarla acabada, ya que enfermaba ese año para fallecer en 1951, concretamente el 14 de agosto en su residencia de Beverly Hills.

“Además de la construcción de esta residencia tuvo un proyecto frustrado. Quería crear un museo en honor a su madre en el campus de la Universidad de Berkeley, pero nunca pudo hacerlo. Esto podría explicar alguna de sus compras como la del Monasterio de Sacramenia, por ejemplo”, añade nuestra especialista.

La reja de la Catedral de Valladolid

La reja de la Catedral de Valladolid fue una operación curiosa. La compró Arthur Byne para William Randolph Hearst en el año 1929 y fue singular. Se trataba de la reja desmontada que cerraba el coro en la nave central de este edificio emblemático de la ciudad del Pisuerga”, asegura nuestra entrevistada.

Una reja que había sido realizada en el año 1763 por uno de los mejores herreros de la época: Rafael Amezúa. Durante años fue una pieza muy valorada en el templo pucelano, pero finalmente sería desmontada y abandonada, lo que aprovechó el magnate estadounidense para hacerse con ella a un precio irrisorio. Hablan de 500 pesetas.

Se trataba de un elemento muy grande de unos 15 por 12 metros que contaba con unos elementos y detalles de valor artístico incontestable. El cabildo de la Catedral de Valladolid quería quitárselo de en medio como fuera y fue tasado por un herrero. Una joya de valor incalculable que iba a ser vendido a precio de hierro, ni más ni menos. Una peseta y quince céntimos el kilo, ese fue el trato de venta. Una maravilla que Hearst conseguía, para ampliar su colección, a precio de risa.

La reja de la Catedral de Valladolid en The Metropolitan Museum of Art de New York The Postal navideña de Metropolitan Museum of Art de New York

La reja es adquirida con un zócalo de piedra y dos púlpitos que la acompañaban. Sale de España en el año 1929 rumbo a las manos de Hearst. Cuando Julia Morgan, su arquitecta, se encuentra con este elemento de grandes dimensiones, no sabe encontrar su ubicación adecuada y permaneció en un almacén de Nueva York durante años. No llegó a disfrutarla antes de fallecer, por lo tanto”, nos explica María José Martínez Ruiz.

Fallecido ya el magnate norteamericano, la Fundación Hearst, en el año 1956, se la cede al  Museo Metropolitan. En 1957 es instalada en el edificio principal del Metropolitan Museum en la 5ª Avenida de Nueva York. Hoy en día, continúa expuesta en el lugar y sirve de imagen para felicitar la Navidad, algo que no le sentó nada bien a Óscar Puente, alcalde de Valladolid, hace un par de años.

Las dependencias monacales del Monasterio de Sacramenia

“Este es, sin lugar a duda, uno de los elementos arquitectónicos más importantes que William Randolph Hearst adquirió, también por mediación de Byne, ya no solo en Castilla y León sino a lo largo y ancho de todo el territorio español. Sin embargo, tampoco pudo ser aprovechado por su dueño. Quedó en un almacén hasta que, en 1951, los restos del monasterio se subastaron y dos agentes los compraron para construir un parque temático en Miami”, afirma María José Martínez Ruiz.

En la provincia de Segovia, tanto en Cuéllar con el Convento de San Francisco, como en Sacramenia, con el monasterio cisterciense de Santa María la Real, del siglo XII y construido en unos terrenos donados por el rey Alfonso VII, también puso sus ojos William Randolph Hearst.

“Carlos Guitián, la persona que tenía el monasterio en propiedad muere. Su yerno recibió una oferta por parte de Arthur Byne y llegan a un acuerdo para comprar la mayor parte del monasterio. Tanto el claustro, como la sala capitular y también el refectorio, pero no la iglesia y el almacén en el que se guardaban las provisiones del monasterio”, añade nuestra entrevistada.

De nuevo, Byne compraba para Hearst otro emblema patrimonial de Castilla y León a un precio bajo. Se dice que de 40.000 dólares. Una compra que fructifica en el año 1926. Comienza así el traslado de la joya, pieza a pieza. Más de 35.000 bloques de piedra que se embalaron en cerca de 10.500 cajas que se enviaron, por ferrocarril, hasta el puerto de Valencia, tal y como dio a conocer José Miguel Merino de Cáceres hace años en su tesis doctoral.

El Claustro del Monasterio de Santa María de Sacramenia en Miami ICAL

Nuestra entrevistada añade que la idea pasaba por conseguir que “esas cajas embarcaran hacia Nueva York” para después “trasladarlas hasta California”. Sin embargo, cuando la embarcación paró en el puerto de Nueva York, las autoridades sanitarias “paralizaron la importación y prohibieron la descarga de las cajas” ya que por aquel entonces “había en España una epidemia de fiebre aftosa” y “tenían miedo de que la paja que embalaba las piedras pudiera estar infectada”. Por tanto, las piezas del monasterio estuvieron allí paradas durante tres años, ni más ni menos. Tras esto, las cajas fueron enviadas a los depósitos portuarios de la ciudad estadounidense donde permanecieron hasta 1951.

“Y fue precisamente en ese año cuando fallece Hearst por lo que los hijos tenían en propiedad todas las piezas del monasterio que fueron subastadas y adquiridas por William Edgemon y Raymon Moss que vieron la posibilidad de utilizar esta joya como centro de festejos y celebraciones en Miami”, añade nuestra entrevistada.

Pero la reconstrucción fue complicada, pieza a pieza, en Miami. Lo lograron, finalmente, allá por el año 1954. Con un éxito cuestionable. Incluso llegaron a añadir piezas de otros monumentos como los escudos de armas que completan el claustro y que venían del monasterio de San Francisco de Cuéllar del que ahora les hablaremos.

La construcción como parque temático en Miami no tuvo éxito. Sin embargo, sería adquirido por el obispo del estado de Florida para convertirse en uno de los grandes atractivos del condado de Miami. Es utilizado en la actualidad para celebrar ceremonias religiosas, e incluso, bodas”, añade nuestra especialista.

Mientras tanto, lo que quedó de este emblemático monumento en Sacramenia, tanto la iglesia como la cilla, fueron declarados monumento histórico-artístico allá por 1931. La iglesia románica del antiguo Monasterio de Santa María La Real es el mayor de la provincia de Segovia, tras la catedral y la iglesia de Villacastín y sigue siendo visitada por miles de turistas.

El Convento de San Francisco en Cuéllar

El valor patrimonial del Convento de San Francisco es muy amplio. Es del siglo XIII y de estilo mudéjar, como otros muchos elementos patrimoniales de nuestro pueblo. Se enterraban nobles castellanos, después pasó a ser fábrica de harina y, en la actualidad, desde el Ayuntamiento, hemos rehabilitado una parte que utilizamos para usos culturales”, nos explica Maite Sánchez, concejala de Cultura, Turismo y Patrimonio en el Ayuntamiento de Cuéllar.

William Randolph Hearst también consiguió hacerse con piezas de esta joya de nuestra Comunidad. Sin embargo, el rastro de la compra no nos lleva directamente hasta él. “El que adquiere buena parte de los conjuntos funerarios de este convento es Lionel Harris”, añade María José Martínez Ruiz.

El Convento de San Francisco en Cuéllar hace años Cedida por el Ayuntamiento de Cuéllar

Harris era un anticuario británico, de principios del siglo XX, cuya firma: The Spanish Art Gallery, tenía su sede principal en Londres, pero también contaba con una sede en Madrid. Era interesante para él porque recorría, en estas primeras décadas del siglo XX, la geografía española en busca de todo género de obras de arte, incluidos conjuntos funerarios como este de Cuéllar.

A Harris corresponde la adquisición y venta de estos túmulos funerarios de la familia de Alburquerque que procedían del Convento de San Francisco de Cuéllar, en las primeras décadas del siglo XX. Vende parte a Archer Milton Huntington, que fue el fundador de la Hispanic Society of America en New York, al V&A Museum, entonces Museo de South Kensington, y es cierto que William Randolph Hearst compra unas pequeñas piezas que procedían de este conjunto funerario”, añade la profesora de la Universidad de Valladolid mientras que Maite Sánchez explica que lo comprado “se trata de unos ángeles tenantes que se encuentran decorando el Monasterio de Sacramenia en Miami en la actualidad”.

A modo de apunte, y hablando también de Harris, que compraba obras en España y las vendía con destino a las Islas Británicas y también a Estados Unidos, adquirió, como asegura María José Ruiz, en las primeras décadas del XX, la “escultura funeraria de Alonso de Mera, su sepulcro, que acaba vendiendo a Hearst”. Procedía del Convento de San Pablo y San Ildefonso de Zamora. Se acabó vendiendo y hoy está en Boston, en el Museo de Bellas Artes, o los conjuntos funerarios procedentes de San Pedro de Ocaña (Toledo), hoy repartidos entre el V&A Museum y la Hispanic Society of America.

El Convento de San Francisco en Cuéllar en la actualidad Cedida por el Ayuntamiento de Cuéllar

El castillo de Benavente

El castillo de Benavente es un símbolo para todos los vecinos del lugar. Data del año 1398, cuando Alfonso Pimentel recibe la villa. En 1499, aproximadamente, la fortaleza estaba bastante deteriorada y el V Conde de Benavente realizó reparaciones, aunque la fortaleza se quemaría durante la invasión napoleónica y sus restos se conservan hasta hoy”, explica la alcaldesa de la localidad zamorana, Beatriz Asensio, en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León.

La regidora afirma que allá por “el año 1504 se levantó la torre de caracol” del castillo. En la actualidad es una de las instantáneas más reconocidas en el municipio zamorano. Allí, los turistas se sacan sus fotos, incluso las de boda, y pasa por ser la joya de la corona frente a otros monumentos que destacan en el lugar como el Hospital de San Juan, la Iglesia de Santa María o el Hospital de la Piedad.

No hay una gran abundancia de documentos con respecto a esto, pero en el libro que lleva por nombre ‘La destrucción del patrimonio artístico español. William Randolph Hearst: ‘El gran acaparador’’, de María José Martínez Ruiz y José Miguel Merino de Cáceres, se apunta que las negociaciones para adquirir ciertos objetos por parte de Arthur Byne para Hearst en la fortaleza zamorana, se desarrollaron en el año 1929, el 19 de septiembre.

“Calculamos que se produjo entre el año 1929 y 1930. Hearst adquiere objetos del Castillo de Benavente como pueden ser marcos de puertas y ventanas que contaban con elementos ornados. En definitiva, elementos decorativos que en la actualidad desconocemos donde están ubicadas”, explica Martínez Ruiz.

Torre del Caracol del Castillo de Benavente ICAL / Eduardo Margareto

Tapices y techos en Palencia y Valladolid

Las compras de obras de arte del estadounidense llegan también hasta la Catedral de Palencia. Allí compró cuatro tapices “bellísimos y muy interesantes de la serie ‘La Redención y Salvación del Hombre’ de principios del Siglo XVI”, añade la especialista. Cuatro tapices que fueron también comprados por Arthur Byne para su cliente William Randolph Hearst.

Formaliza la adquisición en 1935, poco antes de que Byne sufra un accidente de tráfico y fallezca en el mismo. Y es que a Hearst “le encantaban los tapices”, llegando a ser, también y por aquellas fechas, uno de los más grandes coleccionistas de paños. En España se conservaban muchas de estas joyas en catedrales, templos y colecciones privadas. La Catedral de Palencia es un claro ejemplo de ello.

La Catedral de Palencia Brágimo / ICAL

“En la dispersión de la colección de Hearst, curiosamente, esos tapices regresaron a Bruselas que es donde fueron tejidos y comprados en 1519 por la catedral palentina. Ahora están en el Museo de Bellas Artes de la capital belga”, añade la profesora de la Universidad de Valladolid.

Además de los tapices, armaduras, cerámicas y demás, el protagonista de este reportaje compró también decenas de techos. “Algunos de ellos en la provincia de Valladolid como uno de los que formaron parte del Palacio Fortaleza de Curiel de Duero”, finaliza nuestra entrevistada.

Un afán comprador y coleccionista de William Randolph Hearst que se dejó ver en Castilla y León de donde se llevó auténticas joyas del patrimonio de nuestra Comunidad.

 

Noticias relacionadas