Madrid tenía censado el 1 de enero de 2021 a 6.745.591 habitantes. Vida nerviosa, ajetreada, rodeado motores de coches, idas y venidas, viajes en metro, aglomeraciones. En definitiva, una vida de ciudad, que no mala. Sin embargo, a veces sentimos la necesidad de cambiar de aires, a aires puros.
Alberto, ingeniero de telecomunicaciones, y Lorena, que se dedica al mundo del marketing, hace dos años se fueron de Madrid, junto con sus dos hijos, para vivir, en palabras de Lorena, “la buena vida de pueblo”. Un ERE en la empresa que trabajaban fue el motivo, y Candeleda, un pueblo de Ávila, el destino.
“Vinimos a Candeleda con intención de montar un proyecto turístico”, explica Lorena a El Español Noticias Castilla y León. En cambio, un agente inesperado truncó esa idea. La pandemia de la covid-19 llegó y echó por tierra el proyecto turístico de Alberto y Lorena.
Pero la covid-19 no iba a ser un muro de contención para esta pareja, que en vez de tirar la toalla se convencieron de que en Candeleda iba a estar su nueva vida. Es por eso por lo que, durante el confinamiento, lejos de estar parados, montaron una web, concretamente un hackathon. Esto es un sitio donde, a través de la aportación de ideas, querían ayudar a la gente del pueblo. “Cada uno aportaba su idea para ayudar a que el vecino pudiese remontar su negocio o para mejorar el nivel vecinal”, señala Lorena.
Y fue ahí, en el hackathon, donde surgió el modelo de negocio que hoy nos trae hasta este reportaje. Un coworking rural. El teletrabajo se ha visto incentivado por la pandemia y este modelo de negocio se ha convertido en un incentivo importante para la atracción de talento al mundo rural.
La Grulla Coworking Rural es el resultado del cambio de vida de Lorena y Alberto. “El pasado 9 de agosto el coworking cumplía 2 meses y estamos muy contentos”, asevera Alberto. “Lo que hacemos es dar esa oportunidad para las personas que quieran venirse a vivir al pueblo”, añade.
“Estamos viendo que los nuevos puestos de trabajo están poniendo el teletrabajo en valor y este va a ser un punto que atraiga talento”, explica Alberto. “Esto es algo de las pocas cosas buenas que ha traído la covid, será complicado en algunos sectores, pero en muchos otros van a ofrecerlo”, insiste.
Lorena, por su parte, señala que “igual hay mucha gente dispuesta a reducir sus condiciones económicas para tener mejor calidad de vida y que esta a veces se traduce en el teletrabajo”. “Creo que puede ser un punto de atracción de talento distinto para las empresas”, puntualiza.
Objetivos de Alberto y Lorena
Un coworking rural no es únicamente un espacio donde ir a teletrabajar, Alberto está seguro de que “es una buena forma de dinamizar el pueblo”. “Queremos llevar a cabo iniciativas para la gente del pueblo, desde talleres sobre tecnología enfocados para personas mayores a talleres de competencia digital”, apuntala.
“Creemos que un coworking es un espacio donde pasan cosas y donde queremos que pasen cosas, e incluso crear sinergias y proyectos entre las propias personas que vengan a teletrabajar”, explica Alberto.
La integración de los forasteros
A veces integrarte en las costumbres y tradiciones de un sitio de donde no eres se hace complicado, pero este proceso fue realmente fácil para ellos. Lorena, que no había vivido nunca en un pueblo, afirma que se ha sentido “muy cómoda”. “Nos hemos sentido muy acogidos”, añade.
Además, Alberto puntualiza que “la gente ha sido abierta y respetuosa”. Y es que para conseguir está integración, ambos tenían una cosa muy clara, que todo lo que fueran a hacer en el pueblo se tenía que hacer “con respeto”. “No puedes llegar aquí a implantar tu forma de vida de la ciudad, tienes que saber que los ritmos y formas de trabajar son otras y que por eso también te has venido de la urbe al pueblo”, aclara.
Papel de las administraciones públicas
La España Vaciada vive un momento crítico pero que a su vez tiene la oportunidad de recuperar un poco el camino perdido. El teletrabajo es la guía que puede hacer que muchos decidan coger el testigo de Alberto y Lorena.
Para Lorena se debería trabajar “en dos líneas”. “Por un lado, en la captación de emprendedores y por el otro, en el tema vivienda”, solicita. Este segundo problema se ha convertido en una barrera para algunos, que tienen las ganas, la posibilidad y la decisión de irse de la ciudad. Sin embargo, a su llegada se encuentran con que conseguir alojamiento se hace difícil.
Muchas casas son antiguas, e incluso muchos de los propietarios de las casas solo alquilan a profesores, ya que estos solo viven allí durante los meses del curso escolar y durante los veranos los caseros aprovechan para alquilar la casa para el turismo.
Un cambio de vida que supone acabar con las costumbres y ritmos de la ciudad, sacrificar algunos servicios, pero ganar en otros. “Contentos, integrados y con ganas de hacer vida aquí, si algo tenemos claro es que no queremos volver a la gran ciudad”, finaliza Alberto.