La belleza de los pueblos de Castilla y León es una realidad y no admite debate. Una región llena de pequeñas localidades, cada una de ellas con su sello de identidad, su particularidad y sitios increíbles por descubrir. Algunos parecen de cuento y otros dejan con la boca abierta a todo el que los visita.
Cada uno tiene una característica singular, pero hay uno que es especialmente llamativo. Se ha convertido en la ciudad más pequeña de España con tan solo 267 habitantes, según el último censo publicado por el Instituto Nacional de Estadística.
Se ubica sobre el cerro de La Muela y próxima al ancho y caudaloso río Ebro. Mantiene una estructura urbana medieval que corona el castillo de los Velasco y la iglesia de San Vicente. Los edificios mantienen un sistema constructivo en el que van adosándose entre sí.
Seguro que ya sabes cuál es el sitio del que estamos hablando. Así es, su nombre es Ciudad de Frías. Una localidad burgalesa que parece un pueblo por el tamaño que tiene pero cuenta con todo lo posible para ser considerada una ciudad.
Es la capital del Valle de Tobalina y alcanzó la categoría de ciudad con Juan II de Castilla, en 1432. Está ubicada en plena comarca de Las Merindades a tan solo una hora de la capital. Una vez que se traspasa el puente medieval fortificado sobre el Ebro, se disfruta de un hermoso casco antiguo, que está declarado Conjunto Histórico Artístico.
Los que acuden a esta localidad disfrutan de un conjunto medieval. Un pueblo que es capaz de atraer a miles de turistas gracias a los encantos que tiene. Además, cabe destacas que pertenece a la Asociación de los Pueblos más bonitos de España y entre sus callejuelas se pueden ver estampas idílicas.
Destaca por encima del resto el impresionante Castillo de los Duques de Frías y las casas colgadas. Unas viviendas que lucen la arquitectura popular a base de entramado de madera y que se desarrollan tanto hacia arriba como hacia abajo. El Castillo, por su parte, está encaramado al roquedal más alto del cerro. Su origen se sitúa en el siglo X pero ha tenido una gran importancia histórica en los siglos posteriores. La belleza de sus calles empedradas es inmensa y nadie se resiste a recorrerlas y subir hasta lo más alto del pueblo.
Bajo la colina se ubica el puente medieval de Frías que es una de las joyas arquitectónicas de la provincia de Burgos. Su origen data del siglo XII y está compuesto por seis arcos de medio punto. Ha sido construido en piedra de sillería y es un gran ejemplo de la habilidad y técnica de los antiguos constructores. Además, también destacan las inmejorables vistas que tiene y el perfecto estado de conservación que demuestra.
Antes de descender hay que pararse en la iglesia de San Vicente de Mártir que tiene origen románico. En el interior se puede disfrutar de retablos, sepulcros y cuadros de gran importancia. Para completar la visita hay que finalizar en la calle del Mercado que está repleta de bares, restaurantes y comercios que pueden perderse entre escaleras y rincones de inexplicable belleza. Y para poner la guinda final, una visita al mirador El Peñasco, un lugar donde se puede observar el pueblo, así como el Valle de Tobalina.
Y es que tal es su encanto que hasta National Geographic se ha enamorado de él, incluyéndolo entre los más vertiginosos y fascinantes de España. Un municipio que también se encuentra entre los más bonitos del país y que merece ser visitado, al menos, una vez en la vida.
Esto solo son algunas de las pinceladas de lo que se puede descubrir en esta localidad burgalesa que está considerada como la ciudad más pequeña de España. Una escapada maravillosa, fascinante e inigualable. Una estampa idílica que combina naturaleza, turismo e historia a la perfección.