Las Cabezadas volvieron a quedar en tablas
Un año más, desde 1158, la sangre no llegó al río entre el Ayuntamiento de la capital leonesa y el Cabildo de la Basílica de San Isidoro. Hubo discusión, como todos los años y mucha ironía, sentido del humor y ataques velados. Este año los protagonistas fueron el concejal Javier García Prieto y el miembro del Cabildo, Juan Jesús Fernández Corral. Discuten ambas instituciones desde hace siglos si el cirio y las hachas de cera que el Ayuntamiento de León entrega al Cabildo de San Isidoro es un foro, es decir, una obligación, tal y como sostiene el Cabildo; o una oferta, es decir una donación o regalo, como viene defendiendo desde hace siglos el Ayuntamiento.
El debate entre Ayuntamiento y Cabildo se produjo esta mañana, como es tradicional, en el claustro románico de San Isidoro. Y una vez más, se dejó sentir la presencia de San Isidoro y su efecto milagrero. A primeras horas de la mañana llovía copiosamente en la capital. Cuando la Corporación Municipal partía de San Marcelo, comenzaba a llover. Pero, llegada la hora del debate, entre foro u oferta, hasta salió el sol y, seguramente, San Isidoro contemplaba, entre complacido y divertido, el juego parlamentario entre dos instituciones seculares.
Defendió el concejal García Prieto, con abundantes recursos a la historia y, sobre todo, al humor y a la ironía, que el Ayuntamiento llegaba a San Isidoro voluntariamente a entregar la cera, para lo que echó en cara al Cabildo algunos elementos oscuros de su historia como la crueldad de doña Sancha o la flexibilidad de algunas obligaciones, que habían permitido, por ejemplo, que San Isidoro perdiese su cabeza, que al gallo que corona la torre haya perdido los ojos, o que se haya extraviado un manto y que hasta al Santo Grial o el Cáliz de doña (Margarita, concejala del Ayuntamiento) de doña Urraca le faltasen también varias perlas.
Todo ello lo utilizó García Prieto para asegurar que al Cabildo le estaba saliendo “cara de Montoro”, en su exigencia de mantener como una imposición la entrega de la cera o que le hacían el juego al presidente catalán, Puigdemont, al reclamar para Cataluña las primeras cortes democráticas del mundo. El concejal llegó a acusar al Cabildo de ser “la quinta columna” de Puigdemont en León.
Por parte del Cabildo, Fernández Corral, fue mucho más cauto, pero muy tajante al decir que la sola presencia del Ayuntamiento en el claustro de San Isidoro ponía en evidencia la obligación de entregar la cera. Asimismo desmintió la acusación de estar aliados con Puigdemont, por lo que agradeció al alcalde de León y al periodista Carlos Herrera de que hayan salido en defensa de las primeras Cortes democráticas de León de 1188.
Tras más de media hora de debate infructuoso, la discusión quedó en tablas. García Prieto y Fernández Corral se fundieron en un abrazo y el alcalde entregó, como una oferta, la cera al abad de San Isidoro, quien la recibió como un foro.
La ceremonia concluyó con una misa en el interior de la Basílica y la no menos espectacular y ceremoniosa despedida de la Corporación Municipal, con tres genuflexiones o cabezadas en el exterior de San Isidoro.
Ambas partes, entre sonrisas y con la satisfacción del deber cumplido, quedaron emplazadas para el próximo año. A pesar del mal tiempo, numeroso público siguió la ceremonia, ennoblecida con la presencia activa de los componentes de la Muy Ilustre Real e Imperial Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro.
HISTORIA
Era el año 1158 y reinaba en León Fernando II. El año había sido seco en extremo, con el daño que ello le suponía a las cosechas, los agricultores y en general a toda la ciudad de León.
Todas las plegarias llevadas a cabo hasta el momento parecían que no habían surtido el más mínimo efecto y la sequía continuaba preocupando al pueblo. Es por ello, que se toma la determinación de sacar las reliquias de San Isidoro en procesión y llevarlas de romería hasta el Monte de San Isidro en Trobajo del Camino.
Camino del monte se sucedían los rezos y las peticiones para que el Señor hiciera llegar la lluvia a los campos y tierras de León. Y entonces sucedió el milagro: una vez las reliquias hubieron llegado al Monte de San Isidro, el agua bendijo León y llovió.
Pero aún quedaba una sorpresa. Cuando se disponían a devolver las reliquias a la Basílica de San Isidoro, no era posible. Parecía que se habían anclado en el monte. Ni los hombres más fuertes podían con ellas. El Rey Fernando II, que estaba en Benavente, y su tía Doña Sancha, una gran devota de San Isidoro, también regresó a León, pues también estaba de viaje.
No daban con la solución hasta que pensaron en la inocencia de los niños y estos fueron los únicos capaces de portar las reliquias de nuevo hasta la Basílica de San Isidoro.
Esto se interpretó como una “señal divina”, de que Dios ni el cielo querían que se sacasen estas reliquias de nuevo del templo. El juramento del Rey fue “Voto y promesa de la ciudad de no volver a sacar las reliquias del santo, de su templo de San Isidoro. Y también en forma de ciudad, el voto o censo, de hacer cada año una ofrenda al santo”.