Antolín de Cela: “El Camino es una ruta de cristianos pero también de cultura y de mercaderes”
D. Álvarez / ICAL
En este 2021 que ahora comienza se cumplirán 45 años desde que Antolín de Cela dejó atrás a su “primera novia”, la parroquia orensana de O Barco de Valdeorras, para desembarcar en Ponferrada, a donde llegó para ejercer de organista de la Basílica de la Encina. Su labor como responsable del principal templo de la capital berciana, del que es rector desde 1983, y el trabajo que desarrolla en ámbitos como la atención social y el patrimonio cultural al frente de la Real Fundación Hospital de la Reina le hacen valedor de reconocimientos como el Botillo de Oro del Partido del Bierzo o el de socio de honor del Instituto de Estudios Bercianos. Además, su estrecha implicación con la Ruta Jacobea desde hace más de cuatro décadas, le valen también para ostentar los honores de delegado de la Diócesis de Astorga para el Camino de Santiago y, desde el año pasado, el de canónigo honorario que entrega el Cabildo de la Catedral de Santiago de Compostela.
Tras más de una década desde el último Jacobeo, el Año Santo 2021 llega en medio de una pandemia mundial. ¿Qué repercusiones ha tenido la crisis sanitaria en el Camino?
Siempre ha habido pestes y momentos difíciles en el Camino, incluso en Santiago. Leyendo historia sobre la peregrinación sabemos que el propio alcalde de Santiago mandó expulsar a los leprosos y a los afectados por la peste bubónica que llegaban de Europa. En el barrio de entrada a la ciudad hay una iglesia pequeñita y muy famosa dedicada a San Lázaro, el patrono de los apestados y los leprosos. Y la antigua iglesia de San Roque es otro testimonio de cuando a la pequeña villa de Santiago llegaban los leprosos y no se les dejaba pasar de allí.
¿Cómo prevé que esta situación afecte al Año Santo 2021?
Cuando esta enfermedad termine y se quite un poco el miedo, yo creo que el Camino va a ser uno de los foros que acoja más gente. Cuando pase esto, el Camino va a tener buena vida y se va a disparar otra vez. Las expectativas son positivas y abundantes, en la medida en que desaparezca el miedo. Con el miedo Santiago está encerrado, los albergues cierran y se paraliza la vida de la peregrinación. Hay que perder el miedo a medida que la enfermedad vaya remitiendo.
Con un nuevo responsable desde el verano, ¿con qué expectativas se afronta desde la Diócesis de Astorga?
Llenos de entusiasmo. Tenemos que trabajar para que la acogida cristiana en el Camino sea real. Algunos albergues de la Iglesia son deficitarios porque todos trabajan con limosna para no hacer sombra a los hoteles y a los hostales. Hay peregrinos que aportan y otros no aportan nada.
¿Cómo valora el estado actual de la Ruta Jacobea?
Creo que el Camino está en un buen momento, algunos dicen que tan bueno que puede peligrar de éxito. Siempre que se respeten los valores, no estoy en contra del boom turístico. El Camino es una ruta de cristianos, pero también de cultura y de mercaderes. Lo fue siempre, no hay que intentar que sea sólo una cosa, hay que abrirse a todo. Todas las personas necesitamos salir de nosotros mismos, tenemos un anhelo de salir de nuestra tierra para buscar más allá. A Europa la hicieron los caminos.
Cuando se convirtió en rector de la Basílica, impulsó la apertura del primer albergue de peregrinos del Bierzo. ¿Qué tenía el Camino para apostar por él ya en aquel momento?
Había una necesidad perentoria, porque los peregrinos tenían que dormir en la calle. De vez en cuando venía algún peregrino y no había manera de que hubiera nada abierto. Yo preparé una ducha y unas colchonetas en el suelo del bajo de la parroquia. La acogida era muy bonita y estaba llena de entusiasmo. A mí nunca me faltó la visión de futuro y ya en aquella época creé unas reuniones entre peregrinos y jóvenes de aquí para practicar idiomas y unir culturas. Queríamos que se llevaran buen recuerdo de nosotros. Entendía que aquello tenía futuro, incluso económico. Mucha de la gente que pasaba por aquí, con el tiempo venía con su familia a enseñarles, ahora como turista, por dónde había pasado.
¿Cómo recuerda el proceso que culminó con la apertura del actual albergue de San Nicolás de Flüe en Ponferrada?
Tras escribir algún artículo de denuncia en la prensa, se me presentó un inglés de la Confraternmity of Saint James, una asociación de peregrinos londinense, que tenían un dinero y estaban dispuestos a participar en la creación de un albergue internacional. Ellos consiguieron mucho dinero y nosotros aportamos la casa del cura de Rabanal del Camino, que estaba medio caída. Cuando el bajo de La Encina quedó insuficiente, tuvimos otro albergue en la avenida del Castillo, que también tuvimos que abandonar por derribo del local, antes de poder abrir el actual albergue de San Nicolás. Fue una tarea larga y muy bonita.
¿Cómo era el estado del Camino en aquellos años?
Había muchos menos peregrinos que ahora. Una noche normal habría menos de una decena en el albergue. El boom llegó cuando el Camino fue declarado Patrimonio de la Humanidad y cuando el papa Juan Pablo II acudió a Santiago a la Jornada Mundial de la Juventud de 1989. A partir de ahí, ya llegaron otras épocas. Actualmente, lo primero por lo que preguntan los peregrinos es si en el albergue hay wifi.
¿Cuántas veces ha completado la Ruta?
Tres veces desde Astorga y una desde Ponferrada. Siempre he ido con grupos de jóvenes o chavales a los que yo daba clase. Desde Roncesvalles nunca, es una tarea que me queda pendiente.
¿Qué significa el Camino en su vida?
El Camino es una búsqueda continua, un intento de dialogar con los demás y conectar con la historia y con el pasado, que por si mismo no vale para nada, pero que hace el presente. También es un encuentro con Dios, que está en la naturaleza, en la historia y en todo lo que nace y florece.
A punto de que se cumplan 45 años de su llegada a Ponferrada, ¿cuáles son los recuerdos que atesora con mayor cariño de todo este periplo?
Mi trabajo con el comedor social y el hogar del transeúnte, al que le tengo mucho cariño, porque allí conozco a mucha gente que llega necesitada, muchas veces más de hablar de las heridas de la vida que de comida. También tengo grandes recuerdos del órgano y de muchos personajes que pasaron por aquí, como Cristóbal Halffter, que fue el encargado de estrenarlo. De cuando trabajaba en el instituto recuerdo mi trabajo con la juventud de aquella época, con grupos muy abiertos y muy participativos.