España siempre ha presumido de ser uno de los países con más bares por habitante. Los clásicos establecimientos de partidas de cartas, clientela fiel, carajillo o caña y pincho se han convertido en parte del paisaje. Son bares casi escondidos entre las callejuelas de las grandes ciudades y ese es, precisamente, parte de su encanto. Levantan su metálica persiana al amanecer para servir los primeros desayunos y no la cierran hasta altas horas de la noche.
Sin embargo, los bares de barrio están en peligro de extinción. Sus propietarios empiezan a jubilarse y no encuentran a nadie que quiera hacerse cargo del negocio. “Se hacen mayores, tanto los dueños como los clientes, y eso se nota. Además, con el paso de los años la sociedad ha cambiado de gustos y costumbres. Antes una cuadrilla de amigos podía pasar la tarde fumando y echando la partida. Eso ya no existe”. Es el análisis de Jorge Martín, propietario del bar Bariloche en el barrio de San José de la capital palentina.
En su caso, lleva casi cuatro décadas al frente del negocio y ha sido testigo en primera persona del devenir de la ciudad y la evolución de sus vecinos. “Aquí todos nos conocemos. Desde el otro lado de la barra he visto crecer a varias generaciones. Antes los padres venían con sus hijos pero esos niños fueron creciendo y se marcharon a vivir a otros barrios”, recordó Martín. “Estos bares han sido y son como la segunda casa de mucha gente”, afirma Julián que es, junto a su mujer, uno de los clientes más habituales de este establecimiento. “Saben lo que vamos a tomar y casi antes de sentarnos ya tenemos el desayuno puesto en la mesa. Es una maravilla y eso solo pasa en este tipo de bares”, aseguró.
Esa cercanía es lo más valorado por una clientela que, después de tantos años, considera a los dueños y camareros de estos locales como verdaderos amigos o incluso parte de su familia. “Llevo viniendo prácticamente a diario desde hace muchos años y lo seguiré haciendo porque hay que demostrarles nuestro apoyo. Dan mucha vida al barrio y tienen variedad para comer”, aseguró José, otros de los clientes más fieles de este bar palentino. Junto a él, en un taburete de la barra se sienta Javier. Es vecino del barrio y lo considera como una parada obligatoria al salir del trabajo. “Me pilla de camino a casa y, aunque no me quedo mucho, siempre entro, saludo, me tomo algo y me ayuda a desconectar”, reconoció.
Por su parte, desde los propios locales tratan de agradecer esa fidelidad ofreciendo un trato de calidad. “Intentamos tener una oferta gastronómica asequible y apta para todos los bolsillos. Tratamos de cuidar al cliente sin perder de vista que lo que buscan aquí, es ese ambiente tan característico de los bares de barrio. Vienen porque quieren sentirse entre amigos”, reconoció el propietario del bar El Bariloche.
Ahora la falta de relevo generacional es la principal causa de que España haya perdido 29.300 bares en la última década. Un descenso significativo también en Castilla y León, donde se ha pasado de tener 14.504 bares en 2013 a los 11.514 registrados al acabar el 2023 (un 20% menos en diez años). De hecho, solo desde la pandemia, casi 1.500 establecimientos de este tipo cerraron sus puertas definitivamente en la Comunidad. “Todos tuvimos que cerrar a causa del Covid y muchos no volvieron a abrir”, se lamentó Martín.
Aunque hay un precedente. El primer “mazazo” en el número de clientes llegó con la prohibición de fumar en el interior de los locales y a eso hubo que sumar los estragos que la crisis sanitaria provocó en el sector hostelero. “Eso sin contar con la gran cantidad de horas que hay que dedicar a un negocio como este para conseguir sacarlo adelante y el encarecimiento de los costes”. En los últimos años las facturas de alquiler, luz, agua o las cuotas de autónomos se han disparado y cada vez cuesta más que salgan las cuentas a fin de mes.
Por eso, a muchos no les ha quedado más remedio que reinventarse y adaptarse a los nuevos tiempos. Así lo cree, Xabier Martín, jefe de cocina de La Cervecería, otro de los establecimientos con más solera del barrio de San José de la capital. Para él, las claves del éxito son “tener ilusión, ser capaz de ofrecer un elemento diferenciador y rodearse de un buen equipo de profesionales”. “Es un trabajo muy sacrificado pero las cosas funcionan si se hacen con cariño. El valor que tiene un negocio son sus empleados”, remarcó.
Una forma de vida para ellos pero también para los clientes más habituales. Juntos, forman un tándem indivisible que permitirá a los bares de barrio tener un futuro garantizado haciendo frente a las dificultades, las modas o el encarecimiento de los costes. Seguirán siendo durante muchos años ese “refugio lleno de vida”, no solo para los barrios, sino también para los municipios del medio rural.