Llega el otoño y, con él, unos paisajes maravillosos. Los árboles empiezan a teñirse de colores rojizos y cobres y el efecto visual que provocan no puede ser más espectacular. Castilla y León cuenta con innumerables lugares para disfrutar de esta época del año, pero hay algunos que sorprenden por la magia y belleza que transmiten.
Quizá sea desconocido para algunos, pero la Comunidad alberga el hayedo mejor conservado del país. Se trata del hayedo de Faedo de Ciñera, ubicado a tan solo unos 40 kilómetros de la capital leonesa. Este bosque centenario fue nombrado en 2007 el mejor cuidado de España por parte del Ministerio de Medio Ambiente y la ONG Bosques Sin Fronteras.
Es casi como un lugar de cuento de hadas, con colosales árboles de troncos retorcidos con ramas que parecen casi tocar el cielo, arroyos y una perfecta red de senderos y pasarelas que facilitan su recorrido. De hecho, esta joya de la provincia leonesa es un refugio para muchos animales como los lobos, aves o, de vez en cuando, algún que otro oso, aunque estos son mucho más difíciles de ver por la zona.
Por estas fechas, tiende a convertirse en un punto de interés turístico. Generalmente, la visita más recurrente que se realiza sale de la localidad de Ciñera de Gordón. El recorrido por el hayedo tiene una duración estimada de cuatro horas -dos para ir y dos para volver- y se realiza mediante un sendero que alcanza los siete kilómetros.
Un camino por el que los turistas van descubriendo la magia que tiene este espacio natural. Y es que muchos se quedan impresionados cuando ven algunos de los árboles más singulares de España. Es el caso de Fagus, por ejemplo, que tiene una vida de casi 500 años y un perímetro de seis metros.
No es lo único, porque muchos se impresionan al ver el desfiladero de las Hoces del Villar. Estas se prolongan hasta la localidad de Villar del Puerto, el lugar en el que se encuentran las Marmitas de Gigante, unas impresionantes cascadas y pozas de agua.
Un lugar en el que se puede percibir la huella minera al dejar atrás unos vagones oxidados y la entrada a una bocamina abandonada, reconvertida en un santuario. Es importante saber que a través de la verja se pueden ver algunas fotos antiguas, herramientas para la extracción del carbón y un pequeño altar en honor a la virgen de Santa Bárbara, que es la patrona de esta profesión.
Hay unos merenderos, para quienes se quieran sentar a reposar un rato, y a través de un pequeño puente que salva la brecha del arroyo, aparece el acceso al bosque a mediante una pasarela de madera, por la que recomiendan continuar la ruta para evitar dañar este paraje natural. Y es que todo el que va admite que la vista se pierde en una paleta de colores, a la par que el olfato percibe el aroma de la tierra y hojas.
La leyenda de la bruja
Los sitios que tienen tanta magia no pueden estar exentos de una leyenda que los acompañe. Este lugar no iba a ser menos. Y es que tiene una leyenda misteriosa que muchos conocen o les cuentan cuando acuden a esta zona por primera vez.
Su protagonista es, como casi siempre ocurre en los bosques, una bruja llamada Haeda. Esta se hizo cargo de una familia que no llegaba a una cueva que se encontraba cerca para resguardarse. Para ello, cogió unas piedras de la montaña y prendió fuego con los que calentar a grandes y pequeños.
La intención de la bruja era hacer el mal, por eso este acto la fue consumiendo poco a poco. Antes de morir quiso llenar las colinas de carbón con el que poder calentar a los pueblos vecinos. Así, además de ofrecer calor, también servía como fuente de riqueza.
Haeda se retiró al Faedo para morir y dicen que aún se puede sentir su presencia en lugares tan especiales como la Haya Madre, dicen que desde allí protege a todos los pequeños que visitan este lugar tan mágico. Cabe destacar que esta leyenda proviene de una vecina del lugar llamada Josefina Díaz del Cuadro, quien lo escribió para su nieta.