Juan López / ICAL
“Como la mayoría de las personas son egoístas, no entienden la hospitalidad. A veces pensamos que es solo abrir una puerta y dar una cama, una ducha y comida. Y es mucho más”. La pareja formada por el brasileño Acacio y la italiana Orietta, en Viloria de Rioja (Burgos), tienen claro que la hospitalidad “hay que hacerla todos los días, no solo en el Camino de Santiago, sino en los caminos de vida”. De hecho, recuerdan que con la pandemia se han dado cuenta de que “puede ser virtual, no solo física”.
Asentados desde 2006 en esta localidad del este burgalés, cuna de Santo Domingo de la Calzada (nacido en 1019), uno de los impulsores y constructores del Camino, cuentan con un albergue apadrinado por el escritor carioca Paulo Coelho. Pero fue mucho antes, en 1998, cuando Acacio llegó al Camino, y un año después trabajó como voluntario en varios albergues parroquiales, donde quedó “disgustado” porque en ellos “eres solo una mano de obra”. “En los privados puedes hacer más cosas”, sostiene.
Conoció el Camino de Santiago gracias al libro ‘El peregrino de Compostela’, de Paulo Coelho, al que conocía desde hacía años en Brasil. “Y descubrí que este lugar tenía algo escondido. He hecho el Camino muchas veces para comprender el movimiento, qué provoca venir a las personas”. Siempre ha defendido que la “gente es la principal experiencia” que ha encontrado en este “laboratorio”, como define la ruta jacobea. En ella ha intentado “comprender, entender y escuchar a las personas, transmitir algunas herramientas recibidas del Camino y ayudar con ellas que las personas lleguen a su objetivo”.
Pero envía un mensaje, un sos. La hospitalidad “está en transformación”. “Ahora está cambiando en función de la gente que viene, no en función de quien está. Y es hacia ahí hacia donde se debe ir. Nos hemos quedado en que la hospitalidad es la de que los demás tienen que adaptarse. No es así, el que vive aquí es el que tiene que adaptarse a las personas que vienen, que son buscadores”, argumenta Acacio. Por ello, apela a “estar más atentos a la hospitalidad en nuestra vida, con la familia, padres, amigos, trabajo, porque la hospitalidad antigua ya pasó”.
A la sombra, y delante de la puerta de su albergue, remarca este concepto, que repite en varias ocasiones. “Todos los que hacen esta locura son buscadores. Están buscando una respuesta, su fe o lo que sea. Si hablas con las personas, hay gente que viene en busca de su fe y otros buscan una respuesta de su vida”, expresa. Como ejemplo, explica que los alemanes, que están entre las tres primeras nacionalidades que más hacen el Camino, son luteranos en su mayoría “y no creen en un santo, pero están buscando una respuesta, un encuentro”, aquello que “no encuentran en su sociedad, su país o su camino de vida”. Al contrario, los brasileños son más religiosos y
Acacio concluye con una crítica a la promoción turística de las administraciones.
A su juicio, las instituciones de las cuatro administraciones autonómicas por las que transita el Camino “están muy divididas”. La documentación de Castilla y León, prosigue, tiene que “estar en Sant Jean Pied de Port, no en Redecilla”, porque es “Patrimonio Mundial, pero cambio se subdivide”. El peregrino quiere papel allá, no aquí, donde ya está llegando a la Meseta. “Las comunidades deberían cambiar la hospitalidad y hablar de algunos temas de los que no se habla”, señala ¿Cómo por ejemplo? Y reflexiona: “¿Por qué no hay personas negras en el Camino de Santiago?”