Miriam Badiola / ICAL
El documental ‘Salvajes’, del director asturiano Álex Galán, se adentra de lleno en “los últimos pastores de la Cordillera Cantábrica” para abordar el conflicto entre el lobo y los pastores, una cuestión que considera la “piedra central” de “una brecha que impide que el mundo rural y el urbano se toquen”.
“El documental más visto en España”, tal y como asegura Galán, pretende “rodear Madrid a través de la España vaciada” para retomar “el espíritu de los cines de provincia” y hacer que la gente de los pueblos “tenga motivos para ir al cine porque haya algo con lo que se vean representados”.
‘Salvajes’ llega hoy de la mano de su director al cine Van Gogh de León, mientras que mañana viernes arribará al cine Van Dyck de Ponferrada. El martes, 7 de junio, el cineasta visitará Ponferrada para presentarlo y los cines La Dehesa lo estrenarán el jueves, antes de que a finales de junio cuando le llegue el turno a Valladolid.
¿Cómo se define ‘Salvajes’?
Una película directa, un wéstern del norte que tiene los códigos de las películas del oeste, con personajes muy libres, directos, crudos y sin pulir, pero grabada en el norte y contextualizada con el conflicto entre los pastores y los lobos. ‘Salvajes’ es un ejercicio de acercamiento hacia las posturas más sensibles en este conflicto.
¿Por qué eligió el conflicto del lobo para hacer un documental?
Empecé grabando documentales en otras partes del mundo con comunidades indígenas en Siberia, Mongolia o Kazajistán con los que la gente era muy capaces de empatizar, así que me pregunté si seríamos capaces de empatizar con los indígenas de la Península Ibérica, que para mí son los últimos pastores de montaña de la Cordillera Cantábrica. ‘Salvajes’ es una película de montaña, de pastores y de conflicto porque me di cuenta de que hay una brecha, como una bisagra rota, que impide que el mundo rural y el urbano se toquen y que tiene como piedra central al lobo, amado e idealizado en la ciudad y odiado y demonizado en el mundo rural.
¿Cómo fue el proceso de creación del documental?
Fue un proceso largo, con dos años de grabación y otro más de montaje, en el que había que ser muy delicados y aplicar los mismos códigos que utilizábamos en otras partes del mundo para poder tener la confianza y la amistad de los pastores y poder grabarlos de una forma natural. No queríamos retratarlos detrás de un escaparate, idealizarlos o tratarlos como un producto; necesitábamos que fueran personas que se sintiesen cómodas, así que pasamos mucho ‘tiempo de cabaña’, comiendo, durmiendo o estando en el monte con ellos, para que las situaciones fluyesen de manera natural cuando colocábamos la cámara.
¿Cómo definiría el conflicto existente con el lobo y que ha dado lugar a ‘Salvajes’?
Es una cuestión ancestral, tan antigua como la historia del hombre. Aquí es el hombre y el lobo, pero si estuviésemos en Argentina serían los gauchos contra el puma o los agricultores contra la mosca de la fruta en Filipinas. Es un conflicto que versa sobre la forma en la que nos relacionamos con la naturaleza y que se reduce a dos cosas: el hombre con la naturaleza o el hombre contra la naturaleza.
En la presentación de ‘Salvaje’ se habla de la existencia de un Gobierno decidido a proteger a un animal invisible, ¿es por ello que no hay imágenes de lobos en el documental?
Dudamos sobre si mostrar al lobo en la película o no, pero decidimos que fuera como un fantasma que la sobrevuela todo el tiempo, porque entendemos que el lobo no tiene nada que decir en este tema, es un animal salvaje y no tiene que que explicar lo que hace, así que meterlo en el debate era como bajarlo al barro. Entendimos que el conflicto interesante está en los humanos, en cómo nos relacionamos con la naturaleza y en cómo somos capaces de entendernos o estar peleados históricamente con un mismo tema.
También hace alusión a que la ley está mal hecha, ¿está entonces de acuerdo con la opinión de las Comunidades del Noroeste de la no inclusión del lobo en el Listado de Especies Silvestres en Régimen de Protección Especial?
Creo que la ley no está consensuada con las personas que habitan ese territorio. Imponer una ley urbana en un entorno rural es algo muy complejo y puede ser muy peligroso. Tenemos como ejemplo Portugal, donde decidieron que iban a protegerlo a ultranza y unas décadas después está prácticamente extinto. Cuando la gente de un territorio se siente abandonada o incomprendida y siente que no le escuchan para formalizar una ley, se va a tomar la ley por su cuenta. Cuando una persona se siente enfadada, casi siempre toma una mala decisión, que en este caso puede ser colocar veneno y acabar no solo con el lobo, sino con un montó de especies naturales.
Habla de una imposición de una ley urbana, ¿el acuerdo de los naturalistas con su inclusión en el Lespre se debe al desconocimiento de la realidad rural?
Los naturalistas se muestran contentos por haber conseguido que el lobo esté incluido en el catálogo de especies protegidas, de hecho son quienes han impulsado esta norma. Ellos aman el animal por el simple hecho de que existe, eso es algo que también hay que comprender, pero se está convirtiendo más en una guerra para ver quién gana esta batalla que en pensar en el lobo. Cuando los naturalistas se empeñan demasiado en no tener en cuenta a los pastores, en el fondo están perjudicando al lobo por ganar su propia cruzada.
¿Es posible llegar a un punto de acuerdo que agrade a ambas partes?
Estamos en el año 2022 y existimos todos, tanto humanos como lobos, si hemos llegado hasta aquí todos juntos tan mal no lo habremos hecho. Hubo momentos muy oscuros para el lobo en el que estuvo a punto de desaparecer y ahora los hay para el pastoreo, que está también a punto de desaparecer. Yo sí creo que todos podamos llegar a convivir y a compartir espacio, pero para eso lo que hace falta es empatía y dejar de defender constantemente nuestra propia causa y tratar de entender la del otro. Para resolver un conflicto hay que entenderlo y para entenderlo hay que afrontarlo, pero haciendo las cosas a la fuerza y al golpe de la ley, se acabará perjudicado al lobo.
Se refiere al documental como un wéstern, ¿quiénes son los buenos y quién son los malos en este conflicto?
Eso se lo dejamos a la interpretación del público. Una de las cosas que nos gustaba de los wéstern es que los personajes, sean buenos o sean malos, son muy libres para actuar según su propia ley y buscando conseguir un objetivo. Por eso todos los pastores y naturalistas que salen son personas muy honestas y que van muy de frente, así que quién es el bueno y quién es el malo depende del lado del valle al que se le pregunte.
¿La situación que expone ‘Salvajes’ con el lobo podría extrapolarse a la situación general del medio rural?
Más allá del lobo, ‘Salvajes’ muestra el choque entre dos mundos: el urbano y el rural. Creo que hay una idealización del mundo rural a la hora de querer volver al campo y a los pueblos, pero no hay un entendimiento real y nos sumergimos de verdad de lleno ni intentamos comprenderlo.
El documental llega hoy a León tras un gran éxito en Asturias y Galicia, ¿cómo ha sido ese recorrido?
Estamos intentando recuperar el espíritu de los cines de provincia y a que la gente de los pueblos tenga motivos para ir al cine porque hay una película con lo que se vena representados. Para eso, en lugar de hacer un gran estreno en Madrid o Barcelona, estamos abarcando territorios rurales donde la gente pueda movilizarse a los cines para verla. Se estrenó en Asturias y Galicia, gracias lo que se convirtió en el documental más visto en España, y ahora entramos en León, Salamanca, Ponferrada o Santander; estamos rodeando Madrid a través de la España vaciada para que la gente pueda verse representada y nos encontramos con gente que nos cuenta que igual llevaban 40 años sin ir al cine o con familias de pastores que nunca habían ido juntos al cine. Esto demuestra que el mundo rural llevaba mucho tiempo queriendo ver contenidos con los que sentirse representados.