San Juan de Sahagún, el pacificador de Salamanca
Salamanca festeja este martes 12 de junio a San Juan de Sahagún, su patrón. Recordado por sus milagros y por ser el pacificador de la ciudad. Pero, ¿quién fue realmente?
El 24 de junio de 1430 nacía en la localidad leonesa de León un pequeño de nombre Juan González del Castrillo. Fue el mayor de siete hermanos, de Juan González del Castrillo y Sancha Martínez, un matrimonio pudiente que quiso educar a su primogénito en el Monasterio de San Benito de Sahagún. Su férrea voluntad y su dócil personalidad hizo que se ganara la protección del obispo de Burgos, Alfonso de Cartagena, quien supervisó su educación personalmente y le nombró secretario canónigo de la catedral. Pero Juan sólo quería ser sacerdote, siendo enviado a la parroquia de Santa Águeda.
Tras unos años de labor altruista, se matriculó en Teología en la Universidad de Salamanca, donde estudió durante cuatro años mientras fregaba suelos y lavaba platos en el Colegio de los Agustinos. También servía a comensales, y cuentan las crónicas que en una comida de novicios tomó una vasija y fue capaz de servir a todos los presentes uno a uno sin que se agotara el vino. Tal era su destreza mental y la capacidad de cálculo que atesoraba.
En Salamanca se comenzaba a hablar de un joven sacerdote con unas condiciones extraordinarias, sobre todo para la oratoria, ganando fama como predicador. De hecho, sus sermones eran muy apreciados. Pero una misteriosa enfermedad se cruzó en su camino. Juan prometió a Dios consagrarse como religioso si superaba aquel trance. “Lo que pasó aquella noche entre Dios y mi alma El solo lo sabe y luego, a la mañana, fuime a San Agustín, alumbrado por el Espíritu Santo y recibí este hábito", relata él mismo antes de adoptar el nombre de Fray Juan de Sahagún.
Ya recuperado, continuó predicando en Salamanca y demostrando tan amplios conocimientos que era reclamado por todas las comunidades religiosas. Una fama que alcanzó su culmen al lograr la pacificación de los bandos envueltos en una sangrienta confrontación. Múltiples familias acrecentaban sus venganzas y rencores entre peleas y asesinatos. Juan de Sahagún les habló al corazón y consiguió el arrepentimiento de todos. Los Maldonado, Gil, González, Anaya y otras relevantes familias firmaron un documento público que trajo la paz a la ciudad. La Plaza de los Bandos de Salamanca conmemora este logro.
También se recuerdan dos milagros. Cuentan las crónicas que un niño se cayó a un pozo profundo, pero Juan echó su cíngulo, que llegó hasta donde el niño pudo tomarlo. Entonces el santo hizo subir el nivel del agua hasta que el niño llegó a la superficie. El milagro se recuerda en la calle donde ocurrió con el nombre de la calle: Pozo Amarillo. El otro milagro dice que un toro bravo se había escapado por las calles de Salamanca sembrando el terror. Juan le detuvo y amansó diciéndole: "Tente, necio". La calle donde esto ocurrió tiene ahora el nombre de Tentenecio.
También se dice de él que con sus oraciones libró a Salamanca de la peste del tifus negro. Pero, ironías de la vida, murió de forma violenta. Sucedió que el comendador de la ciudad tenía una amante. Al escuchar los sermones de San Juan de Sahagún en la iglesia de San Blas, decidió apartarse totalmente de la querida, quien despechada amenazó con quitar la vida de San Juan antes de que finalizara el año. Unos dicen que mandó envenenar la comida del santo. Otros, que contrató a un sicario para que lo apuñalase con un estilete untado en ponzoña. Sea como fuere pereció emponzoñado a los cincuenta años. Sus restos fueron enterrados en la Catedral Nueva de Salamanca, aunque hay reliquias suyas en Sahagún y en varios otros lugares del mundo.