Montar un autolavado de mascotas es una idea que rondaba en su cabeza desde hace tiempo. “Yo siempre he tenido perros y sé lo difícil que es meter en la bañera a un boxer de 40 kilos”, explica María, que recuerda batallas acuáticas de hasta tres horas tras las que “el baño parecía la piscina municipal”. Con dos niños pequeños en casa, al problema del baño se sumaba el de la lavadora, ya que después de lavar las toallas del animal, era necesario desinfectar la máquina con lejía antes de volver a meter prendas de los pequeños.
Toda esa experiencia personal recibió el empujón que necesitaba el pasado verano, durante una estancia en las playas coruñesas de Ares. En una de las zonas de costa habilitadas para perros, la berciana observó a los canes jugar en la arena y pensó en lo que supondría meter a esos animales en casa al término de la jornada. Y como si de una bombilla que se enciende se tratara, la idea del autolavado regresó al centro de sus pensamientos.
El siguiente paso fue la búsqueda de un local adecuado para instalar la maquinaria necesaria para hacer realidad el proyecto. La tienda dispone de una zona de lavado y secado para las prendas que utilizan las mascotas, así como para sus camas y mantas. A su lado, una máquina de ‘vending’ cuenta con chucherías y juguetes para animar la visita de los mejores amigos a esta mezcla de lavandería y ‘spa’ pensado para ellos.
Pero “la máquina estrella”, reconoce María, es el banco de autolavado con la cubeta a la que hay que subir al animal para proporcionarle un relajante baño con agua a 35 grados de temperatura. Con un funcionamiento similar a las máquinas de lavado de coches que funcionan con monedas de un euro, el cliente puede escoger entre champú normal o desparasitante, suavizante, aclarado y secado con aire caliente.
Tras dos minutos de inactividad, una luz naranja se enciende en la máquina y el cliente dispone de dos minutos más para sacar al perro del habitáculo antes de que arranque el proceso de desinfección del aparato para que su siguiente ocupante no corra el riesgo de coger pulgas. “Si la mascota está dentro, no le pasa nada, se le mojan las patas y nada más”, explica María. A la salida, los clientes disponen de cepillos para redondear la sesión de cuidados y de premios en forma de galleta “para cuando lo han hecho muy bien”.
Pese a que la idea del negocio se basa en que sean los dueños los que se ocupan del lavado del animal, María explica que “si necesitan ayuda les echo una mano”. De este modo, con su mejor amigo a los mandos, las mascotas están más relajadas. “Me he llevado alguna sorpresa con perros que son poco sociales, si no ando espabilada me quedo sin mano”, apunta la propietaria del negocio, que aconseja acudir al local en una primera visita previa a la sesión de lavado para que el animal se familiarice con el espacio.
Hasta el momento, gran parte de la clientela consiste en jóvenes con perros grandes que salen al monte a pasear y que optan por volver con el animal limpio a casa. “Algunos me dicen que esto luego queda lleno de agua y de pelos, pero para eso estamos nosotros, consiste en que luego en casa no tengan que limpiar”, insiste. Aunque reconoce que “los comienzos siempre son duros”, María confía en que la llegada del buen tiempo y el fin de la temporada de caza animen el negocio. Al respecto, señala que de cara al verano el local ampliará su actual horario de apertura, para ofrecer servicio a los clientes hasta las 22 horas. Durante la temporada baja, el negocio abre de lunes a domingo, de 9 a 20 horas.