Se aguó la fiesta, aunque la fiesta ya estaba aguada. León recibe en el día de su patrón San Froilán el anuncio de dos semanas de restricciones debido al incremento de casos de COVID-19. La celebración que casi no lo es porque la pandemia obligó a suspender los actos principales y a convertir un día rojo en el calendario laboral en una jornada de paseo y terraza, a pesar del fresco, se tornó en lamento -no inesperado-. Durante 14 días habrá menos movilidad, menos contacto social y horarios reducidos en bares y restaurantes.

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La gerente de la Asociación de Hostelería de León, Paula Álvarez, pone voz a la queja compartida por los profesionales y empresarios del sector. “Son restricciones excesivamente duras, sobre todo en el control del horario. Entendemos que la situación sanitaria es conflictiva, pero ningún estudio muestra que los positivos estén vinculados a la hostelería”, argumenta.

“Vemos un poco de falta de previsión de la Junta ante algunas instituciones”, dice y cita los elevados casos de contagios en más de una residencia de ancianos y en una universitaria. La hostelería, añade, afrontará la situación como pueda “porque no queda otro remedio, pero vemos complicado que la gente cambie sus horarios” dice sobre la obligación de cerrar a las once de la noche y no admitir más clientes desde las diez.

Vaticina “muchísimas pérdidas”. A las restricciones, destaca, se añade la bajada de temperaturas, lo que, prohibido el uso de la barra en los bares, perjudica la utilización de las terrazas -que este mediodía el sol mantenía bastante concurridas-. En septiembre, detalla, ya se registró una bajada de ingresos en alojamientos y en consumo y las medidas que ahora entran en vigor hacen perder “dos horas de los vinos y las cenas suelen ser más tarde”. 

Sin saber todavía cómo va a reaccionar la gente respecto a los restaurantes (las cenas son lo que más preocupa), si se adelantarán las reservas, si los ciudadanos se quedarán en casa o si se llevarán la comida a sus domicilios, la palabra incertidumbre es la que le viene a la cabeza para definir la situación, sin olvidar aludir al ocio nocturno, que cita como ya sentenciado.

Junto al tren turístico que reposaba este mediodía junto a la Plaza de San Marcelo y que tampoco recibirá viajeros de fuera en las próximas semanas un jubilado le replicaba a otro que aseguraba que las terrazas se pueden ‘salvar’ con las ‘setas’ calefactoras. “¿Pero una estufa en la calle, qué va a calentar?”, dijo.

El cambio que se impone desde mañana no afectará mucho a Isabel, propietaria de un quiosco-panadería-tienda que se considera privilegiada. “A mi negocio no le va a afectar más de lo que afecta ahora, que es invertir el mismo tiempo para hacer menos cosas, porque al atender de forma individual estoy detrás del mostrador todo el día y luego tengo que hacer lo demás”, comenta. 

Pero no ve lo mismo en otro tipo de negocios. “No doy crédito; se nos está yendo al garete la ciudad y con estas restricciones crece la bajada de clientes. La mayor parte de los autónomos van a tener que darse de baja”, dice.

En el estanco en el que trabaja Javier las restricciones no tendrán consecuencias. “No le afecta, pero todo el mundo llega un poco asustado. La gente quiere información”, asegura antes de recordar que, los productos que allí se venden no se vieron afectados en el consumo durante el estado de alarma. 

Alfonso, autónomo de profesión liberal, cree que “15 días más de parón van a afectar demanera directa a la economía de su colectivo, de hosteleros y pequeños empresarios”. Había, a su juicio, un “interés, ilusión y ganas” de recuperación que ahora se frenan y que, añade, van a suponer socialmente “una mini-depresión” 

Como celadora del Complejo Asistencial de León, María reconoce que “si no se ponen medidas inmediatas, es verdad que va a haber un colapso total”. “Son imprescindibles pero el daño económico va a ser tremendo. Va a haber mucha más gente que cierre sus negocios. Estoy a favor de las medidas, pero no sé cuál es la solución par volver a lo que teníamos antes, que a ver cuándo va a ser eso”, asegura. 

Respecto a cómo se vive la situación en el mayor centro sanitario de la provincia, recuerda que varias plantas del Hospital de León y algún ala del Hospital Monte San Isidro ya están dedicadas exclusivamente a pacientes de coronavirus. “Los ánimos son de cansancio, de agotamiento mental más que físico. La gente no tiene alegría. Es como que piensan que se nos viene otra vez encima y percibo tristeza”, concluye.