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Burgos es una ciudad que cuenta con un indudable patrimonio artístico, cultural y arquitectónico, que llama cada año la atención de miles y miles de visitantes que se muestran deseosos de conocer la ciudad y fotografiar, fundamentalmente, su imponente catedral, al ser considerada su principal seña de identidad. 

Ahora bien, como todo lugar, la capital burgalesa también cuenta con determinadas cualidades que no terminan de agradar a los visitantes y que han hecho que este destino también sea conocido por ciertos tópicos sobre que no sientan nada bien a los vecinos. 

Estos tienen que ver sobre todo con el clima característico de la zona, así como con la personalidad, según cuentan, de la gran mayoría de sus habitantes. 

Quien ha visitado Burgos bien sabe el frío que suele hacer en la ciudad, incluso en las noches de verano. La nieve y el hielo son, de hecho, elementos que siempre están presentes en sus paisajes y el acompañante más fiel de quienes residen allí. 

Esto explica que Burgos sea conocida, además de por la impresionante y espectacular catedral que alberga, por registrar temperaturas gélidas durante una buena parte del año, y también que la frase "en Burgos solo hay dos estaciones: el invierno y la del ferrocarril", se haya convertido en mítica.  

Si bien, esto es una obviedad de la que los propios burgaleses son plenamente conscientes, pues nadie que busque calor piensa en viajar a la ciudad de Burgos. 

No obstante, hay otro tópico que sí les despierta su lado más irascible. Y es cuando se refieren a ellos como "personas tan frías como el hielo". 

Les consideran distantes y cerrados. Tanto, que incluso dicen que tienen que pasar años para conseguir que un grupo de burgaleses te acepte en su cuadrilla, aunque también aseguran que, una vez que lo hacen, es para toda a la vida. 

Pero como en todo, hay excepciones. Burgos también es tierra de gente abierta y muy sociable. Personas que nada más conocerte te brindan su confianza y te hacen sentir como si tuvieseis una amistad de toda la vida. 

En cualquier caso, lo más probable es que si un burgalés te escucha decir que los burgaleses son fríos, se enfade y te suelte contestaciones como "untar el morro" o "untar la badana", según el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, dos expresiones típicas en la ciudad, a las que sus vecinos recurren cuando se sienten molestos e irascibles.

Lo hacen cuando quieren contestar a alguien tras sentirse atacados y con ellas quieren decir que están dando un buen escarmiento o para recriminar que se están metiendo donde no les llaman, en cuanto a la primera; y que están pegando la turra, cuando utilizan la segunda.

Burgos, como el resto de ciudades de España, tiene su propio lenguaje, formado por determinadas palabras o expresiones que solo ellos entienden. 

Vocablos que conforman un diccionario único que, por lo general, suele resultar totalmente desconocido para una gran mayoría de los forasteros, sino todos. 

Los burgaleses emplean la palabra majo cuando quieren decir que alguien está muy guapo; en lugar de decir "no tengo dinero o no tengo efectivo", dicen "estoy canino"; a un mosquito le llaman chinfano y al mechero, chisquero. 

Recurren a la expresión "no estoy católico" cuando lo que quieren decir es que no es su día, a "pasarlas más canutas que en vendimias" para decir que lo pasan mal, y "verdes las han segado" en sustitución de "ya no hay nada que hacer". 

Estas son solo algunas de las palabras y expresiones que conforman la jerga burgalesa. Ahora bien, Burgos es mucho más que todo eso. Es cultura, es patrimonio, es tradición, es belleza, gastronomía y sobre todo, Burgos es sus buenas y amables gentes.