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Las dimensiones reales de la destrucción que la DANA ha sembrado en el arco mediterráneo aún son inimaginables. El coste en vidas humanas, insoportable, se une a las pérdidas inconmensurables en infraestructuras, viviendas y actividad económica.

El Colegio Profesional de Geografía en Castilla y León ha lanzado un comunicado con que quiere transmitir a la sociedad su “preocupación” por el impacto que la DANA ha tenido particularmente en la Comunidad Valenciana, Castilla-La Mancha y Andalucía y se solidariza con las víctimas y sus familias.

“Desde el órgano colegial creemos que es el momento de abrir el debate para que estas situaciones no vuelvan a ocurrir, dado que está claro que hay una sobreexposición a riesgos climáticos”, no duda en asegurar.

“Debemos tener claro que es una evidencia que el modelo de urbanización que ha tenido lugar en el arco mediterráneo durante finales del siglo XX y principios del XXI ha obviado el espacio natural de canalización del agua: zonas de descarga de ramblas, terreno marítimo, zonas de riberas, torrenteras... si bien este no es un problema que se haya descubierto en este momento pues DANAs hay todos los años y siempre suele haber inundaciones”, señala.

Para los geógrafos, la cuestión es “¿por qué ha ocurrido esta descarga de agua tan grande en tan poco tiempo?”. A este respecto, el colegio afirma que este desastre evidencia “la imposibilidad de negar el cambio climático”.

“Y es que fenómenos de este tipo son cada vez más frecuentes debido al aumento de la temperatura del Mediterráneo lo que provoca mayor acumulación de energía y, por lo tanto, manifestaciones más virulentas.

Asimismo, apunta a que “no hay que olvidar tampoco que la sociedad no está acostumbrada a afrontar estas situaciones, nadie nos ha enseñado a cómo comportarnos para mitigar el impacto de este fenómeno en nuestras vidas, por ello es inconcebible que hubiera coches en carreteras o personas trabajando cuando debían estar en un lugar seguro”.

Por ello, el colectivo de geógrafos entiende que es el momento “de afrontar de forma decidida el cambio climático con una adecuada adaptación a la nueva realidad climática, necesitamos una ordenación del territorio que sea lógica, sin ocupar espacios de circulación de agua, así como en protocolos e inversión en formación a la ciudadanía. Estamos, probablemente ante el reto más importante que nos espera en las próximas décadas”.