D. Álvarez / ICAL
Tras 13 años implicada en el día a día de Proyecto Hombre Bierzo-León, la psicóloga Tania Paz asume la dirección de la entidad y se convierte en la primera mujer al frente de la organización, desde su implantación en 1985. Integrante del grupo de intervención psicológica en desastres y emergencias (Gripde) del Colegio de Psicología de Castilla y León y profesora del máster de adicciones que imparte la Universidad de León (ULE), Paz es una firme defensora del “modelo biopsicosocial” con el que trabaja Proyecto Hombre desde sus inicios. “Al final de lo que menos hablamos es de drogas, sino de qué nos pasa”, explica.
Acaba de asumir el cargo de directora de Proyecto Hombre Bierzo-León. ¿Cuál es su principal objetivo desde esa nueva responsabilidad?
El principal objetivo es ofertar lo que necesitan a las personas que vienen. Para mí es fundamental disponer de un equipo terapéutico cualificado, como el actual. Además, queremos incluir la perspectiva de género en los programas. Los tratamientos en adicciones se han hecho para hombres y hemos intentado meter a calzador a las mujeres y que les sirviese lo mismo. Desde hace años, el Plan Nacional plantea la necesidad de adaptarnos a las características y necesidades de las mujeres. Por ejemplo, ellas suelen ocuparse más del cuidado de los hijos y si los grupos de tratamiento se ponen a las 20 horas, cuando hay que darles la cena y acostarlos, la terapia pasa a un segundo plano. Por último, queremos llegar más a la población. Se tiene la idea del Proyecto Hombre de los inicios y la realidad que tenemos ahora no es esa: hay programas para dejar el tabaco, programas de prevención con menores que aún no sufren una adicción o el programa de atención a agresores de violencia de género.
Tras más de 35 años de actividad en la comarca, ¿cuáles son las principales diferencias respecto a la situación original?
El perfil del colectivo que se atiende ha cambiado. Durante la epidemia de heroína de los años 80 se atendía a personas con mucha desestructuración en un programa residencial en el que muchos se pasaban meses sin salir. Ahora mismo, el programa de comunidad terapéutica es el que cuenta con menos usuarios y atendemos todo lo que tiene que ver con adicciones: desde que aún no existe la problemática, con la prevención, hasta que ya la hay, con el tratamiento.
La entidad dispone de dos centros de día en Ponferrada y León. ¿A cuántos usuarios se atiende actualmente?
En el programa de prevención atendemos a unos 45 jóvenes, en el tratamiento a unas 80 personas y los programas de inserción socio-laboral cuentan con cerca de 50 usuarios. Nuestro objetivo es hacer un traje a medida con itinerarios terapéuticos No queremos encajar a las personas en alguno de nuestros programas y que ella se adapte sino ver los recursos y alternativas de que disponemos para darle la intervención que realmente necesita.
¿A día de hoy aún existe un perfil social mayoritario entre los usuarios en cuanto a edad, género o nivel de estudios e ingresos?
Los varones adultos siguen siendo mayoría entre las personas que acceden a tratamientos de adicciones, porque hay factores culturales que penalizan más el consumo por parte de las mujeres. Además, falta perspectiva de género en los tratamientos, es más difícil que las mujeres lleguen a los centros, aunque en los últimos años estamos haciendo un cambio para adaptarnos. A nivel económico, lo más habitual es que acuda gente con ingresos medios aunque encontramos usuarios con un nivel de ingresos alto que a veces influye en el desarrollo de la adicción.
¿Qué sustancias preocupan más a día de hoy?
Es raro que venga una persona que sólo consuma una sustancia, lo habitual es el policonsumo. Los 80 fueron la época de la heroína, los 2000 de la cocaína. Ahora estamos mucho con el tema del cannabis. Son perfiles muy diferentes. Si tenemos que quedarnos con una sustancia, sería la cocaína en adultos y el cannabis en jóvenes y adolescentes. En el caso de los menores, el consumo de cannabis es la puerta de entrada a la entidad para la mayoría. A veces existe una problemática previa con el alcohol, pero está demasiado normalizado. Además, tenemos un consumo muy invisibilizado de hipnosedantes. Una parte de la población toma pastillas cada vez que tiene un problema o cuando no puede dormir. Se está generando una problemática importante.
Cómo atiende la entidad las adicciones al juego o a las nuevas tecnologías?
Existe un programa para tratar la adicción al juego desde 1997. De todas las adicciones comportamentales, el juego es el que tiene unas intervenciones más parecidas a las adicciones tóxicas, ya que en muchos casos lo que se pretende es la abstinencia, que es lo que se ha buscado tradicionalmente. Pero si hablamos de otras adicciones comportamentales o del uso inadecuado de tecnologías, el objetivo es aprender a usarlo correctamente. Las drogas puedes dejarlas y llevar una vida normal, sin que haya un coste. Pero a día de hoy no se puede renunciar a la tecnología, aunque a veces sea necesario un cese temporal.
¿Qué programas se desarrollan en el ámbito de la prevención?
Hay un abanico con diferentes alternativas. El programa Dédalo es de prevención selectiva para familias con menores de nueve a doce años. En el programa Indícale, que atiende a adolescentes y jóvenes de entre 12 y 21 años con un problema de consumo, la franja de edad más numerosa es la de 16 a 18 años. Dentro del programa Galilei, también tenemos acuerdos con cinco centros de protección de menores de la provincia para formar a educadores y que ellos hagan la prevención. Por último, el más desconocido es el programa Ícaro Alcohol, que obliga a las urgencias hospitalarias a derivar el caso a nuestra entidad en caso de detectar un menor con coma etílico.
¿Qué pasos se están dando para favorecer la inserción sociolaboral de los usuarios?
Creemos que la formación es un aspecto básico para conseguir la autonomía y la independencia y queremos ampliar eso a todas las personas en riesgo de exclusión social. El lunes comienza el primer curso que lanzamos con la Cámara de Comercio sobre técnicas de preparación física en deportes de contacto. Son proyectos que se ajustan a lo que pueda motivar a los jóvenes. También existe el programa Incorpora de orientación laboral, que se lleva a cabo de la mano de la Fundación La Caixa y en el que estamos llevando a cabo intermediación con empresas de la provincia para que nos llamen cuando necesiten contratar a alguien. Con la selección previa, podemos mandar personas que se ajusten al perfil, de manera que las empresas ahorren tiempo y recursos en la selección de personal.
¿Cómo tuvo que adaptarse la labor diaria de la entidad a la nueva normalidad provocada por la pandemia?
Como a mucha otra gente, nos ha obligado a recurrir a la vía telemática. Durante el confinamiento toda la atención se prestó a ese nivel. Una vez pasado, se ha ido combinando la atención presencial con las vídeollamadas. Ha habido personas que funcionaban mejor de esta manera. Nos ha ayudado a mejorar, a ajustarnos más a las necesidades de los usuarios.
En cuanto a los usuarios, ¿se ha detectado una repercusión negativa de la situación actual en relación a posibles abusos o recaídas?
En mi trabajo con los jóvenes, me sorprendió que muchos aprovecharon el confinamiento para lanzarse a dejar el consumo y disfrutaron de una mejora significativa de las relaciones familiares, porque tuvieron una oportunidad para conocerse mejor. En los que no se lo plantearon, sí detectamos un aumento de la ansiedad. En adultos, las trabas para consumir por las restricciones de movimiento y el cierre de los bares facilitaron que hubiera menos recaídas y que lo llevasen mejor. Entre las personas que no están en tratamiento, las nuevas incorporaciones y los estudios apuntan a un aumento del consumo de alcohol pero creo que aún faltan meses o incluso años para que podamos ver las repercusiones de la pandemia y de la crisis económica.