La gastronomía de la provincia de Palencia busca reflejar el sabor y la tradición que reinaban, hace años, en los viejos fogones castellanos. Pasa por ser una cocina tanto labradora como pastoril, con elaboraciones cuidadas y el protagonismo de los productos de proximidad.
La sopa castellana y la menestra reinan en un lugar en el que también queremos destacar sus quesos, la perdiz, tanto guisada como en escabeche, su repostería, el pisto… sin olvidarnos de productos típicos de la matanza como puede se la morcilla.
Pero, sin lugar a dudas, el producto estrella es el lechazo, en especial el de raza churra, que está reconocido con la denominación de origen, asado, en cazuela de barro y horno de leña, únicamente condimentado con manteca de cerdo, sal y agua. Una delicia.
Estos productos y otros como las chuletillas, los pichones de Tierra de Campos, los caracoles, los cangrejos o las truchas, típicos también de la provincia, se pueden degustar en la bella localidad de Frómista, de 755 habitantes, según los datos del INE.
A 30 kilómetros al norte de la capital palentina, a 80 de Burgos, 110 de León y 170 de Santander, se ubica un pueblo que cuenta con, como principal atractivo, su imponente iglesia de San Martín, una auténtica joya que merece la pena visitar.
Allí, en Frómista, Álvaro Rayón Gómez (41 años) se incorporó de forma continua al equipo del Restaurante ‘Los Palmeros’. Un establecimiento hostelero para disfrutar comiendo los mejores manjares en un sitio único.
Frómista y el buen comer
“Tradicionalmente, lo que más se conoce en Frómista, gastronómicamente hablando, es el queso elaborado con leche de oveja local”, asegura en declaraciones a EL ESPAÑOL de Castilla y León Álvaro, que cita también a la “importancia del lechazo y los palominos de Tierra de Campos”.
El aprovechamiento cinegético tiene una relevancia supina en Frómista. En la gastronomía del pueblo. Además, en la actualidad, las pastas de yema y los sequillos, de la Panadería Salazar, hacen las delicias también de los más dulces del lugar. Los forasteros, no dudan en llevarse los quesos de San Martín.
Hoy en día, en la localidad palentina, conviven una decena de restaurantes que dan vida a la localidad. Ofrecen sus mejores elaboraciones a los vecinos y, también y sobre todo los fines de semana, a los forasteros que hasta el lugar se acercan.
Nos detenemos en el de nuestro entrevistado, en pleno centro del municipio, en la Plaza de San Telmo, número 4, que tiene más de 50 años de vida ya.
Desde 1968 para chuparse los dedos
“El Restaurante Los Palomares lo crea la Diputación de Palencia para ser inaugurado en 1968. Tras diez años en los que fue explotado por otra familia, lo cogió la mía a través de mis padres que llegaron a Frómista en 1978 para regentar el establecimiento”, explica Álvaro.
Fue en 1990 cuando su familia se hace con la propiedad, continuando con la misma idea de cocina tradicional de mercado en la que prima el producto de temporada de máxima calidad, pero invirtiendo de manera más fuerte y notoria en las instalaciones.
En la actualidad son un total de 7 trabajadores los que se encargan de dar el mejor servicio a los invitados con la menestra de verduras de la huerta palentina y los palominos de Tierra de Campos estofados como productos estrella.
“Destacaría la estacionalidad de cada producto. A mí me encantan los guisantes en primavera y la torcaz en otoño y al cliente también”, apunta nuestro protagonista.
Un futuro próspero
Álvaro Rayón Gómez asegura que sacar adelante un negocio en el medio rural es “mucho más difícil de lo que parece” más, teniendo en cuenta, que la palentina es una provincia que cuenta con 150.000 habitantes. Pese a todo, el futuro lo ve de forma “próspera”.
“Imaginar el pueblo actual sin la existencia de ‘Los Palmeros’ se me haría, cuanto menos, extraño. En algún contexto se puede llegar a conocer Frómista por el restaurante y eso hace que nos sintamos muy orgullosos”, afirma el hostelero.
Álvaro espera que “la gastronomía y el turismo sigan siendo el motor de nuestro país” y que el medio rural “vuelva a ser el centro del estilo de vida de las personas” para “dejar la ciudad en un segundo plano”.
Frómista, un pueblo palentino bello y en el que se come realmente bien, del que disfrutan tanto vecinos como turistas.