Han pasado 100 años desde que León vio nacer a un restaurante que hoy se ha convertido en un emblema en la ciudad.
Se trata de El Besugo, un establecimiento ubicado en el número 10 de la calle Azabachería, en pleno barrio Húmedo, que "empezó siendo una pescadería" y que ya lleva un siglo conquistando paladares con deliciosos platos elaborados en base a recetas tradicionales y muy leonesas.
El Besugo levantó su persiana por primera vez el 24 de abril de 1924. Sin embargo, para hablar de él hay que remontarse a bastante más atrás. Concretamente, a la época en la que Fernando Martín, su fundador, se mudó junto a su esposa, Irene, a la ciudad León, procedentes de un pueblo de Segovia.
Allí el empresario trabajaba en el campo y como el dinero que conseguía "no le daba para salir adelante", se cogió un burro y un carro y se trasladó con su mujer a Vegas del Condado.
Una vez instalados en el pueblo, Fernando centró su actividad en comprar animales para después venderlos. Y como vio que con este oficio se ganaba más dinero que en el campo, decidió llevarse a su hermano con él para que se dedicase a lo mismo.
Sin embargo, en un momento dado, Fernando se dio cuenta de que "entre ellos se estaban haciendo la competencia", así que decidió dejar el que llevaba tiempo siendo su trabajo para emprender.
"Vio un local en León, propiedad de un militar, y le pidió que le alquilase la planta baja y la primera. Este accedió, pero con la condición de que no pusiera un bar, porque él vivía en el tercer piso del edificio y quería estar tranquilo". Entonces, el segoviano decidió montar una pescadería llamada La Veloz.
Con ella funcionó hasta 1924, año en el que comprobó que no era un negocio rentable, dado que entre que el pescado tardaba más de un día en llegar al pueblo y otro más a León, se ponía malo enseguida.
Por ello, decidió innovar y abrir por la parte de atrás de la pescadería, y más o menos a escondidas, una casa de comidas en la que su mujer trabajaba como cocinera. Reinventarse o morir, dicen.
Que les pillaran era cuestión de tiempo, así compaginaron ambos negocios hasta que en abril de ese mismo año el propietario del local decidió hablar con ellos. Tal fue su sorpresa cuando este les dio permiso para montar el negocio que quisieran, al ver que con la casa de comidas no estaban generando ninguna molestia a los vecinos.
Entonces Fernando y su mujer se animaron a montar el restaurante, al cual decidieron llamar El Besugo. Y todo, por un cliente.
"Un cliente al que llamaban 'El Tiburón' por sus dientes fue a tomar algo a la casa de comidas y vio que mi abuelo estaba desescamando un besugo, entonces dijo: 'si a mí me llaman 'El Tiburón' a ti tendrían que llamarte 'El besugo'. Y con Besugo se quedó".
Así lo ha confesado Norberto Arribas, actual propietario del restaurante junto con su primo, también llamado Fernando Martín, ambos nietos de los fundadores del establecimiento, en una entrevista con EL ESPAÑOL - Noticias de Castilla y León.
El fin
Norberto y Fernando forman la tercera generación de empresarios de su familia, ya que, una vez que sus abuelos dejaron el restaurante, este pasó a manos de dos de sus 11 hijos, concretamente, a los más pequeños, Fernando y Ana, con sus respectivos, María Jesús e Isidro.
Tras ellos, fueron los hijos de estos los que cogieron las riendas del negocio. Aunque no todos. Por parte de Fernando y María Jesús, Fernando; y por parte de Ana e Isidro, Norberto.
Sin embargo, lamentablemente todo apunta a que esta va a ser la última generación de una familia dedicada a la hostelería, ya que, según ha revelado Norberto, "aunque yo sí que tengo hijos, no quiero que se dediquen a esto porque es un trabajo muy sacrificado".
En este sentido, el empresario ha admitido que él, en su caso, no ve a su familia en todo el día y que, además, tampoco tiene los descansos y vacaciones habituales. Por ello, quiere y desea lo mejor para sus vástagos, que no es otra cosa que tengan una vida "cómoda y normal".
"Mis tíos estuvieron aquí trabajando hasta que hicieron su vida fuera y nosotros hemos hecho lo mismo. Y es que si no estás metido desde pequeño en este meollo, es muy difícil que te llame la atención la vida de un hostelero. Por eso no he querido que mis hijos vengan a trabajar al restaurante, para que no les pique el gusanillo", ha confesado al respecto.
Recetas centenarias
En cualquier caso, lo cierto es que Norberto se siente tremendamente orgulloso de hasta donde ha llegado el negocio familiar.
Un restaurante que triunfa ofreciendo a sus clientes "cocina tradicional", también llamada por el empresario "de toda la vida, de guerra y de cuando había hambre", muy característica de la provincia leonesa.
En este sentido, destaca las mollejas, croquetas, chopitos, pastel de cabracho y las ensaladas como los entrantes más demandados, así como en bacalao, el congrio, el lechazo, el morcillo o el cochinillo como los platos estrella de la carta.
"Lo que más gusta son los guisos que hacemos, que son, sobre todo, platos contundentes de León", ha confesado.
Lo mejor es que la gran mayoría de ellos están elaborados en base a recetas centenarias de su abuela que todavía conservan, pese a que su primo Fernando también haya incluido otras nuevas a raíz de formarse en cocina.
"Aquí en la cocina han estado mi abuela, mi madre, una tía mía y un cocinero externo. Y con todos se han mantenido los platos de toda la vida. Por eso decimos que la cocina ha ido pasando por varias generaciones, pero conservando las mismas recetas", ha destacado.
De este modo, señala la carta "competitiva en calidad y precios", así como el buen servicio al cliente, como las principales claves del éxito de El Besugo. Un restaurante al que el haber cumplido 100 años también le ha dado cierto reconocimiento.
"Ofrecemos buena calidad a precios razonables, intentando siempre que los clientes se marchen contentos y diciendo: 'si volvemos a León hay que venir a El Besugo otra vez'", ha espetado.
Un especial reconocimiento
Y es que todo ello ha llevado a El Besugo a estar prácticamente lleno "todos los días" y a ser considerado uno de los restaurantes más conocidos de León, así como un referente culinario.
Pero también a haber sido condecorado, ya no solo con una placa por parte del Ayuntamiento, que también, sino con un diploma de reconocimiento por parte de la Academia Leonesa de Gastronomía, que les fue entregado hace apenas unos días.
Y todo, "por su destacada y fructífera trayectoria" y haber sido, desde su fundación, "un pilar fundamental en la preservación y promoción de la gastronomía tradicional leonesa". Del mismo modo, han reconocido "su capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos sin perder la autenticidad que lo caracteriza".
En definitiva, un sentido homenaje fruto de haber cumplido un hito histórico al conmemorar su centenario, que ha sido recibido por los propietarios del restaurante con "mucha ilusión y orgullo", al tratarse de "la trayectoria de una familia que ha dedicado su vida a esto" y al reconocer "que lo hemos hecho bien".
Además, les ha hecho recargar fuerzas y energías para seguir deleitando a sus clientes con los sabores más auténticos de la región y provincia durante muchos años más. Porque, tal y como ha confesado Norberto, "lo único que queremos es seguir como hasta ahora, trabajando y disfrutando de lo que hacemos", ha concluido.