La investigadora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (Cenieh), Nohemi Sala, acaba de publicar un artículo en la revista ‘The Anatomical Record’ en el que se ha realizado el catálogo de las modificaciones de la mayor colección de cráneos y mandíbulas de la paleontología humana, hallada en el yacimiento de Sima de los Huesos (Atapuerca, Burgos), incluyendo procesos ocurridos antes de la muerte, en el momento próximo a la muerte y tras la muerte de una veintena de individuos, según ha informado la agencia Ical.
Esta colección está formada por más de 2.000 fragmentos, que han ido recuperando cada verano desde hace más de treinta años durante las campañas de excavación en la sierra de Atapuerca. Estos fragmentos van juntándose unos a otros como si de piezas de un puzle se tratase. “Hasta la fecha, contamos en la colección con 20 individuos representados por sus cráneos y mandíbulas, de los 29 estimados por la dentición. Este número tan elevado de especímenes ha permitido un estudio sobre la tafonomía forense de una población fósil, algo impensable fuera de las paredes de esta sima burgalesa”, comentó Nohemi Sala.
La tafonomía es una disciplina paleontológica que se ocupa de analizar los fósiles para averiguar qué les ha sucedido a los individuos desde su muerte hasta su excavación. “Analizando aspectos como marcas y fracturas en los fósiles, desciframos procesos como si de una autopsia se tratase”, explicó la primera autora de este estudio, que forma parte de un volumen monográfico sobre la Sima de los Huesos.
Se han documentado 57 lesiones craneales de 20 individuos de la Sima de los Huesos con signos de curación, así que, indudablemente fueron producidas antes de la muerte. Estas lesiones de morfología circular que afectan a la bóveda craneal de la práctica totalidad de los individuos (17 de los 20 especímenes), han sido interpretadas como traumatismos que producen la depresión del hueso y que fueron producidos por golpes contundentes en las diferentes regiones del cráneo.
Se ha realizado un análisis sobre la incidencia de estos golpes a nivel poblacional y se ha podido constatar que afectan a individuos de todas las edades y sexos y, por tanto, no hay un patrón preferencial por un grupo concreto de esta población fósil. Estos datos indican que este grupo estaba expuesto a episodios generalizados que causaban impactos no letales en la región craneal, según informaron hoy fuentes del Cenieh.
Por otro lado, añadieron que se ha podido constatar la presencia de un individuo nuevo con fracturas craneales peri mortem, es decir, producidas en un momento próximo a la muerte. Con este ya son nueve individuos con evidencias de traumatismos craneales que pudieron ser letales. Uno de los casos más conocido es el del cráneo 17, publicado hace algunos años en la revista ‘PLOS ONE’.
Casos de violencia
Pero lo más llamativo del análisis, según indicaron hoy desde el Cenieh, es que de los nueve individuos con traumatismos peri mortem, seis de ellos presentan fracturas penetrantes (agujeros circulares con similar tamaño) en la región izquierda de la nuca. Este patrón es tan recurrente que deja poco margen a la interpretación. Esta localización no es la esperable para traumatismos accidentales y son más compatibles con lesiones producidas intencionadamente y, por tanto, son interpretadas como posibles casos de violencia, al igual que el cráneo 17.
Por último, se han documentado modificaciones post mortem y se ha podido constatar que, tras la muerte de los individuos, solo alteraciones características de ambientes de interior de cueva han actuado sobre los esqueletos: fracturación post mortem por peso de sedimentos y precipitación de minerales (calcita y óxidos de hierro y manganeso). No se han documentado marcas que atestigüen largo transporte de los restos en el interior de la cavidad. “Podemos interpretar que los esqueletos llegaron completos a la cueva y poco tiempo después de su muerte”, concluyó Nohemi Sala.
En este estudio, que fue posible gracias a la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación, Consejo Europeo de Investigación y CaixaBank-Fundación Atapuerca a través de una beca predoctoral, también participó la investigadora del Cenieh Ana Pantoja, y los investigadores Ana Gracia y Juan Luis Arsuaga de la Universidad de Alcalá y la Universidad Complutense de Madrid, respectivamente.