La España Vaciada es un tema que preocupa a todos. Pueblos vacíos, sin gente, con casas en ruinas y donde el silencio impregna cada rincón.
Esa estampa tan desoladora cada vez es más común. Pero, hay personas como Mikey y Tibor que luchan para que estos lugares no caigan en el olvido.
Hace cosa de un año, el matrimonio holandés se embarcó en una aventura que les trajo a la región de Burgos.
Antes vivían en Ámsterdam, y cansados del bullicio tomaron la decisión de mudarse y restaurar por completo un pueblo abandonado. En él, pretenden hacer un bosque comestible que cuente con más de 1.000 árboles frutales alrededor del pueblo.
Con esa idea y esas ganas de querer impulsar una actividad buena para el medio ambiente, sus vidas han cambiado por completo con su llegada a Bárcena de Bureba.
Actualmente, pasan cortas temporadas en este pueblo, pero su objetivo es que el próximo año se puedan asentar allí, y trasladarse de forma indefinida junto a sus dos hijas pequeñas.
Ya este verano comenzaron las obras, empezando por construir su casa, que se alimentará a partir de sistemas de energía solar y llevarán el agua corriente.
Este pueblo ha dado un giro, pasando del olvido a ser toda una novedad, que atrae hasta allí a los más curiosos.
Además, se encuentra a bastante altura, unos 770 metros aproximadamente y unas 70 casas, aunque la mayoría están en ruinas.
El principio del fin
Hace tiempo, sus habitantes se ganaban la vida gracias a la agricultura y la ganadería, una zona donde predominaban los campos de cebada y trigo, además de varios árboles frutales como el manzano y el nogal, que aún se conservan por la zona.
Pero, los servicios esenciales hicieron que esta localidad fuera una de las más castigadas.
Mientras que la luz llegaba a todos los pueblos de alrededor, este fue el único que se quedó sin instalación eléctrica, todo ello a causa de desacuerdos entre vecinos y el alcalde de ese momento.
Este hecho, evidentemente, supuso el inicio del fin de este territorio. Esa falta de los servicios básicos llevó a que la gente fuera abandonado el pueblo poco a poco para buscar una vida mejor, la mayoría se marcharon a zonas industriales de la región de Burgos, incluso del País Vasco.
Ya a finales de 1980 se fue el último habitante y una vez que quedó abandonado por completo, un vecino se encargó durante años de ser ‘el perro guardián’, dado que aún conservaba su casa allí, visitaba la localidad para evitar que se produjeran robos o vandalismo.
Al cabo de varios años, se hizo mayor y ya no pudo visitar más Bárcena de Bureba y comenzaron los robos, el vandalismo y quedando completamente en ruinas.
Las gentes de este pueblo se desplazaban a pueblos vecinos como Pozas de Sal, era la única forma de acceso a algunos productos, que en su localidad no podían obtener. En esos viajes aprovechaban también para vender los excedentes de sus cosechas y así poder conseguir algo de dinero.
Pero la problemática de los servicios básicos continuaba, el acceso al pueblo lo hacían caminado, lo que los llevaba hasta dos horas.
Giro radical
Ya entrado en decadencia, dio un giro radical con el anuncio en 2022 de un portal inmobiliario en el que ponía la localidad en venta por un precio de 350.000 euros.
Un año después la pareja holandesa lo compró, “queremos hacer un bien para la tierra, hemos visto documentales sobre proyectos en desiertos, donde plantar árboles para hacer un entorno mejor, otro de ellos iba sobre la desertificación en España”, contaba Mikey.
La idea es “hacer un bosque comestible”, con esa plantación de más de 1.000 árboles que sirvan como alimento y para la producción, contribuyendo a que sea un pueblo sostenible y conectado a la tierra.
Pero, ¿por qué España? Mikey explicaba que “en España la tierra es más barata que en Holanda y a esta zona se puede ir en tren a Holanda en un día”.
Tienen claro que van a comenzar por la construcción de cuatro casas, una para ellos, otra para su familia, pero también una para los voluntarios que vengan al pueblo y, finalmente, en un futuro otra que sirva de café o bar.
Pretenden mantener la estética del lugar, aunque también quieren “hacer techos planos con terraza, es muy holandés (risas)”, y que cuenten con paneles solares.
En la actualidad, y después de un año desde que se hicieron con él, su proyecto de sostenibilidad ha comenzado con esa plantación de árboles, son una variedad que crece a gran velocidad y que de ellos se puede emplear su madera.
“Dentro de siete años, se podrán usar estos árboles, por eso los hemos plantado primero, para usarlos en el pueblo”, añadía Mikey.
Tiene grandes expectativas con este proyecto, aunque afirma que “los primeros meses serán difíciles, por el idioma, tanta tranquilidad de golpe, vivíamos en Ámsterdam que hay mucha gente, eso las niñas lo van a extrañar”.
Hasta que puedan ir definitivamente a vivir allí, pasarán un tiempo en otro pueblo cercano, en donde hay escuelas para sus hijas.
Pero espera y confía en que dentro de unos años esté creciendo el bosque que rodé Bárcena de Bureba y vayan viniendo voluntarios que crean en el proyecto y los primeros que quieran establecerse allí.
Su consejo es que “hazlo, no pienses demasiado, porque si piensas que va mal no vas a hacer nada”, ella “no quiero volver a Holanda”, creció en un pueblo y los días que lleva en España le han encantado, el nivel de estrés se reduce lo que mejora su calidad de vida.
Así, enfrentando a los miedos, y devolverle la vida a este pueblo, demuestra que los retos más grandes pueden superarse con determinación y trabajo en equipo, porque no sólo reconstruyen un pueblo, sino que siembra un futuro más verde y lleno de esperanza para todos.