En el interior de la comarca de El Bierzo (León) se encuentra un paraje natural sin igual: Las Médulas. Al noroeste de los Montes Aquilanos y justo al lado del Valle del río Sil las explotaciones auríferas de los romanos dieron consigo este impresionante paisaje declarado en 1997 como Patrimonio de la Humanidad.

Y es que este idílico enclave es considerado por los arqueólogos e historiadores como la mayor mina de oro a cielo abierto que tuvo el Imperio Romano y que ha propiciado este paisaje de arenas rojizas junto a los tan característicos castaños y robles que abundan por toda la comarca.

Los grandes movimientos de tierra para hacerse con el oro conformaron estas llanuras artificiales que dan acceso al próximo Lago de Carucedo y que ocasionaron a la vez con los residuos obtenidos el taponamiento del valle.

Hay que remontarse a los años 26 y 19 a.C. cuando se calcula que en ese tiempo comenzaron los romanos a explotar estas minas de oro a cielo abierto, coincidiendo con la época del emperador Octavio Augusto, que dejó al mando y como administrador de Las Médulas a Plinio El Joven.

Estudios posteriores sitúan en 500 millones de metros cúbicos de tierra removidas en las que trabajaban en torno a 10.000 y 20.000 personas y que extraían a lo largo del año cerca de 20.000 libras de oro, lo que equivaldría aproximadamente a 1.635.000 kilos.

Se estima que los Romanos pudieron sacar de Las Médulas entre 4,5 y 5 toneladas de oro. Cifras que muestran la importancia que esta zona tuvo para un Imperio tan rico y prospero entonces como el Romano y que sirvieron para sostener el sistema monetario puesto en marcha.

EL AGUA, CLAVE PARA DEJAR AL DESCUBIERTO EL ORO

La zona de Las Médulas era la ideal para buscar oro. Las pequeñas pendientes con las que contaba eran suficientes para utilizar la fuerza del agua para dejar al descubierto el botín deseado y conseguir desaguar el líquido sobrante hasta el cercano río Sil.

Así, canalizaron todos los riachuelos presentes en las montañas de Las Médulas, lo embalsaban en su parte superior y a su caída arrastraban todo el oro hasta los lavaderos de las partes inferiores. Arqueólogos e historiadores han calificado este proceso de uno de los más espectaculares y efectivos nunca conocidos.

Más de 300 kilómetros de canales para mover un agua que, incluso en ocasiones, llegaba a discurrir por debajo de la roca y se traía desde el monte Teleno que, gracias a sus 2.000 metros de altitud, acumulaba nieve durante buena parte del año y permitía disponer de agua para alimentar a la explotación aurífera romana.

En la actualidad, Las Médulas cuenta con una Aula Arqueológica en la que se explica el funcionamiento de todo este proceso y las complejas obras que tuvieron que realizar para conseguir canalizar el agua y que dieron como resultado el paisaje que ahora se puede disfrutar en este enclave de la comarca de El Bierzo.

El mejor punto y el más visitado por los turistas es el Mirador de Orellán. Desde aquí se puede observar todo el esplendor de Las Médulas, destacando especialmente en el amanecer y el atardecer de un paisaje absolutamente único.

DESCUBRIENDO LAS MÉDULAS

Sin embargo, no es el único. La orografía de la zona permite la realización de diferentes sendas o rutas a pie para conocer de primera mano este paisaje, transitar por sus cuevas formadas por el discurrir del agua y, quizá con un poco de suerte, encontrarte una pequeña piedra de oro.

Es cierto que sigue habiendo oro en la zona como apuntad diferentes arqueólogos que han estudiado esta zona, pero su extracción supondría más inversión que el beneficio que pudiese ocasionar.

Por ello, el mejor plan es ir a disfrutar y descubrir Las Médulas por su maravilloso paisaje. Una de las opciones para hacerlo es a través de la Senda de Las Valiñas, de apenas una hora de duración, muy sencilla y que te conduce a puntos espectaculares como La fuente de la tía Viviana, La Cuevona y La Encantada.

Un recorrido circular que empieza en la localidad de Las Médulas y que te permite comprender todas las huellas dejadas por el paso del tiempo y que se convierte en único en otoño con el contraste verde y amarillo de las hojas de los castaños y el rojizo intenso de la tierra que caracteriza este enclave.

Hay otros como la Senda Perimetral, la más dura y larga, la Senda del Lago Sumido, que permite llegar al Mirador de Chao de Maseiros, la Senda de los Conventos, complementaría de la Senda Perimetral o la Ruta de los Poblados.

Un lugar mágico en la comarca de El Bierzo, para disfrutar y conocer el impresionante legado romano dos mil años después.