La Colegiata de San Isidoro de León acogió hoy los actos de clausura del 875 aniversario de la fundación de la Muy Ilustre, Real e Imperial Orden y Cofradía del Milagroso Pendón de San Isidoro, conocida popularmente con el nombre de Pendón de Baeza, que culminó un año de celebraciones que arrancaron también en la festividad del apóstol Santiago.
Entre los actos programados para esta jornada no pudo faltar la exposición y tremolar del Pendón, un paño de tafetán carmesí réplica del original, que se custodia en la Real Colegiata y Basílica de San Isidoro y que suma, entre sus reconocimientos, los de Capitán General como Enseña Histórica Nacional de España, la segunda más antigua después del Pendón de Clavijo, del siglo IX, conservado en el Ayuntamiento de Astorga. Cuelgan de él las Medallas de Oro de Baeza, León y Villadangos del Páramo, así como un lazo azul celeste en recuerdo del Voto Inmaculista efectuado en 1663.
El abad de la Orden, Gonzalo González Cayón, el alcalde de la ciudad, José Antonio Diez, y el abad de San Isidoro, Francisco Rodríguez, fueron los encargados de bandear el ‘milagroso, glorioso, invicto e imperial’ Pendón de San Isidoro en un acto que contó, entre otras autoridades y representantes institucionales, con la presencia del presidente de las Cortes de Castilla y León, Carlos Pollán.
Después del lucimiento del estandarte, la Real Basílica de San Isidoro acogió una eucaristía presidida por el arzobispo de Sevilla, José Ángel Saiz Meneses, que a continuación fue nombrado caballero cofrade de honor de la Imperial Orden del Pendón de San Isidoro. El programa previsto concluyó con una comida de clausura en el Hotel Real Colegiata.
El origen
Los entendidos -también hay quien aborda la cuestión con marcado carácter de leyenda- sitúan el origen del Pendón de Baeza en el año 1147, cuando el rey de León Alfonso VII preparó una gran cruzada para conquistar la ciudad de Almería de manos de los musulmanes. Al llegar a la ciudad de Baeza, en la actual provincia de Jaén, la sitió para tomarla junto a parte de su ejército, mientras el grueso de las tropas continuaba su camino hacia Almería.
Ante la resistencia de la ciudad, que recibió un fuerte apoyo del califato de Córdoba, Alfonso VII invocó a San Isidoro, patrón de la capital del reino, que según relata el cronista Lucas de Tuy se le apareció en sueños, a caballo, y le aconsejó que tuviera fe en la victoria, que llegó al día siguiente, el 25 de julio de 1147.
El rey convocó entonces a obispos, nobles y caballeros e instituyó la Imperial Orden de San Isidoro, ordenando bordar el ‘milagroso pendón’ a las damas de la corte que le acompañaban en su séquito. El primer acto de esta institución en la ciudad de León tuvo lugar el 17 de febrero de 1148 ante los restos de San Isidoro y con la presencia del pendón que lleva su nombre.
Desde entonces, a lo largo de 875 años, la orden nunca ha llegado a desaparecer del todo, dado que siempre ha tenido dos miembros natos: el rey, como Gran Maestre, y el abad de San Isidoro, como Juez Conservador Perpetuo.