El culto a los muertos en la Sierra de Francia
En estos tiempos vacíos, aún persisten diferencias muy sustanciales entre los pueblos y la ciudad, y más para aquellos que busquen emociones raras. Por ello, no deben dejar pasar una noche de ánimas en algún pueblo, como es el caso de Mogarraz, donde la necesidad hizo albergar esa noche al viajero.
Están bien asentadas las tinieblas cuando se dirige a la iglesia. Una suave brisa, fría, muy fría, cuajada con algunas gotas de agua lo calan. Presagia una mala noche. Acaece en la iglesia acompañado por el sserrano que le hace de guía y que, de paso, sube a la torre ‘ca’ cual ha de tocar por los sus muertos… Pa’ su bien, así ha de ser.
De repente, sorprendiendo por la esquina de una calleja, unas lucecitas, oscilantes, avanzan hacia el templo y hacia el viajero y su acompañante. Son otros fieles, tanto hombres como mujeres que vienen alumbrándose con faroles a tocar por sus muertos.
Lo que más llama su atención –dice su acompañante que "a los niños nos impresionaba"– es ver llegar a esa mujer llamada de ánimas, que toca la esquila en cada esquina y recita su tenebrosa salmodia.
Espera y se une al pequeño grupo de acompañantes que vienen cogidos del brazo rezando el rosario y se marchan así a otra esquina. Y cuando no sale la ‘mujé’, al fuego de la lumbre de la cocina comenta el serrano lo que pasó:
-¡Fijáos, la campana se oyó sola en todos los rincones del pueblo!, y les entró a todos un escalofrío que no hacía dudar del hecho.
A media noche, los primeros viernes de mes y cuando la gente ya está dormida, salen otras mujeres a recorrer el pueblo y a pedir con sus rezos por las ‘benditas ánimas del purgatorio’:
Pecador las once son
y en ellas contemplarás
que todo el mundo se acaba
como estamos estarás ...
De regreso a nuestros días, a una realidad que en la Sierra de Francia no se pierde, este rito de difuntos tiene cotidiana pervivencia: todos los días al oscurecer recorre el pueblo la esquila de las ánimas, que lleva una mujer que toca en todas las esquinas a la vez que entona una salmodia por las almas del purgatorio:
Fieles cristianos acordémonos
de las benditas almas del purgatorio
con un padrenuestro y un
avemaría por el amor de Dios.
Da tres toques con la esquila y continúa con la salmodia:
Otro padrenuestro y otro avemaría
por los que están en pecado
mortal para que su Divina
Majestad los saque de tan miserable estado.
Hace sonar la esquila por última vez dando otros tres toques y continúa sin dejar de rezar, hasta completar el recorrido. Mujeres voluntarias la siguen, acompañando sus rezos y sus cánticos. Hace sonar la esquila dando otros tres toques y continúa su camino sin dejar de rezar, hasta completar un recorrido de aproximadamente treinta minutos, mientras sus convecinos rezan dentro de sus hogares en recuerdo de sus difuntos. La comitiva camina con paso lento hasta que, de repente, se detiene ante una de las casas. La mujer que lleva el farol y la esquila, vestida de negro y cubierta con un capuchón, se vuelve hacia la puerta y recita una oración. Tal vez en recuerdo de algún fallecido. La puerta entonces se abre y una mano les entrega alguna ofrenda, probablemente unas monedas que paguen una misa en favor del difunto.
Esta tradición recuperada en Mogarraz -es una costumbre que las mujeres de esta villa la llevan a cabo por medio de una “manda”, que es una promesa para rezarle a todos los difuntos- pero también en La Alberca, ya existe desde hace mucho tiempo, y tienen la firme convicción de que todos los días, llueva, nieve o caigan piedras del cielo, la moza de ánimas, que así se llama la mujer que porta la esquila, debe hacer su ruta por el pueblo.
Cuenta la leyenda que desde que existe esta tradición, tan sólo una noche la moza de ánimas no salió a hacer su recorrido, y no lo hizo porque fue asesinada de manera misteriosa ese mismo día. Otra leyenda cuenta que la mujer, aterrorizada por los elementos que se unieron aquella noche, frío, lobos, nieve y una oscuridad extrema, prefirió quedarse al abrigo de su casa en aquellas gélidas horas. Aun así, los serranos aseguran que esa noche escucharon perfectamente como sonaba la esquila, al igual que todas las noches, al paso por sus casas, sabiendo que la moza de ánimas estaba muerta y que no había salido nadie en su sustitución, y en Mogarraz alguna vez hasta las ánimas 'se han dejado ver'.
Cuando abandonan la iglesia, la mala noche sigue paseando frío y lluvia helada en los rostros. Se encaminan a la casa de su amigo el serrano dejando atrás a un grupo de mozos que, en una hermosa lumbre en la torre, asan una cuartilla de castañas, a lo que llaman calboches, que se comen a lo largo de la noche acompañadas de medio pellejo de vino.
Al amparo de la lumbre en la cocina, sentados en un escaño, el serrano narra al viajero,
- Mientras se está dando el ‘doble’ y el responso por un ánima, la ‘probe’ queda ‘aliviá’ de sus penas.
Ante tanta extrañeza por su parte, el hombre incide:
- ‘Pos’ tengo así como ‘entendío’ que las mismas ánimas hasta alguna vez se han dejado ver...
Y finaliza su explicación:
- Usté lo pue creer o no. Yo lo he oído así desde siempre, desde muchachejo.
Es tarde ya y la lumbre parece consumirse con las horas. Por una escalera de madera sube a su alcoba. La curiosidad le hace abrir el pequeño ventanuco. No ve nada, pero oírse, sí se oye. El ‘doble’ de las campanas de la iglesia, el repique de una esquila y una voz profunda que pide por las ‘benditas ánimas’ y se pierde con el viento serrano en la noche oscura, de la sierra o de nuestras vidas. A ciencia cierta no lo sabemos, cachis!