Los rastreadores del Ejército realizan una media de 2.300 llamadas al día a personas que han dado positivo por COVID en Castilla y León, y desde su activación el 21 de septiembre de 2020, se aproximan al millón de llamadas telefónicas, sumando las conexiones con personas contagiadas, 306.000 en total, y las realizadas a contactos estrechos, otras 291.000 personas.
En la Comunidad Autónoma son actualmente 270 los efectivos activados, divididos en seis secciones de vigilancia coordinados por el Cuartel General de la División San Marcial, con sede en Burgos, y desde septiembre de 2020, el número de efectivos ha fluctuado entre 60 y 480 militares activos, dependiendo de las necesidades sanitarias en cada época.
La delegada del Gobierno en Castilla y León, Virginia Barcones, destacó durante su visita a parte de estos efectivos, los 56 militares del Regimiento de Ingenieros número 1 que trabajan en la Unidad de Vigilancia Epidemiológica de la Base Militar Cid Campeador, en la localidad burgalesa de Castrillo del Val, el “servicio público impagable” que realizan, activados ininterrumpidamente desde hace más de un año, descargando de trabajo a la Atención Primaria.
“Es incalculable el número de cadenas de contagios que su labor nos ha evitado”, dijo Barcones, “el número de ingresos hospitalarios, y sin duda de fallecimientos, el sufrimiento que habrán conseguido impedir estos hombres y mujeres que, aquí y en otras sedes militares, desde el anonimato, no sólo escuchan, informan y aconsejan, sino que ejercen al máximo la empatía con quienes tienen al otro lado del teléfono”.
La delegada, que estuvo acompañada del subdelegado del Gobierno en Burgos, Pedro de la Fuente, y el general jefe de la División San Marcial, -sede central de coordinación del operativo de rastreadores-, Juan Carlos González Díez; recordó que el Ministerio de Defensa ha puesto en tiempo récord a disposición de las comunidades autónomas los militares que se solicitaron en cuanto comenzó el estallido de los contagios a consecuencia de la variante Ómicron, y señaló que “todos estaremos siempre en deuda con estos luchadores que trabajan a turnos, de lunes a domingo, y no se limitan a observar estrictamente sus horarios cuando siguen teniendo llamadas por hacer en los listados de contactos que se les asignan cada día”.
Barcones destacó “la disponibilidad y eficacia de las Fuerzas Armadas y la lección de solidaridad y eficiencia que han dado durante la pandemia, tanto en esta labor como en el patrullaje en nuestras ciudades y pueblos, vigilando el cumplimiento de las restricciones, realizando desinfecciones de edificios durante la primera ola, o incluso ahora, que, además de seguir rastreando contagios, también van a contribuir al exitoso proceso de vacunación en toda España”.
La delegada, que afirmó sentirse muy orgullosa de un Ejército “que ha sabido estar cerca de la gente, demostrarse útil en los momentos más difíciles y recibir, a cambio de su entrega, el cariño y respeto de la ciudadanía”, también estuvo acompañada en la visita del jefe de la UVe (Unidad de Vigilancia Epidemiológica) en Castilla y León, teniente coronel Alberto Fernández Prieto, que coordina a los equipos de rastreo de todas las sedes de Castilla y León.
Fernández Prieto explicó que los rastreadores apoyan a todas las áreas de salud de la Comunidad Autónoma, y aunque cada sección tiene una o dos áreas de salud a su cargo, en caso de necesidad, se asisten mutuamente.
Además de la UVe de la Base de Burgos, existe otra sección en Salamanca, dos en Valladolid, otras dos en León, y una última en la Base de Cuatro Vientos, en Madrid, que opera bajo el mando de Castilla y León, todas ellas en permanente contacto con las áreas de salud y bajo la supervisión del jefe de la Unidad.
Al estar activados permanentemente desde finales del verano de 2020, aunque el número de efectivos crezca o disminuya dependiendo de las necesidades, el operativo no cuenta con datos “por olas”, puesto que rastrean, con mayor o menor intensidad, los 365 días del año.