La mirada de un sigiloso tigre de bengala que bebe agua de un estrecho río es, para muchos animales que se sitúan bajo él en la pirámide del reino animal, la mayor de las amenazas. Para otros seres vivos, a los que el rayado animal entiende como una amenaza, es la más cautivadora e indescriptible de sus experiencias vitales. Una de esos seres vivos es Sara Vielba, veterinaria de la palentina localidad de Aguilar de Campoo, de 32 años, que en 2018 decidió dejar su trabajo como veterinaria para hacer de este tipo de experiencias, y de los viajes, su vida.
Un estrecho vínculo le une con Nepal, un país “que no sólo cuenta con montañas”, tal y como la natural de la villa galletera apunta. El nexo con su “segunda casa” le ha hecho emprender una aventura tan intrépida como exigente, la GR11 o, como es más conocida, transpirenaica. Han sido 865 kilómetros los que Sara Vielba ha recorrido en un total de 46 días, de los cuales hubo de parar en dos de ellos “porque la montaña y la climatología mandan”.
Durante semejante desafío personal, además de enlazar un paso tras otro con una carga física añadida en forma de mochila cuyo peso ascendía hasta los quince kilos, contaba con un apoyo mental: la recaudación de un euro por cada mil metros recorridos, con la iniciativa ‘Kilómetros por Nepal’, con el fin de “dar soporte básico a los hospitales de las zonas rurales y ayudar, en la medida de lo posible, a repartir alimentos entre las familias más afectadas por la pandemia”, explica Vielba.
A través de una ONG, KARMAFLIGHTS, difundió un enlace por el que todo el que así lo deseara pudiera realizar una aportación, por mínima que fuera, para ayudar a las zonas rurales del país asiático a afrontar la crisis social, económica y, por supuesto, sanitaria, que la pandemia ha supuesto. “¡Me encontraba con gente en el trayecto que intentaba darme dinero en metálico pero no podía aceptarlo!”, recuerda Vielba.
Del 17 de agosto hasta el 1 de octubre, desde el guipuzcoano Cabo Higuer hasta el gerundense Cap de Creus, la aguilarense pasó un mes y medio tras el cual, ahora que se encuentra en Barcelona, de visita a unos amigos, sufre “un ‘shock’ y un proceso de adaptación mucho más salvajes que al estar en soledad en plena montaña, donde la herencia genética se siente más a gusto que en una urbe abarrotada de coches, bullicio y prisas”.
Con desniveles acumulados diarios de más de mil metros y sin necesidad de utilizar cuerdas pese a haber pasado por tramos donde sí era necesario trepar, Vielba desvela que la climatología “fue un aliado en vez de un enemigo, algo que podía haber sido fatal para la aventura”. Sin embargo, el reto mayúsculo también se erige en que, pese a ser oriunda de una zona prolija en montaña y rutas de escalada, “se trataba de la primera vez que me enfrentaba a la montaña, en solitario, habiendo tenido, en 2019, mi primer contacto con la roca”, destaca.
Asimismo, Vielba explica cómo, en más de una ocasión, debía hacer acopio de víveres “para más de cuatro días ya que, con la ruta diseñada, podían pasar, perfectamente, varias lunas hasta la siguiente población”.
Relación con Nepal
Sara Vielba explica cómo surgió la estrecha sinergia entre el país y ella, una confluencia que nace de su pasión por los animales y la veterinaria cuando durante todo el año de 2018 se recorre “de arriba abajo la parte más desconocida de Nepal, toda su verde selva lejos de las zonas turísticas más congestionadas”. Sin definirse como emprendedora, cuenta con una de las habilidades más necesarias a la hora de invertir todo el esfuerzo personal en una idea, en un proyecto: el atrevimiento.
De la mano de esta cualidad creó ‘Aventuras Compartidas’, un proyecto con el que organiza expediciones y viajes de aventura “en las regiones más remotas del Himalaya, donde buscar el contacto más cercano con la población local y tratando que el mochilero viva un viaje en el que se sumerja, de lleno, en la idiosincrasia del país y, por ende, de sus gentes”.
Fauna salvaje
Como veterinaria que es, guarda un especial cariño al reino animal, no más que usted o yo al observar cómo la mascota de alguien corretea por el parque en busca de la rama de un árbol. Lo especial de su relación con los animales se explica a través de un río. De vuelta en el recuerdo de días pasados del año 2019, Vielba se embarca en un viaje, sólo con billete de ida, a Ladak, en Nepal.
Allí convivió con muchas de las hasta cincuenta etnias con las que cuenta el país, “donde no todo el mundo es ‘sherpa’”, apunta Vielba, en tono jocoso. Una de las familias con las que pasó unos días, a cambio de alojamiento, le concedió la experiencia “más increíble e indescriptible” de su vida. “Fue cuestión de unos segundos, el tigre, majestuoso como pocos animales, bebía agua, solo, a unos metros de mí, hasta que se percató de mi presencia, pese a intentar ser tan sigilosa como él, y huyó”, rememora la veterinaria, tras recordar la frustración que supone el adentrarse en la selva, día tras día, y no ser capaz de encontrarle, hasta que “con unos segundos, se compensa todo el mal bagaje previo”.